Los campos de Viña González Bastías se pegan a la ribera sur del Maule, frente a la estación de igual nombre, y la más importante del Ramal Talca-Constitución. La manera de hacer sus vinos tiene un parecido con esa línea férrea, porque se elaboran muy a la vieja usanza, con el despalillado de la fruta en zarandas de caña, utilizando el raulí como soporte de vinificación y guarda, y prescindiendo —casi siempre— de conservantes ajenos a los de la naturaleza misma. El ideal de producto campesino a escala humana.
Vale la pena recorrer ese terruño, sobre todo durante el verano. Si no es posible, sirve beber uno de sus tantos vinos, el naranja, cuya prestancia puede entregar un buen mapa mental de aquel territorio. Se trata de un blanco vinificado como tinto, con toda la fruta y el hollejo puesto a disposición de un considerable macerado, que le imprime ese color final de tostado fascinante. Así era en los viejos blancos, como los hallados en la lejana Georgia prehistórica y que varios productores han revivido por su carácter singular, pensados para consumidores curiosos, avezados o nostálgicos quizá. Algunas de las etiquetas nacionales que han surgido en los últimos años son Maturana Wines Naranjo Torontel, Enredo de Bodegas RE y De Martino Viejas Tinajas. Pero en el caso de estos productores maulinos, es un saber hacer que nunca salió del campo y que hace poco apareció en algunas mesas urbanas.
Las dificultades de la cosecha 2017, cruzada por grandes incendios forestales, parecen no haber afectado su estilo con ahumados posquemazón. Se muestra traslúcido, mientras en la nariz aparecen flores blancas y notas a compota de manzana, que denotan su perfil campestre producto de una oxidación deliberada y por la presencia de la uva moscatel. En la boca tiene también el carácter su cepa base (es una mezcla con torontel y país), frutosa, pero seca, con un alcohol comedido y, por lo tanto, ligero, sin tener un frescor punzante. Un vino que invita a beberlo recién salido del frío, sobre todo en estos días, en lugares como Casa Luz (Av. Italia 805, Providencia, $4.400 por copa), Peumayén o Silabario, aparte de tiendas como Vinomio, Les Dix Vins o Santiago Wine Club ($15.000, precio de referencia). Espacios distintivos para un vino de otra era.