"Nos ha costado encontrar un enemigo.
Alguien a quien tenerle miedo", dice un personaje identificado como un bárbaro en la ciudad de Atenas, allá por el siglo V antes de Cristo, en la obra Donde viven los bárbaros. "Uno nunca sabe de dónde va a salir el enemigo", dice un habitante originario de algún lugar de América del siglo XVII en Tú amarás. Luego de estas escenas iniciales, en ambas obras pasamos a situaciones contemporáneas de un Chile del presente y a sus temores colectivos anclados en prejuicios de clase, de género o de raza. El miedo al otro, al distinto.
El dramaturgo Pablo Manzi y la compañía Bonobo son los responsables de este par de obras: la primera de 2015, premiada por el Círculo de Críticos de Arte. Y la segunda estrenada hace unas semanas en el centro GAM. La continuidad de los montajes es evidente no sólo por el tema abordado, sino también por el tratamiento de la palabra como un elemento que aporta juego e intriga, por el osado desplazamiento de lo correcto, por los destellos de humor como telón de fondo y por la creación de atmósferas que pasan, vertiginosamente, de lo absurdo a lo ominoso.
La anécdota de Tú amarás está en el límite entre lo real y su extrapolación fantástica: un equipo de médicos debe exponer en una convención internacional acerca de su trabajo con un grupo de migrantes que parecen venir de otro planeta. La gente les dice "verdes", "perros", "aliens", "salvajes". Pero los médicos están ahí para romper esa imagen. Lo que ellos pretenden es mostrar el rol que puede cumplir la medicina en devolver la dignidad a la comunidad migrante. Pero en el camino irán aflorando sus historias turbias, su xenofobia, su homofobia y su racismo, arraigados hasta la médula.
Lo interesante es cómo las situaciones van apareciendo por capas. Una frase dicha en un momento cobrará otro sentido cuando la escuchemos en un contexto diferente; se expandirá, nos revelará una verdad oculta. "Hacerse el tajo", por ejemplo, será una expresión que sonará varias veces en la obra. "Nunca olvides que hacerle un tajo a otro es también hacerse el tajo a uno. Es también hacerse el tajo a uno", dirá enigmáticamente el habitante originario del inicio a un colono. Y hacia el final asistiremos a la confesión de uno de los médicos, que correrá el velo y mostrará sus verdaderas intenciones: "Yo me estaba obligando a respetar, pero antes de obligarte a respetar, a amar a alguien, primero tienes que preguntarte por qué lo odias tanto, por qué le tienes miedo. Hacerse el tajo".
Tú amarás instala una serie de preguntas incómodas. Y lo hace además con excelentes actuaciones y sobrada gracia visual, mediante un trabajo escenográfico que potencia el contraste entre las luces de neón y la pálida mantelería de un salón de convenciones médicas. Por un lado, el brillo de las buenas intenciones, por el otro, la opacidad de los prejuicios. Aquí nosotros, allá los otros.