El primer disco de Los Tres sin Ángel Parra, Por acanga, ha conseguido dar con el equilibrio precisamente más complejo que tenía por delante la banda tras anunciarse aquel quiebre, hace ya casi dos años. Hay otro estilo en las cuerdas de esta grabación, de una crudeza y síntesis que probablemente no hubiesen sido las privilegiadas por el guitarrista y su formación vinculada al jazz (de un oficio sin duda fundamental para la identidad de la discografía que hizo famoso al grupo en los años noventa). La furia de "A palos con l'águila" —temible contra quien sea ("eres la pesadilla de la familia / la mezcla perfecta entre paja y ambición")— bebe de Jack White, en un rockeo aún más desatado que en los tiempos de Fome. Sin embargo, es también un sonido típicamente Los Tres, que no habría cómo confundir con el de otra banda chilena.

Es decepcionante que tras cinco años de su última grabación podamos conocer sólo seis nuevas canciones del grupo (tres de ellas ya difundidas previamente), pero la posibilidad de sacudir y a la vez afirmar su historia es un mérito innegable del conjunto, que hoy mantiene a Álvaro Henríquez y "Titae" Lindl unidos a los más jóvenes Sebastián Cabib (guitarra) y Boris Ramírez (batería). De las novedades, dos son construcciones irrebatibles: con un rasgueo cansino y una sutil electrónica, "Cuento sin final" aporta al largo cancionero de elegante desamor levantado a lo largo de los años por Henríquez. "Seguir hasta que salga el sol", en tanto, es el urdido fino pero también misterioso de timbres y armonías que cautivan sin que al auditor se le haga evidente dónde está el truco de la seducción. Si en muchos estándares las decisiones recientes de Los Tres descolocan, en el que más importa, el de las canciones, su autoridad sigue siendo legítima.

"Por acanga", de Los Tres.