Se le había aparecido marzo al fútbol chileno tras la renuncia de Jorge Sampaoli y la llegada de Juan Antonio Pizzi. El ex técnico de Universidad Católica se encontró sin margen de tiempo para preparar la fecha doble ante Argentina y Venezuela, dos partidos vitales en la intención de enrielar el camino de la Roja rumbo a Rusia 2018.

Ante la premura de ambos duelos y la imposibilidad de trabajar al equipo, el técnico que llegara, y Macanudo bien lo sabía cuando aceptó el desafío, debería intentar lo mismo que millones de chilenos: "pasar marzo"; y la Roja lo logró con el mínimo botín que se le debía exigir en esta pasada de las clasificatorias: tres puntos de seis posibles, cayendo, como indica la estadística histórica, con Argentina y venciendo, como casi siempre, a Venezuela. Rendimiento aceptable y suficiente para continuar en la zona de clasificación mundialista.

Superada la premura y dejado atrás el complicado mes, Pizzi podrá tomar aire, asentarse definitivamente en el cargo y planificar el resto del 2016, un año de Copa América Centenario en junio y, entre septiembre y noviembre, otras seis fechas de clasificatorias, es decir, meses en los que Chile definirá parte importante de su suerte de cara al Mundial del 2018.

El torneo continental en Estados Unidos le servirá al técnico para trabajar al equipo con tranquilidad. Las semanas previas al certamen el DT podrá contar con todos sus dirigidos para preparar la copa del centenario, en lo que constituirá el período en el que el entrenador dispondrá del tiempo necesario para instaurar sus postulados, explicar su idea futbolística, modificar aquellas cosas que no se venían haciendo bien y mantener las características positivas que le han permitido celebrar a esta generación de futbolistas.

La Copa América Centenario será una buena oportunidad para que Pizzi tome las riendas de su plantel sin la urgencia con que debió enfrentar los duelos ante la albiceleste y la vino tinto. En Estados Unidos podremos ver la impronta que Macanudo le quiere inculcar a su selección y constatar cuánta mano le meterá a un plantel que lleva años, desde la llegada de Marcelo Bielsa y con la salvedad del breve período de Claudio Borghi, jugando de una misma manera.

Finalizada la copa, en la que la Roja no pone en juego el trofeo conseguido en Chile 2015 ya que el de junio se trata de un torneo extraordinario para celebrar el centenario del certamen, Pizzi deberá apuntar a seis partidos que marcarán a fuego la suerte en el camino a Rusia.

Otras tres fechas dobles se jugarán en lo que resta del año. Serán 18 puntos vitales en disputa para consolidarse en la zona de clasificación o, si los resultados no llegan, empezar a olvidarse de las fotos en la Plaza Roja o San Petersburgo.

La primera semana de septiembre el calendario marca el duelo ante Paraguay en Asunción y la visita de Bolivia a Santiago. En octubre hay que viajar a Ecuador y recibir a Perú en el Nacional. Y en noviembre el fixture obliga a trasladarse a Colombia y jugar con Uruguay en Ñuñoa.

Todos, sin dudas, serán duelos complicados en la clasificatoria más competitiva del mundo. En varios de ellos Chile deberá hacer prevalecer la historia, sobre todo en los que se jueguen en casa. En otros —viajes a Asunción, Quito y Barranquilla— la misión será rescatar puntos de visita.

Recién en ese momento, cuando finalice la decimosegunda fecha en noviembre, podremos hacer una evaluación completa y objetiva del trabajo de Pizzi en la selección chilena.

Serán meses de mucho nervio en los que se alternarán, casi con seguridad, resultados positivos y negativos.

¿Será capaz Pizzi de imponer su sello y mantener la competitividad que mostró el grupo bajo la batuta de Sampaoli? Lo que ocurra en la cancha tendrá la respuesta. Por ahora a esperar que llegue noviembre… Ahí hablamos.