Dos imágenes, del viernes y el sábado, son el reflejo del clima en la campaña presidencial estadounidense. Una: seguidores y detractores de Donald Trump enfrentándose a gritos y hasta puños en un evento en Chicago en que el magnate iba a hablar, pero que fue cancelado para evitar una protesta contra él en pleno acto. Dos: el mismo Trump menos de veinticuatro horas después siendo rodeado por agentes del Servicio Secreto estadounidense durante otro acto en Ohio, reaccionando ante un espectador que sobrepasó las barreras de seguridad y quería agredir al candidato.

No es una sorpresa que a mediados de marzo, en pleno clímax del proceso de primarias en EE.UU., las pasiones electorales se desaten, pero la violencia de los últimos días en los eventos de Trump ha traído recuerdos complejos. Los analistas políticos con más trayectoria recuerdan a la campaña de 1968, que incluyó el asesinato de un aspirante demócrata —Robert Kennedy—, una convención que no eligió al favorito y protestas en las calles de Chicago que mezclaban rechazo a los políticos y a la guerra de Vietnam.

Y los enfrentamientos generan inquietud porque Trump, contra todo pronóstico, lidera con cierta comodidad la carrera entre los republicanos. Si no se ha distanciado más es por las reglas que, hasta ahora, entregaban en su partido delegados proporcionales. Pero desde esta noche, varios de los estados con mayor cantidad de delegados se disputarán en la modalidad de "el ganador se lo lleva todo", donde basta ser el candidato que obtenga más votos para tener toda la representación.

El premio mayor, en este caso, es Florida, donde Trump compite con el local Marco Rubio. El joven senador se juega la vida: si pierde, su retiro de la carrera se da como un hecho. Y el segundo premio es Ohio, donde el gobernador John Kasich tiene un leve favoritismo para imponerse al magnate. En el lado demócrata, aun cuando todos los estados reparten de manera proporcional sus delegados, Florida y Ohio también son piezas clave para Hillary Clinton y Bernie Sanders.

Además, está el factor sicológico. Los republicanos sólo tendrán tres estados más con primarias hasta el 19 de abril –es decir, más de un mes–, y en los demócratas la intensidad de las contiendas también bajará. Por eso, quien salga como vencedor esta noche tendrá el favoritismo probablemente para lo que resta de competencia. Acá, algunas claves en cada lado para mirar durante la jornada.

1. ¿TRUMP ES EL HOMBRE?

No hay dos lecturas: si Donald Trump logra imponerse esta noche en Florida y Ohio quedará ungido como el gran favorito y casi inevitable candidato republicano. La mezcla de efecto motivacional y golpe estratégico por llevarse todos los delegados sería tan poderosa que sus rivales han intentado de todo esperando contenerlo antes de que sea demasiado tarde. Eso incluye, por ejemplo, a Marco Rubio —aún candidato— pidiendo abiertamente que sus partidarios en Ohio voten por John Kasich. O a Mitt Romney, el ex postulante republicano a la Casa Blanca, haciendo campaña por diferentes candidatos dependiendo del estado.

A los líderes republicanos, que no ven a Trump con mucha simpatía, les ha caído otro motivo para preocuparse: las últimas encuestas muestran al millonario perdiendo por un margen de entre 8 a 15 puntos contra Hillary Clinton o Bernie Sanders. Paradójicamente, esa baja en los sondeos es la esperanza a la que se aferran para que el escenario cambie desde hoy en adelante.

2. TRES CANDIDATOS, UN CAMINO

Ha sido repetido hasta el cansancio en los medios estadounidenses que Trump es el favorito con menos apoyo en los últimos años, y que se ha beneficiado de un campo de aspirantes dividido. Este "mini Súper Martes" debiera ser el corte final, pero no hay ninguna certeza de qué pasará entre los republicanos.

