Nunca es fácil agarrar un equipo que viene de un período con gran rendimiento y resultados sobresalientes. Jorge Sampaoli cerró su era a cargo de la Roja con números extraordinariamente positivos, por lo que su sucesor deberá cargar con la mochila de los éxitos del pasado reciente.

Juan Antonio Pizzi entendió que el ofrecimiento que le llegó desde Chile era una gran oportunidad profesional y decidió tomar el desafío, asumiendo los costos de lo que serán, de seguro, permanentes comparaciones con los tiempos del casildense en Juan Pinto Durán. Por eso no era sencillo responder afirmativamente a la llamada desde las oficinas de la ANFP. Había que ser valiente, y Pizzi lo fue, aceptando el ofrecimiento y convirtiéndose en el nuevo director técnico del campeón de América.

¿Qué es lo que viene para el nuevo entrenador de la selección? En la cancha, muchas e importantes cosas; en lo inmediato, la doble fecha eliminatoria del mes de marzo ante Argentina, en Santiago, y Venezuela como visitante. Luego, con más tiempo para introducir sus ideas, la Copa América Centenario de julio y el largo camino a Rusia 2018, más la Copa Confederaciones del 2017. No es poco.

Afuera del campo los desafíos tampoco son pequeños: manejar los equilibrios internos de un camarín complicado, imponer ante el plantel una autoridad que le permita mantener la disciplina en forma férrea, pero sin perder la necesaria cercanía con sus jugadores, y en lo institucional, colaborar con su comportamiento como seleccionador nacional con la urgente transformación que debe encabezar la ANFP de Arturo Salah.

En el fútbol, cuando se discute de táctica o de las características de diversos entrenadores, la frase "cada maestro con su librito" aparece reiteradamente a la hora de explicar que con todas las formas de juego se han obtenido buenos resultados y que no existe una manera única para levantar copas y celebrar triunfos. Con sistemas defensivos, ultraofensivos o equilibrando ambas facetas, está lleno de técnicos que han gritado campeón y le han sacado rendimiento a planteles que venían mostrando un esquema, o una forma de juego, distinta en etapas previas.

Ojalá Pizzi sea capaz, agregándole inteligentemente sus ideas, de mantener aquellas credenciales en la Roja, porque no debe haber vuelta atrás.

Pizzi tendrá todo el derecho de hacer modificaciones y acomodar a la selección chilena a su filosofía futbolística. De seguro habrá cambios en las nóminas de jugadores, en la forma de pararse en la cancha y en las características tácticas del equipo.

Sin embargo, hay una característica que debería ser intransable para esta generación de jugadores. Un concepto que se ha transformado en el ADN de un grupo de futbolistas que fue capaz de ganar el único título que muestran las vitrinas del fútbol chileno. Una manera de enfrentar los desafíos en cualquier escenario, ante los rivales más enconados y en disímiles contextos geográficos y competitivos. Esa característica que debe convertirse en intransable para Pizzi a la hora de plantear los partidos es la valentía que ha mostrado este grupo liderado por Claudio Bravo, Gary Medel, Aruro Vidal, Alexis Sánchez y compañía.

El actual monarca continental ha hecho de la dinámica, la presión en campo rival y la personalidad para salir al ataque tres conceptos que se han arraigado al máximo en esta selección chilena.

Desde la generación sub 20 de José Sulantay en Canadá 2007, pasando por el salto en actitud y competitividad de la era Bielsa y hasta la consolidación de la propuesta bajo la batuta de Sampaoli, Chile ha maravillado al mundo sin complejos, sin miedos y sin ataduras.

Ojalá Pizzi sea capaz, agregándole inteligentemente sus ideas, de mantener aquellas credenciales en la Roja, porque no debe haber vuelta atrás. Pasaron muchos años para poder ganar algo y la única vez que ocurrió, en la última Copa América, fue con el arco rival en la mira y la mezcla de posesión y verticalidad como cartas de presentación permanentes.

El otro desafío fundamental tendrá que ver con la capacidad de manejar la interna de un camarín en el que la lucha de egos, las contiendas por los liderazgos, los problemas disciplinarios y los intereses económicos (premios) han hecho demasiado ruido en los último años.

"Macanudo" (apodo con el que se le bautizó en su época de jugador en el Barcelona de España) parece tener el cuero suficientemente duro para lidiar con el vestuario de Pinto Durán. Sus años como jugador en Argentina y España, su sólida trayectoria como técnico consiguiendo títulos con Universidad Católica y San Lorenzo, y haciendo buenas campañas con el Valencia y el León de México, permiten esperanzarse con la posibilidad de que el nuevo DT sepa manejarse en aguas turbulentas.

Lindo desafío el que le espera.