Hace un par de meses, el músico irlandés Glen Hansard dijo en Washington DC unas palabras que quienes siguen desde la distancia las primarias presidenciales estadounidenses deberían tener presentes.
"Estoy terminando una gira por todo el país," dijo el cantante pelirrojo con optimismo melancólico sobre el emblemático escenario del Constitution Hall, ubicado a pasos de la Casa Blanca y el Obelisco, "y qué país que tienen ustedes: parece que fueran 50 países distintos".
"La verdad es que no sé cómo es que logran tener un solo presidente", remató como quien dice un chiste subido de tono en una cena formal. (Poco antes se había disculpado por maldecir como buen irlandés sobre un escenario tan solemne).
El público rió con él, puesto que los habitantes de Washington DC están más conscientes de las paradojas del sistema político que nadie más. La capital federal tiene como emblema un combativo "taxation without representation" (pagamos impuestos, pero no tenemos representantes en el Congreso), y es la pieza que completa el curioso rompecabezas que es Estados Unidos. Un rompecabezas en el que las piezas encajan entre sí, pero el dibujo no tiene mucho sentido porque cada una de ellas obedece a su propia lógica.
La victoria de Trump había sido predicha por todas las encuestas (que se habían equivocado en Iowa), pero el que los residentes de New Hampshire hayan puesto en el mapa a Kasich no estaba en los planes de nadie.
New Hampshire, el pequeño estado de la costa noreste donde se celebraron primarias demócratas y republicanas la noche del martes, es geográfica y políticamente una de las piezas esquineras de ese puzzle imposible. Una de las que resulta fácil encajar al principio pero que tienen muy poco que ver con cómo se arma y se terminará viendo el centro del rompecabezas.
En el lado republicano de la carrera, el magnate Donald Trump consiguió su primera victoria, llevándose más del 35% de los votos, un porcentaje casi similar a la suma de los votos conseguidos por sus tres rivales más cercanos: el gobernador de Ohio John Kasich (a quien nadie había tomado en serio hasta ahora), el senador por Texas Ted Cruz y el ex gobernador de Florida Jeb Bush. En un decepcionante cuarto lugar llegó Marco Rubio, el senador por Florida que se había alzado como la esperanza del establishment republicano para derrotar a Trump en los comicios de Iowa para luego despilfarrar su momento de gloria con una desastrosa presentación en un debate realizado el fin de semana. (El hecho de que no pudiera evitar repetir robóticamente la misma frase dio pie a los memes de Internet más graciosos en lo que va del año político).
La victoria de Trump había sido predicha por todas las encuestas (que se habían equivocado en Iowa), pero el que los residentes de New Hampshire hayan puesto en el mapa a Kasich (en la foto) no estaba en los planes de nadie. En cierta medida, el casi 16% de quienes le dieron el voto parecían estar mandando un mensaje fuerte y claro: a nosotros no nos representan los extremos derechistas de Trump ni de Cruz. Ese bolsón de votantes contiene una señal de cómo se va a armar el puzzle definitivo de este país en la elección general del 8 de noviembre: muchos de los republicanos cercanos al centro pueden terminar votando incluso un demócrata si la única opción que les dan es alguien como Trump o Cruz.
En la pelea demócrata, el senador por Vermont Bernie Sanders consiguió más de 20 puntos porcentuales sobre Hillary Clinton. Y si bien las encuestas también habían predicho la victoria de Sanders, no deja de ser un resultado doloroso para Clinton, quien había ganado ese estado ante Barack Obama en 2008. (New Hampshire es, también, el estado que salvó la carrera presidencial de Bill Clinton en 1992, dándole el título de "comeback kid", el jovencito que gana cuando todos lo daban por perdido).
La victoria del candidato socialista se explica, en parte, porque New Hampshire colinda con y es demográficamente muy similar a Vermont, el estado que el político representa en el Senado, pero su triunfo fue quizás más amplio de lo esperado puesto que venció a Clinton en casi todos los segmentos.
Sumados todos los votos, New Hampshire no hizo otra cosa que recordarnos la frase de Hansard. Para Sanders se vienen estados mucho más difíciles de ganar, donde el electorado no es 90% blanco como en New Hampshire (Clinton lo aventaja en votantes negros y latinos), y para Trump el camino comenzará a hacerse cuesta arriba a medida que los muchos candidatos que no han conseguido tracción comiencen a abandonar la carrera, consolidando otros liderazgos. Es decir, el puzzle electoral parece estar más revuelto que nunca.