Su primer local en el Barrio Bellavista resultó un éxito, gracias a una fanaticada que reconoce la constancia de una cerveza que, a estas alturas, es ícono de la generación de 2004. Lo que no se sabía —o no estaba tan claro— es que se trataba sólo de un plan piloto. La prueba para un proyecto más ambicioso, inspirado en experiencias como Bogotá Beer Company, hoy con decenas de sitios instalados en su país. Krossbar hace lo mismo que los colombianos: apostar a la comida sencilla, abundante, para compartir y, por supuesto, con mucha cerveza.
El foco está en crecer. Están por abordar Vitacura y miran algunas locaciones fuera de Santiago. Mientras tanto, siguen en Providencia. Sus responsables —Kross en alianza con el empresario Jérôme Reynes— se inclinaron por Orrego Luco Norte, echando mano a una ex pizzería que transformaron por completo. Hay muros a la vista, fierros, neones, aparte de las tuberías necesarias para echar a correr el líquido por los dos pisos de esta casona. La zona cervecera (24 salidas de chop y más de 60 etiquetas artesanales) la lideran las opciones de la casa: desde las tradicionales hasta las de especialidad, entre las que destaca una India Pale Ale (IPA) de amargor expresivo, redondeado por el dulzor de su malta. También invitan a cerveceras amigas, chilenas e importadas, de todas las tendencias: desde el tueste intenso de una stout hasta las líneas sour, frutosas y de moda.
Esta es su primera semana funcionando, con novedades interesantes. De un lado, imperdibles las Croquetas de pernil ahumado ($ 3.900), tersas por dentro y deliciosamente crujientes por fuera, aparte de sabrosas. El Mariscal frío
($ 7.400), una suerte de cebiche aguadito, agrada por esa inclusión de piure bajo cuerda para darles sabor a los camarones. Más allá de traer su fondo quemado, cosa que puede pasar, las masas de pizza ($ 7.200 la Chillaneja, con longanizas) se podrían replantear. Está bien que sean elaboradas con cebada malteada, pero podrían ser más esponjosas y crocantes. Mejor el área sandwichera: pan ligero pero agradable, para contener una Fricandela de la casa ($ 6.800) de aire criollo, a punto, y papas fritas que se roban el protagonismo. Resumiendo: más allá de una partida tibia, el proyecto es una carrera de largo aliento, con un país por conquistar.