Desde el domingo 15 de noviembre, los ataques aéreos de Francia en Raqa, la capital de facto del Estado Islámico en Siria, no han disminuido. Más de una semana después de que el grupo yihadista se atribuyera el atentado que dejó 130 muertos y centenares de heridos en París, el gobierno francés no sólo ha recibido la solidaridad de la comunidad internacional sino que también el apoyo militar de las principales potencias del mundo, mientras aumenta el tono belicista del conflicto.
Al respaldo unánime de la Unión Europea se suma el de la coalición militar que encabeza Estados Unidos, en la cuál 60 países como Australia y Canadá son miembros con distintos grados de participación. De la misma manera, el presidente de Rusia Vladimir Putin también ordenó a sus tropas en Siria colaborar con el esfuerzo galo. A fines de octubre, los rusos también fueron víctimas de un atentado del Estado Islámico, cuando más de 200 personas murieron luego de que se explotara una bomba dentro de un avión en Egipto.
Pierre Razoux conoce de cerca cómo se están tomando las decisiones en el gobierno Francés. Un reconocido historiador, experto en los conflictos contemporáneos de Medio Oriente y autor de siete libros relacionados con el tema, hoy se desempeña como director del polo "Seguridad Regional Comparada" del Instituto de Investigación Estratégica de la Escuela Militar francesa (IRSEM, por sus siglas en francés). También ha trabajado para el Ministerio de Defensa Británico y para el Defense College de la OTAN, el lugar donde se educan los oficiales de la alianza militar de los países de occidente.
A su juicio, la respuesta que ha tenido Francia tras los atentados es la que corresponde en caso de ataques terroristas. Más allá de los resquemores que pueda generar una intervención militar en Siria, si ésta se lleva a cabo de manera exitosa puede constituir una oportunidad para el desarrollo regional de los países de Medio Oriente.
—¿Cómo se actúa ante un ataque como el del viernes 13?
—Con el cerebro, para evitar caer en la trampa de los yihadistas, lo que no excluye una respuesta dura para mostrarles que no somos un país débil. La reacción tiene que ser firme, determinada e inteligente. Las personas deben mantenerse unidas y sin miedo.
—Hasta el momento se sabe que dos de los terroristas tenían pasaporte francés. ¿Por qué el mensaje islámico radicalizado ha perpetrado de manera tan profunda en Europa? ¿Qué responsabilidad le cabe a Francia?
—Durante décadas, los medios y los intelectuales se han opuesto a un serio control del Islam. Además, muchos musulmanes están frustrados con las políticas de occidente hacia Medio Oriente. Ahora hay un despertar general. El principal desafío va a ser evitar la amalgama entre un par de yihadistas y el resto de la población musulmana.
—¿Cree que el Estado Islámico se va a seguir expandiendo?
—La contención del Estado Islámico está siendo efectiva, no debería continuar expandiéndose a menos que Arabia Saudita o Jordania colapsen. Por eso, la principal tarea seguirá siendo reducir y eliminar el EI. Esto puede lograrse sólo con operaciones de los países vecinos, está fuera de cuestión que Francia o algún país occidental lo vaya a hacer en su lugar.
—¿Por qué? ¿Es una lección de la guerra entre Estados Unidos e Irak?
—¡Porque es lo que el Estado Islámico quiere! Si mandamos tropas a terreno, el EI va a ser capaz de levantar la bandera de la Yihad en contra de de occidente y atraer aún más yjihadistas con la excusa de repeler a los "cruzados modernos". Llegarían en masa de todos los países sunitas, no sólo de Medio Oriente, sino que de India, Pakistán, el resto de Asia, África y Europa.
—Entonces, desde su perspectiva debería ser abordado como un tema regional, que se preocupen los vecinos. ¿Ve posibilidades de que esto suceda?
—Arabia Saudita, Turquía, Jordania, Iraq, Siria e Irán acordaron una estrategia conjunta y participación efectiva –no sólo palabras– en contra del Estado Islámico. La fase uno va a consistir en cerrar herméticamente los bordes del territorio que ocupa el EI para asfixiar su economía. En la fase dos ocurrirán las operaciones terrestres masivas. Y la fase tres va a requerir una negociación política entre los principales actores regionales para tratar los problemas históricos que los aquejan: el asunto palestino–israelí; la autonomía kurda; la disputa entre sunitas y chiitas; el rol y el lugar del Islam político en los estados árabes.
—El tema de la intervención en Siria se viene discutiendo desde que comenzó la guerra civil contra Bashar Al-Asad en 2013, pero jamás se había visto una coordinación de los distintos actores involucrados como está ocurriendo ahora. Son muchos los países que están disponibles para realizar una estrategia conjunta. ¿Esto podría desembocar en una nueva guerra?
—Esta no es una nueva guerra, sino una aproximación distinta a la misma guerra. Antes, la coalición (que dirige Estados Unidos), los rusos y los iraníes estábamos luchando de manera independiente. El hecho de que Francia y Estados Unidos hayan logrado coordinarse con Rusia e Irán es un elemento clave muy positivo. Nuestro motor ya no es la ideología, sino el pragmatismo. Estas son buenas noticias. Ahora, necesitamos que Turquía y Arabia Saudita también se sumen a la lucha de manera efectiva. Ese va a ser el principal desafío.
—¿Pero una respuesta como la que está teniendo Francia no colabora con la frustración de muchos musulmanes por las políticas de occidente respecto de Medio Oriente que mencionó antes?
—Sí, de todas maneras. Es por eso que la actuación militar tiene que venir acompañada de una discusión política acerca de los principales temas que aquejan la región.
—O sea que si estas fases resultaran exitosas, usted ve una oportunidad de desarrollo para Medio Oriente.
—Ciertamente podría ayudar.
—¿Y Francia seguirá teniendo un rol activo en esa discusión?
—En este momento, la responsabilidad de Francia es continuar atacando al Estado Islámico como lo ha hecho esta semana y convencer a los países vecinos de involucrarse.