El sol comienza a iluminar con fuerza la mañana en Pillanlelbún, una apartada localidad ubicada 20 kmal norte de Temuco en la Región de La Araucanía, y que en mapudungún significa "la pampa del diablo": lugar donde no corre viento. Allí, a orillas del río Cautín, Francisco Huenchumilla (DC) vive sus días luego del estrecho triunfo que obtuvo en las elecciones del 19 de noviembre, que lo hicieron merecedor de un puesto en la Cámara Alta por una diferencia de apenas 200 votos sobre su compañero de lista Fuad Chahín, quien quedó literalmente con la champaña en el refrigerador.
Huenchumilla comenzó a trabajar. En la mesa de la terraza está a mitad de camino el libro "Mitos y Verdades de las AFP", de la periodista Alejandra Matus. Su lectura ya es parte de su trabajo, porque este abogado de 73 años se prepara para el Senado estudiando los temas sobre los cuales le tocará legislar. Pese a su devoción por la política, ya mira su futuro con un dejo de nostalgia: cambiará ese apacible refugio por el frenesí de cemento del Congreso Nacional. Aún no sabe la logística con la que enfrentará su vuelta al Parlamento, pero sabe que será un ir y venir constante. ¿Cuál es su objetivo como senador? Paradójicamente responde algo obvio, pero que no parece tal: politizar el debate. Y pese a que ya obtuvo un puesto en el Senado, la campaña para él no ha terminado: justo después de esta entrevista viajaría a Pucón a una reunión de trabajo del comando de Alejandro Guillier.
—Alcalde, Intendente, subsecretario, ministro, diputado y ahora al Senado, ¿Qué aspiración puede tener para este nuevo cargo?
—Llegar al Senado es como preguntarme qué he hecho en mi vida para tener tantos honores. De todos los políticos chilenos he sido el que ha estado en más cargos en el Estado. Me lo conozco completo, desde los problemas políticos de La Moneda hasta ser alcalde con los problemas muy concretos de la gente.
—¿Por qué dejar la tranquilidad de su hogar para tener que viajar todos los días desde marzo al Congreso a largas sesiones con intensos debates?
—La actividad política me atrae de sobremanera, porque es un intangible, y no corren las matemáticas. Es como una partida de ajedrez, en la que ninguna solución está predeterminada. Es muy adictiva (la política) para mí, incluso desde el punto de vista académico, porque hay mucho que estudiar. La política es una de las grandes actividades de los seres humanos: cómo nos relacionamos en sociedad, porque tiene que ver en cómo resolvemos nuestros problemas, y cómo avanzamos en el bienestar de la gente.
—¿Cuál será su impronta como senador?
—Espero, en el Senado, politizar el debate ya sea en materia del modelo económico que tenemos en Chile, respecto del sistema político, del rol y la diversidad que debe tener el Estado chileno, por ejemplo, en el rol que se debe tener con los pueblos originarios. Espero tener ese rol y de esa manera contribuir a los debates nacionales sobre los grandes temas.
—¿Siente que en su posición tendrá un liderazgo en la DC como parte del bloque progresista con Yasna Provoste, Ximena Rincón y que dejó atrás las visiones más moderadas?
—No tengo ansiedades. Vivo muy serenamente mi vida y también serenamente viviré la política. No pretendo ejercer ningún tipo de liderazgo, sólo voy con la pretensión de hacer bien mi trabajo y de forma seria. Quiero ser solamente senador.
—¿Siente alguna responsabilidad por ser el primer senador mapuche en la historia de Chile?
—Es un hito, efectivamente. Después de 200 años es posible tener en el Senado a una persona con los orígenes míos. Yo provengo de una familia modesta y por el lado de mi padre, mapuche. Y eso significa cruzar un umbral de la sociedad chilena y espero que esto sea una puerta para abrir y dar paso a la diversidad. Ojalá haya más descendientes de muchos pueblos. Para mí es una tremenda responsabilidad haberlo logrado y espero estar a la altura de las circunstancias, porque una cosa sí es clara: pretendo colocar en el debate nacional los grandes temas que hoy están en el derecho internacional sobre pueblos originarios.
—¿Cuál es el legado del gobierno de Bachelet en materia de pueblos originarios y, específicamente, en torno al conflicto en La Araucanía?
