El viento golpea
con un ensordecedor sonido que viene del oeste, transitando hacia el continente.
Antes —como haciendo una escala— se intensifica en la isla Robinson Crusoe, en medio del océano Pacífico, para acompañar a sus habitantes y visitantes por unos días. Pero nadie se inmuta: sin problemas, el isleño hace frente a las ráfagas.
Es miércoles 31 de enero y la localidad de Juan Bautista —la única con habitantes en la isla— está de fiesta. El grupo de WhatsApp "Picaflor Rojo", que agrupa a parte de los mil habitantes del poblado, no paró de recibir notificaciones. No todas llegan al instante, porque internet funciona con intermitencia. Pese a ello, la convocatoria estaba hecha: en el Bar de la Bahía, a las 21 horas, se estrenaría el documental elaborado por Nat Geo: Juan Fernández, El mar para siempre. Nadie podía faltar.
Pero a pocas horas del estreno, un imprevisto pone en riesgo la actividad: la luz se corta en todo el pueblo. Los organizadores buscan una solución. Comienza a extenderse el rumor de que el alcalde de la isla mandó a interrumpir el suministro. La máxima autoridad del pueblo no se lleva bien con los organizadores. Pese a estar invitado, su presencia no sería del todo bienvenida.
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El 90% de la actividad del archipiélago se basa en la pesca y especialmente en la extracción de la langosta, que se exporta principalmente hacia China. Sus pescadores —desde hace 120 años— han instalado sus propias reglas sin esperar un decreto que los regule. Así, ya desde mediados del siglo pasado pusieron límites a la pesca de este crustáceo: se devuelven al mar todos los que tengan huevos o midan menos de 11,5 centímetros. E incluso, ahora planean ir más lejos, poniéndole un límite máximo de tamaño, pues se han dado cuenta de que las langostas mayores protegen a las más chicas, ayudándolas en su etapa de reproducción. Pero en Juan Fernández no sólo piensan en la actividad económica, sino que también poco a poco comienzan a tomar conciencia del medio ambiente y de la necesidad de proteger las especies que viven alrededor del archipiélago: 2,3 toneladas de peces por hectárea. El 98% de ellas son endémicas; es decir, sólo se reproducen en ese lugar. Un universo bajo el agua que había que proteger, pero nadie en la isla sabía muy bien cómo.
Todo tomó forma luego de que el 22 de enero el Consejo de Ministros aprobara el parque marino de Juan Fernández, el más grande de América, con una superficie de 280 mil km². Esta resolución, además, amplió la zona marítima protegida de 12 a 23 millas. Todo un logro que costó años de trabajo.
En el 2001 el entonces presidente Ricardo Lagos creó una red de senderos por Chile, pero en Juan Fernández se preguntaron: ¿Y por qué no se hace una red de senderos submarinos? Allí partió todo.
La aprobación del parque no estuvo exenta de tensiones, lo que provocó nuevos conflictos al interior del gobierno
Daniel González (36) es el presidente del gremio de pescadores de la isla. Está preocupado, porque debe anclar bien su bote. El viento lo puede mover en cualquier momento. Tiene el pelo largo y barba a medio afeitar y siempre se le ve algo apurado. Sentado en su oficina del gremio enclavada junto al mar, habla con cariño de "los viejos" quienes sin nada, comenzaron a dar forma a la pesca sustentable de langosta. También explica cómo nació la idea del sendero y el futuro parque.
—En 1998 un par de jóvenes universitarios llegaron acá con la idea del sendero de Chile para unir al país de norte a sur. Con ese proyecto dijimos: si hay un sendero terrestre, y nosotros somos una isla, necesitamos un sendero submarino, que se creó finalmente en 2001 desde el Palillo hasta el Adriático, que es un sector aledaño a la bahía de Cumberland (al noreste de la isla Robinson Crusoe). De ahí en adelante nos empezamos a dar cuenta de que había especies que se podían proteger y que existían figuras legales para hacerlo: parques, reservas, áreas marinas. Antes no sabíamos nada de eso —dice apuntando un mapa que muestra la creación de ese primer sendero. Eran las primeras pinceladas para el parque marino.
