"Fue un aterrizaje forzoso". Es lo primero que Marcela Sabat (diputada RN, 36 años) relata al recordar su arribo al Congreso. Era 2010, tenía sólo 27 años —ya va por su tercer periodo— y las críticas le llovieron desde su primera campaña. Que era mujer y muy joven, que competía con el UDI Rodrigo Álvarez (abogado, doctorado en Derecho y estudioso de Tolkien), y que no le hacía el quite a los diarios amarillistas.

—Me jugaban dos aspectos en contra: la juventud, era inexperta, y ser mujer. Entré con una perspectiva muy distinta a la que tengo hoy: no había experimentado las barreras informales de la política, si una mujer podía estar en una comisión que no fuera la de Familia.

En sus ocho años en el Congreso ha integrado esa comisión, pero también la de Ciencia y Tecnología, Gobierno Interior, RR.EE. y Seguridad Ciudadana, que presidió. Y en 2016 condujo la interpelación en contra de la entonces ministra de Justicia, Javiera Blanco, por irregularidades en el Sename.

—¿Y qué se espera de una mujer en el Congreso?

—Se espera que esté en temas de sensibilidad, empatía política. Que sea correcta, que no levante la voz porque es una histérica. Se espera que tenga visiones imparciales y grises, que no vayan a mostrar un extremo porque ahí es raro. Cuando te piden que no extremes una posición, claramente te piden que no actúes ni opines. Eso está mal porque nos invisibiliza.

En 2018, Marcela Sabat apuesta en grande. En lo personal, este año se casa. En lo político, después de erigirse como la mujer más votada del Congreso en la última elección parlamentaria, ahora pretende dirigir la bancada de RN —compuesta por 36 variopintos diputados—, y estrenó el año con un manifiesto en el que pretende revivir el ala liberal de RN, partido del que estuvo a un pelo de irse en 2014, cuando un grupo de parlamentarios y militantes renunció al partido para formar Amplitud, añorando un reducto liberal.

<strong> "</strong>Hubo un liderazgo importante que extirpó al ala liberal de RN. Eso se celebró. Hubo muchos heridos, incluyéndome (...) El gran desafío del próximo presidente de RN está en darle fuerza a este movimiento"

Marcela Sabat decidió quedarse, y ahora pretende darle la pelea a la influencia que por años tuvo el ex senador Carlos Larraín. Dice estar dispuesta a avanzar en temas valóricos como el matrimonio igualitario y eutanasia, y también en difuminar los límites entre Estado y mercado para que prime el "sentido común" en la solución a los problemas.

Como trasfondo, asoma la sombra de Evópoli. El partido que ha ido recogiendo a las nuevas generaciones de la derecha.

—En los 90 fue Andrés Allamand quien intentó trazar un camino liberal en RN, pero fracasó. ¿Por qué ustedes tendrían éxito?

—RN históricamente ha tenido intentos de abrir camino en el ala liberal. Siempre se quiso lograr una mirada menos conservadora en lo valórico. Pero también hay que ampliarse hacia algo menos intransigente en la dimensión entre el Estado y el mercado, llegar a algo que no sea blanco o negro. Hoy tenemos una base liberal mayoritaria en RN en comparación a otros tiempos. Tenemos parlamentarios que se atreven a hablar sin complejos, y a plantear una postura más radical, respetando siempre la diversidad.

—¿Fue por influencia de Carlos Larraín que RN dejó ese camino?

—Hubo un liderazgo importante que extirpó al ala liberal de RN, y eso se celebró. Hubo muchos heridos, incluyéndome. Con el tiempo se dejó de prohibir, pero tampoco se incentivó. Creo que hoy el gran desafío del próximo presidente de RN está en darle fuerza a este movimiento, respetando siempre todas las visiones.

—Todo indica que el próximo presidente es Mario Desbordes, cercano a Carlos Larraín y conservador.

