Escuchaba el disco Historian, de la cantante estadounidense Lucy Dacus (1995), cuando en pleno intento por cortarle las uñas al gato, y en un gesto de rebeldía contra esta vil humanización, no encontró nada mejor que arañarme una muñeca. Miraba esos tajos sangrientos mientras sonaba de fondo la voz abatida y melancólica de Dacus, y así, de repente, la escena pareció sacada de una película vieja de Sofia Coppola. Gracias al gato nervioso y a ese pequeño accidente doméstico, la imagen mental que esconde el álbum saltaba a los ojos: la de una chica —Dacus, por supuesto— adolorida por los dramas existenciales, aplacada por las decepciones y penurias de una vida que no hace más que empezar, tentada, quizás —y a decir por el tono depresivo de su canto—, a mirarse las muñecas.

Es lo que se viene a la mente al escuchar los primeros minutos de la canción que abre el disco, "Night Shift", en la que la cantante nacida en Virginia, acompañada de una guitarra solitaria, afina su voz cavernosa para sincerarse sobre el masoquismo que la lleva a estar con un mal amor. Da la impresión de haber escuchado esto antes, de que su tono grave y aterciopelado es una versión millennial de Cat Power o Lou Doillon y, justo cuando se está pensando eso, Dacus y su banda lanzan una descarga de guitarras eléctricas y elevan un muro sonoro digno del Radiohead de la época de The Bends (1995). Hay algo de Thom Yorke en canciones como esa o "The Shell", pero mientras se avanza en el álbum —el segundo de su carrera, tras No Burden (2016)—, lo que prima es ese pop rock confesional al que hoy parecen adictas tantas otras veinteañeras indies como ella.

Los relatos que dan forma a Historian son una suerte de diario de vida musicalizado, y el aparente desgano e inexpresividad de la voz de la cantante se compensa con la sensibilidad brutal de las letras, manifiestos tristes sobre la muerte de los seres queridos —"Pillar of Truth" es sobre su abuela— o sobre el miedo a sufrir cuando se ama a alguien, como lo explicita en "Yours & Mine". Para sus 23 años, Dacus demuestra una lucidez propia de alguien que ya entendió de qué se trata vivir: aprender a administrar el dolor y esconderlo en algún rincón del pecho para poder seguir adelante. Pero ojo, que tampoco es para cortarse las venas: un par de melodías pop luminosas, como "Next of Kin" o "Addictions", aligeran el tono taciturno del disco.

No hay nada verdaderamente nuevo en su propuesta ni tampoco algo que la distinga demasiado de otras songwriters de su edad —muy por encima está, por ejemplo, la gran Frankie Cosmos—, pero Historian funciona, citando su nombre, como un relato histórico sobre lo íntimo, sobre la melancolía adolescente en estos tiempos, sobre una generación joven que, por más hiperconectada que esté, sigue sintiéndose tan triste y miserable ante las penas como todos nos sentimos alguna vez.