En general, los músicos escriben libros para contar algo más sobre ellos mismos, su formación, las circunstancias de sus grabaciones y sus conquistas. Caetano Veloso ha elegido, en cambio, ser un analista cultural (como David Byrne, por ejemplo). El cantautor nacido en Bahía parece cómodo cuando escribe sobre otros, y hace años viene estableciendo conexiones entre creación y sociedad con justa lucidez y un estimulante espíritu provocador. Son textos que acercan el mundo a Brasil, y que le muestran Brasil al mundo por fuera de los tópicos del turismo. Su libro Verdad tropical, traducido al español hace once años, es consulta obligatoria para entender el desarrollo de la MPB y el choque cultural que a mediados del siglo XX supusieron la bossanova y el tropicalismo. Pero mucho antes de ese ensayo histórico —que también cuenta, es verdad, con varios pasajes autobiográficos—, el autor de "O Leãozinho" ya era un columnista y crítico requerido por la prensa de su país. El mundo no es chato (2015, editorial Marea), reúne textos breves suyos publicados entre 1960 y 2005 (en diarios, revistas, catálogos de exposiciones y carátulas de discos) sobre asuntos más que nada artísticos, aunque relacionados a debates sociales amplios: las diferentes versiones de la obra Orfeu da Conceição (Orfeo negro, en el cine) desde una mirada antirracista; el cliché de Brasil que Carmen Miranda le vendió al Primer Mundo; la censura impuesta en los años ochenta a Je vous salue, Marie, el filme de Godard sobre una Virgen María contemporánea. Veloso aporta reflexiones interesantes incluso para una lectura actual; aguijoneos ingeniosos, incorrectos, inesperados.

Incluso su propia inasibilidad como cantautor la toma a la broma: «Lo que quizás haya dificultado todo desde siempre es el hecho de que no haya habido nunca en Brasil una figura popular con tanta pinta de intelectual como yo».

Que el libro contenga varios textos que hablan sobre sus discos o sobre recuerdos personales del autor en torno a, por ejemplo, sus años de exilio, no le quita al total del volumen la impronta de un diálogo. El cantautor escribe varias veces de la impresión que le han causado otros creadores, y las marcas ajenas que pueden encontrarse en sus propias canciones (y, puntualmente, en su único filme como director, Cinema falado, de 1986). Clarice Lispector y Roberto Carlos, Jorge Luis Borges y Kurt Cobain, Gisele Bündchen y Federico Fellini. Caetano Veloso representa al creador cosmopolita que no hace distingos entre alta y baja cultura, tan interesado en la tradición como en las tendencias pop; alerta a las marcas políticas implícitas en casi todo lo que hoy se globaliza. «La escritura de Caetano muestra, del mismo modo, una danza del intelecto: entre la racionalidad y la intuición, la argumentación lógica y la inestabilidad de la declaración apasionada, el rigor del análisis y el aprecio por la expresividad provocativa de la incoherencia», apunta en el prólogo el poeta y académico Eucanaã Ferraz, compilador del volumen. Quizás lo mejor de Veloso como analista cultural sea su desprejuicio.

Varios textos lo muestran zafándose de presunciones ajenas, de opiniones que le endilgan gustos que el músico nunca ostentó. Quién imaginaría que el cancionero estadounidense del siglo XX le produce, por ejemplo, "ternura", y a la vez admiración por su esencial masividad, como explica en el texto dedicado a su disco de recreaciones A foreign sound: "Cantar las canciones americanas (sic) es volver a puntos de mi vida y de la cultura de masas del siglo XX. Siento ternura por el material. Ellos produjeron la canción pop más linda del mundo. El nivel de composición y de ejecución de los americanos es un paradigma para Occidente". Quien escribe es, sobre todo, un creador rendido al irrebatible poder de sugestión de lo popular.