—Mario Desbordes ha generado garantías para que este partido diversifique sus voces y las equilibre. Ese es su gran desafío. Hoy tenemos fuerza política propia gracias a nuestra votación (en la última elección parlamentaria): hubo personas que nos eligieron por tener esa diversidad en el partido y esa mirada más abierta en lo valórico y económico. No estamos compuestos sólo por un ala conservadora.

—El manifiesto que ustedes presentaron va en línea contraria a muchos integrantes de la futura bancada RN, donde hay dos diputados que son evangélicos. ¿No se puede transformar en una piedra en el zapato para la convivencia interna?

—El gran desafío que tiene el próximo presidente de RN es ese. Que convivan ambas posturas en una misma mesa, donde podamos debatir con respeto. Que no pese más la conservadora y no quieran esconder la liberal, como en el pasado.

"Es un error de la izquierda decir que la futura ministra de la Mujer, Isabel Plá, no tiene criterio ni conocimiento de los temas de género. En este gobierno no hubo urgencia en los temas que se necesitaban. El único tema fue el aborto, y reducir los problemas de la mujer a eso fue una gran equivocación"

—¿En qué se diferencia esta propuesta con Evópoli?

—Nosotros tenemos una historia de distintas almas que confluyen internamente, y mi decisión de quedarme en el partido apostó a esa historia de diversidad en RN. Hoy aparece Evópoli como una derecha liberal, más reflejada en lo valórico. En RN también tenemos una apertura económica de terminar con la intransigencia entre el Estado y el mercado.

—¿Le preocupa que si RN no se sube a ese carro, sea Evópoli quien recoja el espíritu liberal de la derecha y reclute a sus nuevas generaciones?

—La derecha tradicional olvida cómo va avanzando la sociedad. Cuando RN abre la puerta a conservadores y liberales está escuchando los resultados electorales. No nos podemos quedar desfasados —que es lo que le pasó a la UDI, que no renueva su carta de principios—, sin tener empatía con el mundo actual, que pide ir más allá de los fundamentalismos. No podemos quedarnos en un pasado dogmático. Yo apuesto a que el alma liberal de RN siempre existió y a que hubo un momento, una directiva en particular que intentó acallarla sin éxito. Y a que el electorado habló al elegir a muchos parlamentarios del ala liberal, y que con eso irá concluyendo nuestro desfase con los problemas actuales.

—Sebastián Torrealba —futuro diputado y firmante del manifiesto— planteó que se debe legislar en torno a la eutanasia y matrimonio igualitario. ¿En qué libertades individuales piensa que se debe avanzar?

—Tanto la eutanasia como el matrimonio igualitario son temas dignos de ser debatidos. Yo quiero garantizar que en Chile Vamos, al menos, votaremos a favor de la idea de legislar, en el sentido de abrir un debate, de enriquecer nuestras posturas.

—¿Ve que el programa de gobierno de Piñera dé cabida a una agenda liberal?

—Sin duda. Hay un gran cambio respecto del primer gobierno de Sebastián Piñera. Acá hay mucha experiencia, pero también mucha política, y eso habla de una evolución. Dentro de Chile Vamos existe un ala liberal independiente que se articula en torno al sentido común, a la idea de solucionar situaciones sin ideologías estáticas, que fue el problema de la izquierda en este gobierno. Problemas como el del Sename deben tener una mejor definición. No puede ser que la crisis, una falla de Estado, se profundice en vez de solucionarse. El hecho de que el Ministerio de Desarrollo Social esté en el comité político habla de un cambio, habla del sentido común que necesitamos para lograr, también, una continuidad en el gobierno.

"El feminismo en la derecha se ve como de izquierda y se patea"

—Hace un tiempo Ud. planteó crear una bancada feminista y apeló a la "sororidad" (solidaridad entre mujeres) con diputadas de izquierda. ¿La derecha se ha demorado mucho en subirse al tema de la mujer?