Si los pronósticos de las encuestas se cumplen, la escena del día después debiera ser Marco Rubio, derrotado en Florida, declinando su postulación y al menos sugiriendo un apoyo hacia alguno de los otros dos candidatos, John Kasich o Ted Cruz. Eso siempre y cuando el gobernador gane Ohio: si no, el puzle puede terminar con ambos fuera.

Cruz, por su parte, ha apostado por una estrategia riesgosa. Hizo campaña activa en Florida para obtener una votación que, como consecuencia, haga perder a Rubio y lo saque de la contienda. El problema es que eso significa entregarle todos los delegados del estado a Trump. Además, pese a que es el aspirante más fuerte después del millonario, aún no consigue movilizar al partido detrás de él. Como su único camino es ser la alternativa excluyente para enfrentar al magnate, Cruz puede terminar siendo el "perro del hortelano" de la elección, aquél que no come ni deja comer.

Y entre Rubio y Kasich, el hecho es que ambos deberán optar incluso si ganan. ¿Es mejor retirarse apostando a una convención disputada y a bloquear a Trump, o seguir en contienda y arriesgarse a dividir votos con Cruz que pueden terminar con el magnate ganando estados clave? La respuesta no es clara, aunque se ha sugerido que se podría desarrollar una estrategia en que cada aspirante, en los estados en que el ganador se lleva todos los delegados, sólo compita donde le puede ganar a Trump. Pero la idea, hoy, suena todavía a un desafío muy difícil de coordinar.

3. SANDERS, ¿EL HILLARY DE 2016?

Bernie Sanders piensa bastante distinto que Hillary Clinton, pero su historia electoral va en un camino parecido al que vivió —y sufrió— la ex primera dama cuando fue derrotada por Barack Obama en 2008. La historia es así: Hillary ganó varios estados importantes e incluso obtuvo más votos directos en las primarias que el actual mandatario, pero éste logró más delegados, pues compitió fijándose en las reglas del Partido Demócrata para cada estado.

En 2016, Sanders no ha logrado ganar ningún estado importante por un margen amplio de votos y, al mismo tiempo, Hillary arrasó en toda la zona del Sur estadounidense, amasando una considerable ventaja en delegados. Es la misma historia que podría pasar esta noche: Bernie descartó enfocarse en Florida, un bastión de los Clinton, para pelear en estados como Illinois y Ohio, con un perfil de votantes más cercanos a sus ideales. Pero si bien puede terminar ganando ambos y dando otra sorpresa, lo más probable es que la ventaja de Hillary en Florida y Carolina del Norte —otro estado que vota esta noche— sea tan amplia que sobrepase cualquier margen que el senador obtenga.

Por eso, los medios estadounidenses recuerdan frecuentemente dos cosas: que por el sistema de delegados proporcionales por estado la nominación demócrata posiblemente no se sellará hasta el 7 de junio —cuando votan California y Nueva Jersey— o incluso hasta la convención, pero que cada día que pasa Sanders tiene menos posibilidades de remontar la ventaja que Hillary mantiene y acrecienta en cada jornada.

4. ENSAYO EN EL MEDIO OESTE

El último factor a mirar en esta jornada tiene más que ver con las elecciones de noviembre que con las primarias. Esta noche votarán Illinois, Missouri y Ohio, tres estados del Medio Oeste estadounidense, la zona en donde se concentrará la batalla electoral si es que Donald Trump es el nominado republicano.

La zona, ubicada en el cordón industrial del país, es receptiva al discurso del magnate y de Bernie Sanders en cuanto a proteger la producción estadounidense y el trabajo en el país. De hecho, ambos ganaron la semana pasada en Michigan, otro estado ubicado en el mismo sector.

La votación que Trump y Sanders obtengan esta noche en estos lugares puede tener no sólo un impacto directo, sino que también puede obligar a modificar las estrategias de los otros candidatos. Por ejemplo, Hillary Clinton se ha centrado más en temas económicos y de empleo tras su derrota en Michigan, y su equipo tiene claro que deberá pelear voto a voto cada uno de esos estados si es que el millonario es nominado.