Su crudo análisis del actual gobierno no parece venir de un ex ministro de la Concertación, de un histórico militante del PPD, ni menos de un intelectual de izquierda, como él se califica. Justamente esa es la gracia —señala José Joaquín Brunner— de su nuevo libro, Nueva Mayoría. Fin de una ilusión (Ediciones B), en el que describe la dificultades del gobierno de Bachelet para cumplir su programa, el actual debilitamiento de las élites en Chile, los efectos de los últimos escándalos en la legitimidad de las instituciones y la evolución de la opinión pública encuestada semanalmente en nuestro país.
"Quienes trabajamos en el campo de la academia y de la investigación educacional no estamos llamados a estar de acuerdo con el gobierno ni con los ministros de los sectores que nos interesan. Lo estamos cuando hay políticas consistentes, con objetivos y metas claras, y con medios racionalmente desplegados para alcanzar el fin. Si ese no es el caso, me parece que la mejor contribución que puede hacer alguien que apoyó la elección de la presidenta Bachelet y que se declara parte de la tradición cultural y política de la Concertación que devino en Nueva Mayoría es dar a conocer sus opiniones y participar en la deliberación pública", señala Brunner, desde su departamento en un piso 13, en Providencia, cuyas paredes son estantes llenos de libros. "Adentro hay muchos más", comenta, indicando su escritorio y otras piezas.
—En la introducción de su libro, usted se define como un "realista desilusionado".
—Efectivamente, me declaro desilusionado, no sólo a través del análisis, sino que de mi visión sobre lo que ha sido el desarrollo del país y del gobierno durante los dos últimos años. Ha habido una serie de intentos de cambios muy desordenados, inorgánicos, sin una agenda clara del gobierno y sin conducción, que llevan a una desilusión de la capacidad que la Nueva Mayoría ha mostrado para conducir al país en un momento complejo como es el actual. Y realista, porque me parece que el haber creado tanta expectativa, como lo hizo la Nueva Mayoría a través del programa y luego el discurso gubernamental, termina chocando con la realidad.
"No me afiliaría nuevamente al PPD, encuentro que es un partido que ha entrado en una crisis muy profunda de orientación. Es un partido caudillista con poca claridad de cuál es su visión del país".
—¿Cuál es su realidad actual?
—La que estamos viendo todos los días cuando el ministro de Hacienda dice que este es un crecimiento decepcionante, cuando el ministro de la Presidencia dijo hace un tiempo que ni Superman podría haber hecho todas las cosas prometidas simultáneamente… Todo eso lo lleva a uno a concluir que el gobierno está hoy entrando a una fase de mayor de realismo. Lo que pasa es que uno espera que un gobierno, desde el momento que asume, tenga una cuota de realismo que le permita gobernar bien.
—¿Da por muerta a la Nueva Mayoría como bloque político?
—La doy por desmitificada y desencantada. La Nueva Mayoría seguirá existiendo porque es una organización de partidos, pero sin la ilusión con que alimentó al país durante la campaña presidencial de Bachelet.
—En el libro, usted cita una frase de Sigmund Freud para graficar que la Nueva Mayoría fue una ilusión: "Así, pues, calificamos de ilusión una creencia cuando aparece engendrada por el impulso a la satisfacción de un deseo, prescindiendo de su relación con la realidad, del mismo modo que la ilusión prescinde de toda garantía real". Es fuerte la frase.
—Bueno, la Nueva Mayoría fue el gran deseo de remover las desigualdades, de generar una sociedad distinta, con un ordenamiento mucho más solidario. Íbamos a terminar con las asimetrías, con los abusos, todo lo cual es una ilusión, en el sentido que refleja un deseo, pero no tiene un contraste con la realidad, como dice Freud. La realidad de estas transformaciones hechas en democracia en un mundo de capitalismo es un largo, gradual y difícil proceso. Y acá se vendió la idea de que esto se podía hacer en un periodo de cuatro años. Y ahora se dice no, en realidad, nada se ha hecho, sólo se ha puesto la obra gruesa, y la gente se da vuelta y dice: "¿Pero de qué obra gruesa me están hablando?". No la ve, porque no hay.
—¿Se refiere a la frase del ministro Eyzaguirre en Icare, cuando dijo: "La obra gruesa del gobierno está terminada y ahora es tiempo de consolidar"?