En 2003 se produjo otro hito: un grupo de pescadores viajó a la isla de Ustica en Italia para conocer la experiencia del parque que por esos años se acababa de crear en esa región.
Leopoldo González es pescador, y es también el alcalde de la isla. Un hombre sencillo y de pocas palabras. Él estuvo en Ustica, y recuerda cómo les abrió la mente.
—Fuimos a conocer esa experiencia con la creación de ese parque marino, y nos dimos cuenta de que hubo una transformación y un cambio en la mentalidad de los pescadores: desde la pesca hacia el turismo. Quedamos muy impresionados de cómo lograron proteger su mar, con un ecosistema impresionante—relata desde su escritorio edilicio, pero alejado de los preparativos para la gran fiesta que organizaba la comunidad por el estreno del documental.
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El protagonista y organizador de esa celebración es otro. No es isleño, pero hoy parece uno más: Álex Muñoz (43), el director para Latinoamérica del proyecto Pristine Seas de National Geographic. Él es el hombre detrás del parque, quien finalmente conectó a esta isla con las autoridades en la capital.
Muñoz es abogado de la Universidad de Chile y se ha especializado en temas de derechos humanos, medioambientales y también en libertad de expresión. De hecho, fue quien presentó uno de los recursos, en los años 90, para que en nuestro país se pusiera fin a la censura que prohibía la exhibición de la película La Última Tentación de Cristo. Luego, en 2007, reemplazó a Marcel Claude en la dirección de la ONG Oceana, para arribar hace dos años a Nat Geo Pristine Seas.
El 2009 fue el primer año en que pisó Juan Fernández. Estuvo una semana y eso le bastó para enamorarse de la isla y su gente. De ahí observó la necesidad de crear un marco legal de protección, pero lo hizo bajo los tiempos de la isla, sin prisa. El proyecto tenía que nacer de ellos.
El 22 de febrero Miguel Bosé visitará la isla, el mismo día en que se estrenará por Nat Geo el documental
El proceso fue largo. Lentamente Muñoz comenzó a tejer redes políticas para que Juan Fernández tuviera un nuevo impulso. El tsunami de 2010 y el accidente del Casa 212 en 2011 estaban matando la isla. Había que asociarla nuevamente con noticias positivas. En 2014 el abogado conoció al canciller Heraldo Muñoz y la sintonía fue inmediata. La cancillería, por solicitud de la presidenta Michelle Bachelet, impulsaría una política de protección de océanos sin precedentes en la historia de Chile. El objetivo de Bachelet era dejar un importante legado medioambiental. Era la oportunidad que Juan Fernández estaba buscando. Así, en 2015 nace el parque marino Nazca-Desventuradas (que protege 300 mil km² alrededor de las islas San Félix y San Ambrosio) y surge con fuerza la idea de hacer lo mismo en Juan Fernández.
—Siempre supe que había que proteger el mar de Juan Fernández, pero eso no era lo importante: la comunidad tenía que tenerlo claro. Y eso fue un trabajo lento de gran discusión. Fue una idea que se maduró. Nunca se apuró el proceso, hasta que la propia comunidad lo organizara. Hicimos los estudios y se los presentamos a los isleños. Esa idea se discutió en los sindicatos de pescadores y turismo, y se aprobó unánimemente. La idea nacía de la propia comunidad —explica Muñoz mirando el ventanal por donde penetra el azul profundo del mar, en uno de los hostales con mejor vista de la isla. Ahora sí puede estar tranquilo, a diferencia de los días previos a la aprobación del proyecto.
Muñoz lideró por redes sociales una serie de denuncias sobre el supuesto lobby de la industria pesquera para que no se aprobara el proyecto. Esto también provocó conflictos en el propio gobierno. Por un lado, Cancillería y Medio Ambiente con la idea de aprobar al parque en su totalidad (480 mil km² era el plan original); por otro, Economía e Interior con dudas, tal como comentaron fuentes del gobierno. Se trata de una situación similar a la que se vivió con el proyecto Dominga, que les costó la salida a dos ministros. Pero la decisión esta vez, según expresaron las mismas fuentes, fue de la propia presidenta, quien no quería ver que su legado medio ambiental y su promesa en esta área se cayera. A pocas semanas de terminar su mandato, no había espacio para un bochorno en el caso que se hubiese rechazado.
