Punto de partida
El mapa del poder de Chile se construye y fluye en gran medida desde la Presidencia de la República. En un país como el nuestro, de herencia monárquica y con un presidencialismo exacerbado, quien ostenta la primera magistratura ocupa uno de los espacios más privilegiados en la definición de cuáles serán los destinos del país.
La institución Presidente de la República logra esta posición porque, entre otras, tiene iniciativa de ley (incluso exclusiva en temas presupuestarios), determina las urgencias del Congreso, regula e interviene a través de la política fiscal y de las empresas públicas en el rumbo de la economía y nomina jueces, contralor, fiscal nacional, generales, directores de empresas, entre otros.
No es de extrañar entonces que quienes están hoy en una posición de privilegio y expectantes para reemplazar a la presidenta Bachelet sean Piñera, Lagos (ambos ex presidentes) y Marco Enríquez-Ominami (candidato en las últimas dos elecciones presidenciales). Es en ellos donde se ponen las expectativas futuras
Aunque empresarios, líderes de opinión, personajes de la TV, economistas y abogados ejercen poder en sí mismos, por la capacidad que tienen de influir sobre otras personas y especialmente sobre la elite, lo cierto es que nadie tiene con tanta claridad y exposición pública la capacidad de ejercer poder como lo hace la institución presidencial.
Entonces, si entendemos influencia como la capacidad que tiene una persona de hacer que otra haga algo que de otra manera esta no habría hecho, el mapa del poder se configura significativamente según la influencia que pueda tener un actor político, económico y social sobre las decisiones de la Presidencia o de su entorno.
Con gobiernos de 4 años, la carrera por quién ocupará a continuación el sillón presidencial se ha acelerado de forma vertiginosa. Y si este fenómeno lo complementamos con una pérdida importante de confianza y de percepción de autoridad y liderazgo en la actual figura presidencial (con niveles de aprobación bajo el 30%), esto genera inevitablemente un vacío de poder que la opinión pública, medios de comunicación y la elite buscan llenar lo antes posible.
De esta forma, el vacío es llenado en parte por quienes son vistos como los próximos candidatos presidenciales, convirtiéndolos así en los personajes más influyentes después de la presidenta Bachelet, llegando probablemente a superarla cuando falten pocos meses para las elecciones del 2017 (lo que tradicionalmente conocemos como fenómeno del pato cojo).
No es de extrañar entonces que quienes están hoy en una posición de privilegio y expectantes para reemplazar a la presidenta Bachelet sean Piñera, Lagos (ambos ex presidentes) y Marco Enríquez-Ominami (candidato en las últimas dos elecciones presidenciales). Es en ellos donde se ponen las expectativas futuras y se proyectan las nuevas distribuciones y espacios de poder.