—La verdad es que no entiendo esa metáfora, porque yo no veo ninguna obra gruesa de algo realmente nuevo en ningún campo. Me temo que pudiera seguir un poco en la onda mental de la cadena de metáforas que La Moneda ha ido creando en estos años y que tienen que ver con la idea refundacional y de la retroexcavadora. Me imagino que querrá decir que, echado abajo —lo que es una tontera porque aquí no hay nada que se ha echado abajo—, viene ahora el "relevantar" un edificio. Pero yo no veo nada nuevo.
—Pero el ministro de Hacienda el domingo en televisión mencionaba una serie de reformas que ha impulsado este gobierno: tributaria, educacional, laboral…
—En todos los gobiernos se hacen cosas, pero lo más importante que ha dicho el ministro de Hacienda en estos días es, finalmente, "el crecimiento del país es decepcionante". Y el crecimiento es la base de cualquier dinamismo transformador de la sociedad y eso no ha ocurrido. Evidentemente se han hecho reformas y se han implementado políticas, lo que importa es si estas van a mejorar las capacidades del país y las oportunidades de la gente. Yo me temo que buena parte de estas reformas no darán resultados.
"EN educación no ha HABIDO NINGÚN DESMONTAJE"
"El mejoramiento de las oportunidades en educación de los niños provenientes del 50% de menores recursos del país no ha cambiado nada, que era lo que se esperaba que este gobierno iba a impulsar"
—En educación, usted escribe que, después de 24 meses, el gobierno no ha podido establecer una carta de navegación.
—En el tema educación, que es el que más conozco y el que más le importa al país, no se puede decir que ha habido ningún desmontaje del sistema en todos sus niveles ni tampoco que se hayan echado las bases de una obra gruesa nueva. Lo que hay son unos proyectos de reformas que lo más probable es que tendrán un efecto casi cero en la calidad y equidad de la educación, que son los grandes desafíos. El mejoramiento de oportunidades de educación de los niños provenientes del 50% de menores recursos del país no ha cambiado nada, que era lo que se esperaba que este gobierno iba a impulsar.
—En educación superior, el gobierno cumplió con la promesa de iniciar la gratuidad este año.
—La realidad es que quienes tenían beca ya estudiaban gratis, quienes tenían créditos contingentes al ingreso tenían un subsidio grande desde que se mejoró el crédito, hace un par de años, y ahora estamos viendo cuál es el número de estudiantes que recibirán gratuidad. Ni el propio gobierno se atrevería a llamar el tema de la gratuidad como un logro, ya que hasta ahora ha generado un desorden completo, ha desestabilizado la economía política de las organizaciones y de las instituciones. El gobierno, en este lento y gradual despertar hacia el realismo, está empezando a reconocer que no se puede lograr la meta que se había puesto del 70% y, en el mejor de los casos, tal vez llegáramos a cubrir a los jóvenes del 50% de hogares de menores de recursos.
—¿Ve posible una gratuidad universitaria del 100% en los próximos años?
—Pensar que Chile, en esta fase de su desarrollo, en los próximos 50 años, podría hacer el esfuerzo de sustituir toda la inversión privada que hoy existe en educación por inversión pública, es simplemente inviable, a menos que uno restara todo incremento de recursos en la educación temprana, primaria y secundaria que, efectivamente, son la únicas etapas en que el país puede empezar a hacer una diferencia en términos de las desigualdades. Las universidades aún no pueden consolidar sus presupuestos para este año, porque carecen de la información y los estudiantes están experimentando todas las incomodidades del caso. Hay muchos a quienes se les creó la expectativa de que tendrían gratuidad y hoy se les va a decir: "Lo siento, usted no cabe en la gratuidad, porque hubo un error administrativo y no manejamos bien los números".
"la salida no está en las próximas elecciones"
—Otro eje de su libro es que Chile experimenta "una crisis de conducción".
—Me refiero a lo que la ciencia política llama crisis de la gobernanza, que es la capacidad que la sociedad en su conjunto tiene para dirigir sus transformaciones, dentro de lo cual un papel importantísimo lo juega el gobierno. Está claro que este gobierno no tiene una visión clara de hacia dónde quiere conducir al país, no tiene una agenda con prioridades consensuadas por todos los partidos, además de un discurso hacia la sociedad civil muy pobre. Desde ese punto de vista, la gobernanza falla en una de sus piezas centrales. Fallan también los liderazgos de los partidos que se espera apoyen al gobierno, quienes han tenido una relación bastante tensa con muchos conflictos mal resueltos. Las elites, principalmente la política y económica, también han estado muy afectadas por un ciclo de escándalos que le ha restado fuerza, legitimidad y capacidad de conducción.
