Es plausible nominar al concierto de Suede en el Teatro Caupolicán (octubre de 2012) a la lista de los mejores sets en vivo que han pasado por Santiago. La banda inglesa mostró entonces que hay en su despliegue escénico un valor que excede su repertorio, y que los trasciende más allá de un hit u otro, de un disco puntual, de un compromiso más allá de lo promocional. De Suede esperamos una épica sentimental que no ha sido frecuente en el rock de las últimas décadas, y que el cuarteto ha convertido en una marca distintiva y convincente, que les combina con excepcional elegancia. Night Thoughts es un disco de alto vuelo vocal y eléctrico, ordenado en una sucesión de crescendos bien urdidos, con estribillos que parecen llevarnos la vida si los entonamos con la debida solemnidad.

Antes y ahora, Suede ha buscado hacer brillar en sus canciones los relatos de historias opacas, sobre sujetos desadaptados, ilusionados en amores no correspondidos, nostálgicos de una juventud ida; todas partes de un universo propio, más melancólico que triste. No hay autobiografía sino narración en estas composiciones atemporales, arregladas como buscando pasar a la posteridad de una tradición roquera desatenta a modas. Es una condición que, al menos en este disco, se explica por haberse concebido puntualmente para acompañar una película, y que es capaz de entregar piezas todavía conmovedoras, como "I Can't Give Her What She Wants" y "I Don't Know How to Reach You". Sólo esos títulos traducidos sintetizan la clave de parte del valor musical de Suede: la capacidad de la banda por pintar de belleza el desencuentro, de mostrar con delicadeza los detalles sumergidos que el pop suele dejar pasar en privilegio del impacto de corto alcance.

"Night Thoughts", de Suede.