"(Quiero agradecer) en forma muy especial a Andrés Chadwick, a Cecilia Pérez, a Gonzalo Blumel y a Magdalena Díaz, sin cuyo compromiso no habríamos podido hacer la campaña que hicimos".
Domingo 17 de diciembre. Alameda. En los 24 minutos que duró su primer discurso como mandatario electo, Sebastián Piñera no dudó en nombrar a los puntales de su tercera candidatura presidencial que lo llevará por segunda vez a La Moneda.
Una vez terminada la contienda, el comando de campaña armado por Chadwick y el ex presidente se disgregó naturalmente. El abogado Gonzalo Cordero y los ex subsecretarios Rodrigo Ubilla y Cristóbal Lira, por ejemplo, no volvieron a pisar las oficinas de Apoquindo 3000 ni la sede de Enrique Foster. El poder volvió, entonces, al núcleo con el que Piñera salió de La Moneda. Aquellas personas que él mismo escogió a dedo al salir del gobierno, para formar la Fundación Avanza Chile.
No es raro que (Piñera) haya apostado a un puñado de personas que trabajaron con él para formar la fundación (Avanza Chile) que defiende a su gobierno, y desde la cual se tomaron las principales directrices de la campaña.
Chadwick, Pérez, Blumel y Díaz están en el pequeño grupo. Al menos a los tres primeros el propio presidente les pidió ser directivos de su fundación de forma personal, a comienzos de 2014, cuando recién delineaba qué pasos seguiría tras dejar el Palacio de gobierno. A ellos se les suman Juan José Bruna, Isabel Pla, Carolina Valdés, Juan Francisco Galli, Andrea Balladares y Carlos Ríos. Un equipo, afirman ellos mismos, en el que no hay protagonismos, donde se generó un fuerte espíritu de colaboración y discreción.
En su mayor parte ex funcionarios de gobierno, el grupo da cuenta muy bien de qué factores toma en cuenta el futuro presidente a la hora de armar equipos, y que puede entregar pistas de la futura conformación del gabinete.
Primero, la capacidad profesional y el respeto intelectual. Quienes conocen y han trabajado con Piñera afirman que el manejo de información exacta y en profundidad, la especialización, la facultad ejecutiva y una actitud proactiva hacia la solución de problemas son claves para el ex presidente. Con el paso de los años —cuentan en Chile Vamos—, el conocimiento de las redes partidarias y el manejo político han sido relevados como factores de peso en su elección.
Segundo, la confianza. Si en 2009 entró a La Moneda con un grupo de personas con quienes mantenía una relación de años —con Rodrigo Hinzpeter, Ignacio Rivadeneira y María Luisa Brahm compartían historia en común desde sus tiempos como presidente de RN—, en 2018 lo hará con un grupo cuya confianza se labró en su primer gobierno. Personas que probaron su lealtad y capacidades en la primera línea, y que durante los últimos cuatro años no han mostrado una agenda personal y paralela a la del ex presidente. Un punto relevante también es la cercanía familiar. No por nada, comentan en Chile Vamos, fue su hija mayor, Magdalena, pieza fundamental de la primera instalación en La Moneda y es ahora su primo, Andrés Chadwick, su brazo derecho.
Piñera, dice un ex colaborador, acostumbra a trabajar con grupos chicos, dinámicos y flexibles. Por tanto, no es raro que haya apostado a un puñado de personas que trabajaron con él para formar la fundación que defiende a su gobierno y desde la cual se tomaron las principales directrices de la campaña.
De ahí que, entonces, Chadwick y Díaz encabecen ahora el proceso de transición con el actual gobierno, que Blumel tenga la delicada misión de sopesar qué iniciativas serán las primeras en ponerse en marcha en marzo de 2018, y que el ex titular de Interior y la ex ministra Cecilia Pérez tengan un rol crucial en la designación del futuro gabinete.
El ex ministro del Interior —militante UDI, poco dado a los protagonismos y estridencias— llegó en 2011 a La Moneda, donde rápidamente copó el vacío de poder que había dejado Hinzpeter y la vocera, Ena von Baer. Desde allí comenzó a cumplir un doble rol de articulador y peacemaker con la UDI, RN y otras fuerzas políticas, cuestión que se mantuvo en los últimos 4 años, hasta la etapa final de la campaña. Su mano se notó, dicen, en la incorporación de miembros de Ciudadanos al comando piñerista. Ahora, la incógnita está en cuánto se notará en la conformación del gabinete. Un gabinete que —el mismo Chadwick ha dicho pública y privadamente— no puede parecerse al de 2009, requiere capacidades técnicas y políticas, y debe apuntar a la proyección de la centroderecha.
Magdalena Díaz, en tanto, es hija de Pedro Pablo Díaz, gran amigo de Piñera. De fuerte vocación social, fue fundadora de "2000 mediaguas para el 2000", que terminó deviniendo en Techo Chile. Cercana a sacerdotes como Fernando Montes y Felipe Berríos, su vínculo con los jesuitas la hace ser distinta dentro del ethos piñerista. Fue la ex primera dama Cecilia Morel quien la llevó a trabajar en su gabinete en 2012 y, tras terminar el gobierno, quien la recomendó para ser la jefa de gabinete del ex presidente. Asumió como tal en 2015.
De carácter fuerte y con mucha determinación, Díaz —a quien Qué Pasa perfiló en marzo como "La escudera de Piñera"—cumple un rol de exclusiva confianza. Acompañó al ex presidente a gran parte de sus actividades de campaña, entre ellas a los debates, y el domingo 17 de diciembre estuvo con él cuando recibió al derrotado Alejandro Guillier en el Hotel Crowne Plaza. Al día siguiente, fue mandatada para tomar contacto con Ana Lya Uriarte, jefa de gabinete de Bachelet, para hacer la transición. Según personas que han trabajado con Díaz, ella conoce bien los tiempos de Piñera, "sabe cuándo plantearle una idea que él puede no recibir bien" y cumple una labor clave, como es la de cuidar el factor humano de sus relaciones políticas. La comunicación entre ambos no se interrumpe.
Marzo de 2018 los encontrará a ambos en posiciones relevantes dentro del gobierno entrante. ¿Cuáles? No hay certezas. Lo que está claro es que, en verdad —a pesar de las numerosas incorporaciones al comando—, el poder jamás salió de la Fundación Avanza Chile.