Quizás no fue una sino muchas. Quizás por eso es tan difícil de descifrar, en una sola palabra, lo que fue Pearl Jam anoche. Quizás porque hubo momentos —varios momentos, tal vez gran parte de las tres horas que duró el concierto— donde los ojos estaban cerrados y de fondo sólo se sentía esa voz, a ratos dura, a ratos dulce, de Eddie Vedder.
Todo partió cuando eran poco más de las nueve y media de la noche y la gente los pedía a gritos. El Movistar Arena, de manera inédita, se desbordaba demostrando porqué fueron sólo noventa minutos los que se necesitó para comprar más de diecisiete mil entradas. Cuando salieron al escenario —probablemente el que ha contado con más producción de todos sus shows—, y comenzaron a bajar una docena de esferas de colores, el suelo retumbaba en aplausos, en saltos, en gritos quizás desesperados por saber qué canción sería la primera. Entonces, comenzó a sonar "Release", ícono de Ten (1991), el disco insuperable de la banda. Pero no fue sino hasta el coro, hasta que Eddie Vedder puso su micrófono en el público. Y fue ahí, en ese momento, cuando el lugar se sintió por primera vez pequeño y el vocalista miraba emocionado, como si fuera imposible de creer que la voz de la gente sonara más fuerte que una maquinaria de parlantes.
Ayer Pearl Jam logró algo casi imposible: que en un lugar con más de diecisiete mil personas los momentos siempre se sintieran íntimos, algo muy personal que la banda decidía compartir con un público que lo ha seguido durante años. Algo pasa entre Pearl Jam y Chile, entre Eddie Vedder y el público nacional. Él, en un español muy pausado y con pequeños momentos de desesperación por no hablarlo mejor —"lo siento, mi español sigue siendo como la mierda", señaló en un momento—, lo dijo así:
—Estuvimos en 2005. Después volvimos en 2011, luego en 2013 y 2015. Y hoy estamos de nuevo acá. Creo que eso demuestra que Chile nos gusta mucho.
Quizás por eso decidió que este fuera el escenario para presentar la primera canción nueva en cinco años de la banda —"Can't deny"—, y luego armar un pequeño homenaje a Chris Cornell, a quien le dedicó, con una tristeza que desgarraba, "Come back", como si pudiera traerlo realmente de vuelta.
En momentos, y aunque parece imposible de creer, Eddie Vedder parece desconocer su grandeza como músico. Quizás por eso miró desconcertado cada vez que el público lo aplaudía sin descanso o cuando le llegaban banderas chilenas y, cuidadosamente, las dejaba frente a él. A ratos parece que siente pudor por la ovación y tal vez por eso trata de distanciarse cuando el momento en el escenario le debe pertenecer a otros. Como cuando Jeff Ament deslumbra con el bajo, o el solo de McCready se desborda en la guitarra, o cuando Matt Cameron logra volver a todos locos con la batería. Y aunque todos comienzan a imitarlos y a tratar, aunque sea de mentira, a seguirlos con sus manos y cabezas, parece imposible concentrarse del todo cuando Vedder desaparece del escenario, cuando trata de alejarse, porque él nunca logra dejar de ser el principal; de ser la cara que uno busca en el escenario, de ser la voz que se añora cuando se aleja del micrófono. Pero Vedder nunca será normal, y tal vez no lo es desde que su vida resistió los veintisiete años y siguió vivo. Quizás porque nunca tuvo que comportarse como una estrella para ser una, o ser un desastre para hablar de desastres.
Es difícil saber qué es Pearl Jam para Chile; por qué es Santiago la ciudad que más lo escucha a nivel mundial en Spotify o cómo logran que hayan más de 285 mil reproducciones al mes de sus canciones. Quizás porque es un tipo normal, con gusto y sentimientos normales, pero que tiene una voz anormal y extraordinaria. Quizás nunca lo comprendamos del todo; ni nosotros, ni ellos el porqué de esta relación tan íntima con un país tan lejano y extraño como el nuestro. O quizás por eso mismo, quizás por la lejanía, quizás por lo extraño.
No importa mucho realmente qué pase en los siguientes años: Pearl Jam sobrevivió a la historia. Sobrevivió, incluso, a otras bandas muy reconocidas pero que, siendo magníficas, terminaron consumidas por el grunge y todo lo que ello significó. Y Eddie Vedder, el ídolo que todavía se emociona con su público, que canta cada canción como si fuera una íntima declaración de amor —y de rabia, y de pena, y de miseria— quizás ya es inmortal.
Pearl Jam tocará nuevamente en Santiago este 16 de marzo en Lollapalooza, siendo uno de los números fuertes del evento.
Los fanáticos de Pearl Jam esperan su presentación en vivo en Santiago.
La banda estadounidense fascinó a los más de 16 mil asistentes al Movistar Arena.