—El Estado sigue en deuda. Hemos tenido políticas públicas, es más todos los gobiernos las han tenido, pero en materia de relaciones entre el gobierno y los pueblos no he visto un giro sustancial frente a lo que han hecho otros gobiernos, es un poco más de lo mismo.
—Daba la impresión de que cuando usted entregó (en agosto de 2015) el famoso informe que le costó el puesto de intendente estaba completamente solo en esa cruzada.
—En la lucha por los pueblos originarios y el tema mapuche yo estaba solo y la DC no abrió nunca la boca cuando me echaron.
—¿Por qué?
—Porque son unos ignorantes en esta materia, jamás han leído la historia de Chile. Es un déficit político que tiene la DC y todos los partidos políticos.
—Y la presidenta, ¿mostró interés por el conflicto en La Araucanía?
—Con ella hablé una sola vez durante mi gestión y fue cuando vino por la erupción del Villarrica, pero no tuvimos diálogo. Por eso hablo de la mala gestión política.
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—¿Se siente cómodo en la DC?
—Varios me han preguntado por qué no me he ido de la DC. Y respondo: yo entré a la DC en tiempos de Eduardo Frei Montalva, y siendo muy pobre vivía en condiciones miserables en Santiago. Los que me acogieron fueron democratacristianos, entonces tengo muchas amistades, muchos afectos en la DC. Ahora, creo que la DC se quedó en el pasado y no se ha hecho la pregunta sobre si el cristianismo tiene algo que aportar en el siglo XXI respecto de la organización de la sociedad. Soy una persona creyente y el cristianismo es la ética que domina mi acción política, y la DC, en cambio, se quedó en cosas meramente procedimentales: en las operaciones internas, en las maquinarias, en la manera cómo lograr el poder. Los liderazgos se quedaron en el poder interno y cómo pasar máquinas de uno a otro. No nos hemos reciclado. En el puro ejemplo de la mirada DC sobre pueblos originarios, no hay mirada. Si uno ve el mismo pensamiento de Cristo, él vino a proteger a los oprimidos. Se le está olvidando a la DC el cristianismo del siglo XXI o se quedaron atrapados en alguna parroquia del barrio alto.
—La candidatura de Goic partió con la idea de recuperar la identidad de la DC. ¿Se logró, sirvió de algo?
—Respecto a la candidatura de Goic hay varios problemas. Si tú estás en una coalición y te sientes incómodo, puedes optar por salirte y buscar por tu propio camino. El problema es que en ese caso se recogieron ideas que no son de la DC: la moderación, y eso no es la DC. La DC es el partido de los cambios de los grandes cambios. La candidatura de Carolina fue sin ideas al decir que somos moderados, o responsables, todos los partidos deben ser así. Otro problema es que el camino propio indica que solos se puede llegar al poder, y hoy eso es imposible. Nuestra historia de los últimos 27 años muestra que en Chile se pueden hacer muchas cosas en la medida que nosotros estamos en una coalición de centroizquierda.
—Y en una cultura de coalición.
—Con todos los problemas que puedan tener las coaliciones y con todos sus ritos, pero el objetivo central se perdió cuando se dijo que íbamos solos, y la ciudadanía nos castigó por falta de ideas, porque se apartó de esa idea central. Y lo último que atentó en contra de Carolina Goic es una cosa que no se ha dicho, pero que yo la quiero señalar ahora: lamentablemente Carolina debió haber tenido la altura que corresponde a un candidato presidencial, de estar por encima de las contingencias internas, y ella —en la lucha interna de los poderes internos, de los problemas internos— tomó partido por su grupo y fue absorbida por su grupo. Y con su grupo aplastó a los que no estábamos de acuerdo. Y, por lo tanto, se metió en la pelea chica.
—Ella siempre ha dicho que todas esas decisiones (camino propio, candidaturas) se tomaron en las instancias partidarias, que fueron democráticas.
—Pero no es así. Ella misma se involucró directamente en la pelea chica, persiguiendo a los que no estábamos de acuerdo con ella. Yo fui una de sus víctimas aquí.
—¿No sintió apoyo en su candidatura senatorial?
—No. Aquí fui barrido por el grupo de la directiva de Goic y compañía. El tratamiento que recibimos fue un tratamiento que no corresponde a una candidata presidencial que debe estar a la altura. Lógicamente, un candidato presidencial no puede meterse en la cosa chica, y ella se metió. Y se metió a operar. Entonces se transformó de candidata presidencial en una operadora en los temas internos.
