"Hemos decidido no continuar permitiendo los comentarios de lectores en nuestros artículos". La frase la han venido repitiendo tantos medios online en los últimos meses, que ya puede decirse que se ha convertido en tendencia. Desde el sitio de noticias The Daily Beast hasta el diario canadiense Toronto Sun, son numerosos los que han optado por retirar el espacio para las opiniones de su audiencia en internet. "Lo que fue concebido como un foro para el debate, ha devenido en ataques personales anónimos escritos por una minoría que no sirven los mejores intereses de la mayoría de nuestro público", indicó a través de un comunicado Joe Ruscitti, director del London Free Press.

Muchos medios han preferido trasladar la conversación a las redes sociales. Según explicaron a Nieman Journalism Reports Kara Swisher y Walt Mossbergwrote, editores del sitio de noticias tecnológicas Re/code, "las redes sociales son la nueva arena para comentar, reemplazando el antiguo concepto de hacerlo en el sitio mismo". La ventaja es que la opinión en Facebook, Twitter, Tumblr o Instagram no es anónima. "Al publicar con su nombre real y dando la cara, la gente tiende a actuar de manera más civilizada y constructiva", explica Helen Havlak, de The Verge, un medio online.

La tendencia recorre la industria entera: revistas como Popular Science y The Week, diarios como The Chicago Sun-Times, agencias de noticias como Reuters y sitios como .Mic decidieron eliminar o limitar los comentarios de lectores. No se arrepienten. Incluso han mejorado sus resultados: en diciembre de 2013, cuando For The Win, el sitio deportivo del periódico USA Today, prohibió los comentarios, contaba con ocho millones de usuarios únicos mensuales. Hoy tiene 17 millones y el tiempo de duración de las visitas no ha disminuido.

En un pasado reciente, las opiniones del público fueron vistas como una herramienta para promover el engagement y crear comunidades de lectores. Hubo quienes vieron en la posibilidad de interacción que ofrecen los diarios online el surgimiento de "una nueva encarnación de la esfera pública" que "establecería las condiciones para la democracia deliberativa". Era la época del optimismo: internet era considerada una fuerza democratizadora que rompería con los monopolios y las elites, gracias a que su contenido "sería tan diverso como el pensamiento humano", según un fallo de la Corte Suprema de Estados Unidos.

Hoy, por el contrario, han surgido voces potentes que cuestionan esa mirada. Matthew Hindman, profesor de Arizona State University, escribió que "paradojalmente, la apertura de internet ha alimentado la creación de nuevas elites" que reducen el impacto democratizador de la red. Otros críticos, como el bielorruso Evgeny Morozov, hablan con desprecio de la "ciberutopía" o advierten, como el profesor de Berkeley, Nicholas Carr, de los peligros de la era digital, que nos hace más "superficiales" (el título de uno de sus libros) y adormece la capacidad de raciocinio.

El tono y el contenido de los comentarios de los lectores parecen confirmar las aprensiones de estos "profetas del desastre". La decisión de eliminar o transferir a las redes sociales las opiniones del público deja poco que lamentar. Si se pretende —como escribió Anne-Marie Owens, directora del diario canadiense National Post, al explicar a su público la decisión de acabar con los comentarios— que los medios sean un "lugar que aloje debates respetuosos e inteligentes", lo primero es apartar a los que prefieren el "troleo" al diálogo.