Alguna vez, hace mucho tiempo, las novelas de Chuck Palahniuk tuvieron, entre otros atributos, el estirar el límite entre las buenas y malas costumbres. Su apuesta, desde luego, siempre era arriesgada y la sensación que dejaban sus libros, incluso esa espléndida compilación de crónicas llamada Error humano, era de completo abatimiento, como de haber pasado una larga temporada en las alcantarillas de la cultura norteamericana y, pese a todo, aún encontrar ciertos destellos de luz. En El club de la pelea, su gran hit de fin de siglo, y también en Asfixia, e incluso en la sórdida Snuff había algo que olía a humanidad.
Lo imitaron muchísimo. Tuvo clones por todos lados. Casi se convirtió en una franquicia. Y quizás por eso es que ha dado un giro: Palahniuk se embarcó en una trilogía cuya protagonista es el alma (el espíritu, el fantasma) de una adolescente con sobrepeso llamada Madison Desert Flower Rosa Parks Coyote Trickster Spencer. Es una suerte de Alicia en el país de las maravillas en clave tóxica y demoníaca.
En Condenada, su primera entrega, la chica se ha ido al infierno y trata directamente con Satanás; ahora, en Maldita, ha vuelto a la Tierra transformada en un espectro que acecha a su familia. Sus padres, que alguna vez fueron muy pobres y luego muy ricos gracias a la lotería, intentan neutralizarla con un cazafantasmas que utiliza ketamina y tranquilizantes para animales con tal de morir por un momento y así hacer su trabajo en el limbo donde deambula Madison.
"Mis padres se conocieron en el festival de Woodstock 99", cuenta ella. "Mi madre no era más que una chica desnuda criada en una granja, rebozada de sudor y pachulí. Mi padre era un chico desnudo y pálido con rastas largas y grasientas, que había dejado los estudios en el MIT y se había afeitado el vello púbico para parecerse más a Buda. Ninguno de ellos tenía un par de zapatos. Se desplomaron en un charco y practicaron el mete-saca. Él le metió barro en el chocho con el pene, ella tuvo una infección urinaria y luego se casaron. ¿Quién dice que la magia no existe?".
Pero Madison tiene asuntos pendientes con su familia y no desea que la ahuyenten. Es más, quiere reunirla, aunque sea en los calderos del averno. Mientras, afuera, en el mundo real, se ha impuesto el groserismo, un credo que busca la armonía universal a través de insultos. Todos se liberan, nadie se enoja y, por fin, viven en paz. La gente puede decir lo que quiera. Putear al prójimo es el camino a la tranquilad espiritual.
Si antes la estrategia de Palahniuk era la provocación desde la marginalidad, desde el sabotaje y el lumpen con tarjeta de crédito, ahora emplea el artificio desatado, la alegoría y la parodia en extremo. Muchas veces se rebasa, muchas veces patina, pero aún mantiene el talento para no usar adjetivos de sobra y evitar lo más posible la palabra "extraño". Esa es aún la gran diferencia entre las copias y el original.