—¿Por qué cree que Carolina Goic utilizó esa estrategia de entrar a operar políticamente?
—Creo que por un problema de madurez política. Ella tiene muchas condiciones, pero todo esto se aprende. En la vida se aprende mucho. A ser más tolerante, por ejemplo. Son problemas de experiencia política. Con el tiempo ella lo va a aprender; va a aprender que no puede meterse en las cosas pequeñas.
—¿Qué futuro le espera la DC?
—La DC está en un punto crítico. Porque los sectores más "moderados" que estuvieron con Goic en la elección presidencial perdieron estrepitosamente. Esa tesis perdió. En cambio, en términos parlamentarios ganamos los que teníamos otra tesis y, por lo tanto, hoy día se da la extraña circunstancia de que los que perdieron tienen el control interno del partido, la maquinaria del partido. Los que votan en los padrones producto del acarreo, de la maquinaria, de todo ese tipo de cosas que hicieron en estos dos o tres años estando Goic de presidenta, y que llegaban a las juntas en micro de todo Chile acarreando gente. Entonces aquí un sector de la DC tiene el control de la maquinaria interna, y en cambio el poder político en las cámaras lo tenemos los que perdimos. Mi mensaje es que sería un error si nosotros resolvemos nuestros problemas mediante elecciones internas, porque a lo mejor ganan los que perdieron, pero el poder político lo vamos a tener nosotros, los que ganamos en las urnas. Yo estoy llamando a un gran encuentro, a responder las siguientes preguntas: ¿queremos salvar a la DC? ¿Pensamos que el partido tiene algo que decir? Entonces busquemos un acuerdo. Y tengamos una gran mesa de unidad y arreglemos este problema.
—¿Le han pedido que sea candidato a la presidencia de su partido?
—Sí, pero yo no estoy disponible. En estas circunstancias, con un padrón que a mí no me da garantías, no estoy disponible.
—Pero en una mesa de unidad, ¿estaría disponible?
—Tampoco. No estoy disponible para ningún cargo. Yo no busco ningún cargo. Lo que quiero es la unidad de la DC, porque creo que este partido tiene que salvarse, porque creo que todavía puede decir algo, pero todos los sectores tienen que hacer un esfuerzo.
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—¿Les convence la candidatura de Alejandro Guillier? A veces pareciera que muchos en la Nueva Mayoría, y ahora en el Frente Amplio, lo apoyan no porque les convenza del todo, sino porque es la única alternativa para que no salga Piñera.
—Eso se produce porque Guillier no es el típico político que ha hecho una carrera toda su vida. Viene desde la sociedad civil como periodista y tiene poca experiencia como político. Él tiene cuatro años como senador, y muchos le enrostran eso. Normalmente los presidentes de la República son gente que ha tenido mucho carrete, mucha experiencia en distintos cargos en el Estado y eso les da una plataforma, una seguridad frente a la gente, en el sentido de que el hombre conoce el Estado; eso es verdad. Pero la contracara de eso es que Guillier es transparente, es un tipo honesto que tiene las manos limpias y se presenta frente a la sociedad como una cosa más fresca, más moderna, de otra naturaleza, y los países a lo mejor necesitan liderazgos de ese tipo cuando justamente hemos vivido crisis de credibilidad en la política.
—¿Pero basta eso para ser presidente de la república?
—No basta, pero eso se suple si tenemos un buen pacto de gobernabilidad, con buenos ministros, con buenos asesores.
—Guillier, entonces, necesitará un muy buen equipo político que lo sustente...
—Ningún presidente es autosustentable. Todos los presidentes necesitan un gran equipo. Cuando Piñera partió tuvo un equipo de gerentes y fracasaron. Por lo tanto, va a tener el gran desafío, si llega a ser presidente, de tener un equipo político de primer nivel que lo pueda ayudar a conducir este buque.
—Ahora, a él le cuesta acercarse a los partidos, incluso a veces reniega de ellos. ¿Cómo lo hará para formar gobierno con esa tensa relación?
—Alejandro (ganando) entenderá que hay que escuchar a la ciudadanía siempre, pero que la gestión política se tiene que hacer con los partidos políticos y con las bancadas parlamentarias. Por eso, insisto mucho en que la coalición debe tener un pacto de gobernabilidad.