—Hubo una presión enorme del sector pesquero industrial y también de algunos sectores artesanales de Lebu que pescan pez Espada con barcos de 15 metros. Y encontraron grandes aliados en el subsecretario de pesca y el ministerio de Economía. Ambos defendieron a brazo partido la situación de la industria pesquera. Puedo decir que el subsecretario de pesca es más leal a la industria pesquera que a la presidenta Bachelet. Ellos defendieron a tal punto los intereses de la industria que hicieron peligrar el legado ambiental de Bachelet. El argumento de que algunos pescadores quedarían sin trabajo es totalmente falaz de acuerdo con los antecedentes científicos que tenemos—reclama Muñoz.
Entre los opositores a la creación del parque también estuvo la Sociedad Nacional de Pesca, organización gremial de la actividad. "Como sector no fuimos partícipes de la discusión para la definición de estas dos áreas marinas protegidas. Tampoco se tuvo a la vista de todas las partes involucradas algún informe científico que pudiera justificar su creación, ni se consideraron los impactos tanto para el recurso natural como para quienes viven de la pesca, en términos de empleo y repercusión en las economías locales", dijeron a QP tras ser requeridos.
Tras la creación del parque, ahora viene la etapa de administración. Para ello ya se trabaja en un plan de desarrollo que involucra la fiscalización de las áreas protegidas, y también un plan de desarrollo turístico. Para esto último en la isla hay consenso: no quieren ser Isla de Pascua ni Galápagos: ansían mantener la tranquilidad de sus vidas con la llegada controlada de nuevos turistas. Para la fiscalización hay algunas dudas. No se saben bien cuáles son los recursos con los que se cuentan para fiscalizar, aunque aún falta el mapa exacto de las áreas protegidas. Una vez concretado eso vendrán los análisis. El alcalde, eso sí, es claro en sus reparos:
—El Estado tiene que asumir la responsabilidad de fiscalizar. La Armada podría, pero hoy cuenta sólo con tres buques, entonces se debería haber pensado cómo se va a hacer para fiscalizar todo este territorio. Mucha gente no dimensiona lo que significa ese gran tamaño. En el sur de Chile se han creado parques nacionales terrestres con un guardaparques para 50 mil hectáreas, porque no hay más recursos para fiscalizar. Si no fiscalizamos, de nada servirá y el Estado debe asumir su responsabilidad—asegura.
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Un pescador corre apresurado impulsando una carretilla, completamente solo por la costanera de la isla. Adentro lleva un generador eléctrico. El pueblo está sin luz a la hora del estreno. Pero la función no se cancela.
El generador logra suministrar la energía necesaria para hacer funcionar el proyector. Ahora nada arruinará el evento, mucho menos el viento que no para de soplar con fuerza. La noche cae y sólo la luna alumbra los botes que se balancean sobre el mar cada vez más picado. La gente llega al bar. Algunos con sus mejores tenidas, como si fuera una gala.
Alex Muñoz toma la palabra y emocionado le agradece al pueblo, y los arenga a cuidar lo que se logró. Unas 200 personas repletan el lugar. Tras la presentación viene la música, la fiesta y el plato típico: un cocimiento de langostas y cangrejo. Se come casi con la mano. Es una lucha contra la langosta que pone a prueba a los foráneos. No es fácil conseguir la técnica.
Febrero será movido. Llegarán los primeros turistas nuevos e ilustres. Para el 22 de este mes, el cantante español Miguel Bosé visitará la isla. Algunos de los músicos del pueblo ya empezaron a ensayar acordes de sus canciones más famosas. El 27 se promulga la ley definitiva que crea el parque. La presidenta Bachelet está invitada, podría ser parte de su despedida.
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