A Patti Smith le gusta visitar tumbas de escritores. En M Train, su nuevo libro recién publicado en Estados Unidos, se pasa varias páginas caminando por cementerios, dejando flores y hasta cantando frente a las tumbas de Jean Genet, Sylvia Plath, Rimbaud y Yukio Mishima. "No es que esté obsesionada con la vida de los escritores", advirtió frente al auditorio de la George Washington University casi repleto, "sino que la obra me lleva al autor".

Así, hay que advertirlo de entrada: M Train probablemente no dejará contentos a los que disfrutaron y se engrupieron con Éramos unos niños, su premiado y celebrado anterior libro de memorias. En parte porque en M Train Smith se muestra más hermética y menos nostálgica. Es un libro sobre el presente. Sobre cómo Patti Smith, de 69 años, se acerca a la muerte y se enfrenta al tedio del día a día ("No es tan fácil escribir sobre nada"). Algo que de alguna forma se percibe cuando uno la ve sobre un escenario: pelo largo y casi completamente blanco, jeans con manchas de aceite, botas negras gastadas y cierto aire desgarbado. Porque hace unas semanas Smith viajó desde Nueva York hasta Washington DC y ahondó en su predilección por estar sola, sus lecturas, su amor por series como The Killing o Wallander y hasta cantó a cappella ("Because the Night"). Y pese a que era el centro de la noche, uno ya sabe —por sus libros— que a Smith le gusta hablar de ella a través de otros (Bolaño, Haruki Murakami, Paul Bowles y varios más aparecen en estas nuevas páginas).

A diferencia de Éramos unos niños, M Train no es un cuento de hadas neoyorquino, la historia de cómo una chica católica de Nueva Jersey llamada Patricia Lee Smith se convirtió en la Patti Smith que al principio de "Horses" grita "Jesús murió por los pecados de alguien más, no los míos". Al contrario. La Smith que conocemos en este libro se muestra ambivalente respecto a Nueva York. Ahí está la escena en que está sola para un Año Nuevo y, en vez de salir con familia o amigos, decide sentarse en la escalera de la entrada de su edificio para escuchar el ruido de la ciudad. Hasta que unos chicos hipsters aparecen borrachos y uno de ellos, sin reconocerla, le pregunta qué hora es y Smith los despacha rápidamente: "Parece que ya es hora de vomitar". Gran parte de M Train son reflexiones sobre viajes, libros y algunos pocos episodios de los setenta, ochenta y noventa. Los mejores momentos suceden cuando Patti Smith escribe de los policiales ("Los poetas de ayer son los detectives de hoy"); los espacios donde se siente más cómoda ("Mi hogar es mi escritorio. Mi hogar son mis gatos, mis libros y el trabajo que debería hacer, pero que siempre evito"); o cuando lanza ataques y reflexiones sobre la era digital ("Estos son tiempos modernos, pero no estamos atrapados en ellos").

La Patti Smith actual parece más un escritor ruso antes que un hada madrina punk. Durante la presentación de su libro, de hecho, cuenta que todos los días se sienta en el mismo café y desayuna dos tostadas con aceite de oliva. También dice que si alguien se le acerca, lo más probable es que le gruña. Asimismo, asegura que le incomoda ser clasificada como un modelo para causas; y por eso en un momento de su presentación, pese a las miradas feas de varias feministas, confiesa que su más preciado objeto es el anillo que su esposo Fred "Sonic" Smith le regaló. Y luego, ante la petición de un transexual para que en la próxima adaptación televisiva de Éramos unos niños uno de los personajes sea interpretado por un transexual verdadero (y no un actor), Smith ríe y le responde que no puede asegurarle eso.

"Tal vez no hay pasado o futuro; sólo un presente perpetuo que contiene esta trinidad de la memoria", se lee hacia el final de M Train. Y el nuevo libro de Patti Smith, de hecho, parece escrito desde esa zona. Acá no hay mucha nostalgia, punk, ni la idealización de tiempos difíciles pero formativos. Sólo las postales escritas de una mujer al borde los setenta que vive sola, con gatos y un montón de libros que le sirven para escapar del presente continuo.