—¿Es posible que ese pacto cruce hacia el Frente Amplio?
—No creo que ni el FA ni Guillier estén siquiera pensando en que ellos se puedan incorporar al gobierno.
—El FA va a ocupar un rol importante ya sea que gane o pierda Guillier. ¿Existe la posibilidad de llegar a un acuerdo entre esos dos mundos del centro y la izquierda o más bien va a ocurrir lo que pasó en España con tres tercios bien claros, y un Podemos que mató al PSOE?
—El FA es un nuevo referente que nace en Chile producto de toda la crisis que vivió la política chilena. Nace un movimiento más fresco, más moderno. Pero este no es un movimiento marxista, el FA es un movimiento de izquierda moderna del siglo XXI que no tiene los ripios que tenemos las coaliciones pasadas. Y, en ese sentido, el FA tiene pleno derecho a tener su propio diseño estratégico en el caso de que sea oposición, que más convenga a los objetivos que tengan. Yo no le reprocho eso. Si el FA quiere ser un determinado tipo de oposición, no significa que necesariamente se tenga que juntar con el resto de la izquierda o con nosotros, los DC. Eso lo dirá la coyuntura. Pero ellos tienen derecho a proyectarse. Es una fuerza nueva que aparece en el ámbito político que habrá que tomar en cuenta y trabajar con ellos en algunas cosas que coincidamos, pero no creo yo que eso necesariamente pase por formar una coalición. El tiempo lo dirá, pero no creo que en este minuto la prioridad del FA sea ampliarse, sino consolidarse.
—A su juicio ¿Le haría mal a Chile que Piñera fuera elegido presidente?
—Evidentemente sería un retroceso, porque volveríamos a ser una sociedad individualista donde quien tiene plata gana y lo pasa bien.
—¿Impulsará la idea de No +AFP?
—A mí no me gustan las AFP. No estoy por las AFP.
—¿Y la Asamblea Constituyente?
—No tengo miedo a discutir el tema, porque la AC, en el fondo, es responder a la pregunta de si este país es de todos, por qué entre todos no podemos hacer una ley fundamental.
—Hay hartas similitudes con el FA y hartas diferencias con gente de la DC y la NM. En temas valóricos, ¿estaría dispuesto a legislar sobre el aborto libre como plantea el FA?
—¿Quién puede estar de acuerdo con el aborto? Yo no estoy de acuerdo con el aborto, pero la pregunta es ¿qué hacemos con los miles de jóvenes que abortan cada año en Chile? ¿Tenemos algo que decir o no tenemos que decir nada? Entonces, nadie anda predicando que esta sea una sociedad abortista. Mi punto es que como Estado tengo la obligación de legislar cuando hay una situación crítica, y efectivamente en Chile hay miles de abortos al año.
—Entonces ¿usted como senador legislaría más que por sus principios, en función del bien común?
—Yo soy partidario de la idea de legislar sobre el tema si es que se presenta la oportunidad. Yo no me cierro al debate, porque yo no puedo imponer mi verdad al resto, pero a mí no me gusta el aborto, por supuesto, no me gusta que la gente se divorcie. Pero entiendo que como legislador tenemos que resolver esos problemas que tenemos. No me cierro.
—¿Y el matrimonio igualitario?
—Yo tengo la ética del cristianismo. Yo he tenido oportunidad de conocer a mucha gente homosexual y siento profunda pena por su sufrimiento. Yo tengo una mirada de caridad al respecto... Me gusta que no sean perseguidos, que no sufran lo que son y, por tanto, yo estoy abierto. ¿Por qué el Estado no puede darles la posibilidad de eso?. Esa es mi diferencia con muchos de mis camaradas.
—Le faltaría ser presidente no más…
—Me faltaría eso. No tengo ansiedades. No ando calculando nada. Lo único: no tengo pelos en la lengua y voy a ser siempre así.
—¿Y ese va a ser el estilo que impondrá como senador?
—Sí, no les tengo miedo ni a los políticos ni a los poderosos, ni a nadie. Gracias a Dios, tenemos una muy buena familia, logramos una tranquilidad. No soy rico, pero tengo una situación que me permite vivir tranquilo. Creo que hice la campaña más barata en Chile. Creo que gasté $35 millones.
—¿Guillier puede ganar?
—Tiene altas posibilidades. Entre otras cosas por el pésimo manejo político que ha tenido Piñera y la derecha.