—Hay luchas que van desde las mujeres, no desde el feminismo férreo de izquierda. Es verdad que hay una parte que está teñida de izquierda porque es una bandera que ellos llevan hace tiempo. Las mujeres de derecha, creo, teníamos un complejo por esto. El tema del feminismo en la derecha se ve como de izquierda, entonces se relativiza y se patea.

—¿Se definiría como feminista?

—Sí, pero no un feminismo mal entendido hoy, que se cree que es contra los hombres. Yo lo tomo a favor de las mujeres. Es importante para la sociedad que las mujeres estén en cargos importantes, en todas las mesas de discusión en el mundo privado y público, en directivas de partidos y de empresas.

—¿Cuándo se subió al carro del feminismo?

—El primer año (en que entré al Congreso), cuando me encuentro con las barreras informales de la política.

—¿A qué se refiere?

—A que es un mundo de hombres, hecho para hombres. Un mundo que está creado desde los partidos para que ellos manejen todo desde la cúspide: candidaturas, líderes, representantes por tema. Eso ha tenido que cambiar forzosamente por la explosión feminista que la sociedad ha ido empujando, y por una necesidad lógica. La experiencia internacional muestra que las mujeres no sólo son una figura decorativa, sino que son necesarias para eliminar la brecha de desigualdad en un país. Esto lleva a que los temas de la mujer sean prioritarios. Cuando no hay mujeres es difícil, porque los hombres no lo entienden.

—¿A qué atribuye la explosión que ha habido sobre el tema en los últimos meses a propósito del abuso sexual?

—A un agote (sic) cultural de las mujeres. De decir "basta de la violencia que se vive todos los días", más allá del femicidio. Eso nos limita constantemente. No lo digo de víctima: los hechos hablan por sí solos.

—¿Los políticos están llegando tarde a la discusión?

—Porque los políticos son puros hombres. Si no estamos las mujeres, estos temas no se ven.

—Hace unos días se juntó con Isabel Plá, futura ministra de la Mujer, cuestionada por su rechazo al aborto y sus dichos sobre los piropos.

—Sí, pero los temas de la mujer no se reducen a esos dos. Es un error de la izquierda decir que la futura ministra no tiene criterio ni conocimiento de los temas de género. En este gobierno no hubo urgencia en los temas que se necesitaban. El único tema fue el aborto, y reducir los problemas de la mujer a eso fue una gran equivocación.

—¿Cuál será la impronta del gobierno de Piñera?

—Tengo claro que va a haber una impronta muy fuerte desde la brecha salarial, porque se entiende que la mujer tiene más libertad si tiene mejores ingresos. Para el presidente Piñera es muy importante que esa brecha termine, que haya mayores oportunidades y mejores trabajos para la mujer, porque eso da libertad. Pero también habrá continuidad —no retroexcavadora— con políticas que terminen con la violencia en todas sus perspectivas. Hay proyectos bien hechos a los que hay que agregar indicaciones, pero que no queremos borrar, como lo hicieron en este gobierno.

—¿Le gusta la idea de Finlandia de terminar por ley con la brecha salarial?

—Es tan terrible que lleguemos a eso para terminar con la brecha salarial... Pero es de toda lógica y justicia, y si eso da rapidez, hay que hacerlo. Todas las medidas legislativas que se puedan implementar hay que hacerlas, pero siempre tomando en cuenta que hay un contexto social que mejorar.

—El tema del feminismo genera todo tipo de debates. Uno de ellos es la amenaza de la censura o el reinado de lo políticamente correcto, cuestión que muchos liberales rechazan.

—No estoy de acuerdo con censurar. Esto tiene que ver con un cambio cultural, y por eso es importante que sea la misma sociedad la que sancione las conductas machistas. No creo que la censura sea una forma de educar. La educación va por cambios sociales que conlleven un giro en el comportamiento. Eso va de la mano de las sanciones que implementen proyectos de ley en esa línea, como el que está pendiente del acoso callejero.