—Ante este escenario que describe, ¿que salida ve?
—Lo que debiera darse por superado es que no hay líderes, como individuos, capaces de influir en este proceso histórico. Lo más normal es que sea la institucionalidad, la gobernanza en su conjunto, la que asegure una conducción, y por cierto, eso no lo veo en estos momentos. Tampoco creo que la salida esté en las próximas elecciones municipales, parlamentarias y presidenciales. Lo más probable es que tengamos varios años de esta confusión.
—Y, a su juicio, ¿un gobierno de centroderecha podría arreglar las cosas?
—Creo que prefectamente podría haber un próximo gobierno de centroderecha en estas condiciones, pero tengo la impresión que, por la trayectoria de sus partidos en estos años, y por lo que mostró el bloque en el el gobierno de Piñera, la centroderecha tampoco está en condiciones de ofrecer hoy una alternativa seria de gobernanza. Es un conglomerado en crisis, con falta de ideas, con tremendas debilidades en cuanto a comprender cuál es el tipo de sociedad que se fue construyendo en Chile en los gobiernos de la Concertación.
—¿Si no es Chile Vamos ni la Nueva Mayoría, quién?
—No creo que ni la Nueva Mayoría ni la centroderecha le puedan dar hoy al país una estabilidad que le permita a Chile seguir transformándose en forma dinámica. Por eso digo que es probable que sigamos otro tiempo en esta situación, donde la falta de claridad se reproduce.
—¿Y un regreso de la vieja Concertación?
—No. Esos son fenómenos que pasan. Sí espero que los ideales, las fuerzas y las capacidades que se desarrollaron entonces vuelvan a articularse de una mejor manera de lo que lo logró la Nueva Mayoría. Ojalá estas fuerzas progresistas logren un nuevo acuerdo de cómo quieren gobernar el país.
—El fin de semana pasado el Partido Comunista ratificó su pertenencia a la Nueva Mayoría.
—Al Partido Comunista lo veo atrapado en la confusión de no haber podido asimilar que unos planteamientos que fueron históricamente valiosos desde el punto de vista del PC desaparecieron del mundo. Ahí no fue el fin de una ilusión, fue el fin del comunismo, tal como se conoció bajo el imperio de la URSS. Eso desapareció y el PC chileno no ha hecho una cuenta como se le pediría a cualquier partido con esa tradición.
"no me afiliaría nuevamente al PPD"
—Ante sus diferencias, ¿no sería más honesto renunciar al PPD, como lo han hecho otros militantes históricos?
—No he pensado en renunciar, entre otras cosas porque ahora todos los militantes deberemos volver a tomar una decisión al momento de producirse la desafiliación de los partidos de acuerdo a la ley. Yo no me afiliaría nuevamente al PPD, porque encuentro que es un partido que ha entrado en una crisis muy profunda de orientación. El PPD es un partido que nació con un proyecto muy interesante de articulación desde liberales hasta ex comunistas, católicos y no católicos, pero en el camino ha ido perdiendo toda esa riqueza de pluralidad y diversidad y se ha transformado en una competencia de caudillos para manejar los recursos de poder.
—Usted fue uno de los miembros creadores del movimiento político Fuerza Pública, liderado por Andrés Velasco. ¿Le ve hoy futuro?
—Por cierto, le veo mucho futuro en Chile a las ideas y al espacio que él ha tratado de encauzar y representar, porque combina la aspiración a una especie de estado de bienestar, pero basado en el crecimiento económico y, por otro lado, visiones liberales que ya empiezan a tener una base social sobre la cual desarrollarse.
—¿No le aprobleman tantas contradicciones en su pensamiento?
—Por cierto, me siento tensionado por los que yo he llamaba las contradicciones culturales del capitalismo contemporáneo que nos arrastra a todos a una especie de remolino donde permanentemente las ideas tienen que ser revisadas. A mí no me parece que uno pudiera vivir sin contradicciones.