Sin toma de razón
El revés del gobierno en la designación del contralor golpeó al ministro del Interior, Jorge Burgos, quien puso en juego su capital político. Pese a que los senadores oficialistas se ordenaron tras la propuesta del Ejecutivo, el proceso instaló dudas sobre el futuro del jefe de gabinete en sus relaciones con el bloque y, más importante, con la presidenta Michelle Bachelet.
La senadora Lily Pérez abrió los fuegos. Su discurso fue el primero de la jornada de votación para ratificar al abogado Enrique Rajevic como contralor. La senadora de oposición todavía no terminaba de exponer cuando el ministro del Interior, Jorge Burgos, se paró de su silla y abandonó la sala del Senado. Cruzó el espacio exclusivo de los senadores y enfiló hacia el pasillo que da frente a la oficina de la bancada del PS. Recorrió solo el largo trecho adornado por dos amplios patios de luz, con la cabeza gacha y la mirada clavada en el suelo. Giró hacia su izquierda por otro pasillo y se sentó en una banca ubicada justo frente a la pared que da hacia el Salón de Honor del Congreso, en Valparaíso. Durante largo rato, el ministro observó unos cuadros colgados en la pared, sin pestañear. De tanto en tanto, miraba su teléfono. Se paró, caminó hacia uno de sus asesores. Esquivó a un par de periodistas que trataban de hablar con él. Siguió en breves lapsos el debate de los senadores a través de un televisor con pantalla plana ubicado en la cafetería del Senado. En eso estaba cuando el senador independiente ex RN Antonio Horvath anunció que votaba en contra de la propuesta de la presidenta Michelle Bachelet. Era la última intervención y se convirtió en el golpe de gracia.
Un minuto después, la propuesta presidencial era rechazada por el Senado al no conseguir los 22 votos requeridos. Burgos no escondía su frustración y culpaba a la oposición. Los senadores oficialistas reconocían que se trataba de una "gran derrota" para el gobierno. Otros masticaban la rabia y transmitían que el titular del Interior había arrastrado a todo el comité político a su primer traspié desde el cambio de gabinete de mayo pasado.
El esquivo voto
A primera hora del martes pasado, el ministro Burgos improvisó una reunión con los presidentes de partido de la Nueva Mayoría en La Moneda. La votación del miércoles para llenar la vacante de la Contraloría era el tema obligado. El jefe de gabinete anunció a los timoneles que los votos oficialistas estaban asegurados. Pero, eran sólo 21. Se necesitaba a un senador de oposición para aprobar a Rajevic. Según varios de los presentes, el ministro señaló, sin dar certezas, que tenía avanzadas conversaciones para conseguir al menos ese voto adicional.
Pese a ello, Burgos transmitió otro mensaje: la posibilidad del rechazo también estaba latente, y el gobierno estaba dispuesto a asumir esta vez los costos, pues lo que importaba era mostrar a la coalición ordenada.
El episodio Rajevic va a marcar el futuro del comité de ministros políticos de La Moneda. Para algunos, la confianza entre la mandataria y el titular de Interior se vio trastocada con una cruzada que todos consideran resultó ser más personal que colectiva.
El escenario era distinto al del martes 6 de octubre pasado, cuando la resistencia de los senadores Alfonso de Urresti (PS) y Pedro Araya (ind.), sumada a las ausencias del socialista Fulvio Rossi —por licencia médica—, el PPD Guido Girardi y el DC Andrés Zaldívar —quienes se encontraban fuera del país por viajes oficiales— obligaron al gobierno a recurrir a un resquicio legal para evitar la votación.
La jugada le dio tiempo a Burgos para revertir el ánimo oficialista, tensionado por quienes acusaban al ministro de no abrir un proceso de consultas con el Senado. Si bien los cuestionamientos sobre Rajevic por una demanda en su contra de parte del Consejo de Defensa del Estado (CDE) —que pedía el reintegro de una beca doctoral por no cumplir con los plazos— generaron un ruido adicional, el reclamo de fondo era el escaso tiempo que el ministro del Interior estaba dedicando a la articulación política en el Congreso, y en particular al interior del bloque oficialista.
El miércoles, Burgos sostuvo una extensa cita en La Moneda con los senadores PPD y en los días siguientes se reunió varias veces con el senador Araya, a quien terminó convenciendo de votar a favor de la propuesta del gobierno. Quienes interactuaron con el secretario de Estado reconocen un cambio de actitud de Burgos, quien incluso admitió en privado que había equivocado el camino. En el entorno del ministro declinaron comentar esta versión.
Con quien Burgos definitivamente no conversó fue con el senador De Urresti, uno de los más críticos de su gestión. La presidenta del PS, Isabel Allende, y el ministro vocero de gobierno, Marcelo Díaz, sus principales socios al interior del partido, fueron quienes finalmente intervinieron para contenerlo y alinearlo, incluso bien entrado el fin de semana largo. Allende y el ministro Díaz sirvieron de enlace además para convencer a Rossi de suspender su licencia exclusivamente para asistir el miércoles al Senado para votar a favor de Rajevic. Burgos reconoció públicamente que él también telefoneó al senador por Iquique, quien además de enfrentar una recuperación por cáncer de tiroides ha estado en el ojo del huracán por la indagatoria del caso SQM.
Desde Quito
"Probablemente en horas de la tarde podría estar la propuesta", señaló en la mañana del miércoles el ministro Burgos, anunciando que ese día se conocería el nombre del sucesor de Sabas Chahuán al frente del Ministerio Público. A esa hora marchaba el siguiente plan: una vez aprobado el nombre de Rajevic en el Senado, el gobierno ingresaría el escrito del próximo fiscal nacional para su ratificación en la Cámara Alta.
Pero el paso de las horas alentó las dudas. A la hora de almuerzo la presidenta se alistaba para partir a una visita oficial a Ecuador y el incierto panorama de la votación hizo cambiar todo: la mandataria decidió dejar en suspenso su decisión para comunicarla el jueves desde Quito, justo en el límite de expiración del plazo que le otorga la ley. En el avión presidencial la acompañaba la ministra de Justicia, Javiera Blanco, quien, precisamente, lideró en los días previos las conversaciones con todos los senadores del arco político para sondear cada uno de los nombres propuestos en la quina de la Corte Suprema. El rol de Blanco se vio fortalecido tras la postergación de la votación de Rajevic, el martes 6 de octubre, pues, según varias fuentes consultadas, algunos senadores enviaron a La Moneda el mensaje de que el episodio había invalidado al titular de Interior como interlocutor para la votación del fiscal nacional.
Este supuesto segundo plano de Burgos se habría visto alentado tras el rechazo del nombre de Rajevic, pues el propio ministro tuvo que corregir su versión de esa mañana: "La presidenta dejó propuesto al fiscal nacional, no tengo el nombre y mañana se va a anunciar", dijo a la prensa antes de abandonar el hemiciclo.
"Más allá de que consiguió los votos de la Nueva Mayoría, el resultado es una derrota y hay que aprender de esa derrota. Hay mucho que conversar", dijo tras la votación el presidente del PPD, Jaime Quintana
Lo cierto es que altas fuentes de La Moneda señalan que la mandataria firmó el oficio antes abandonar el país, pero quedó instalada la duda de si esa decisión fue comunicada a sus ministros del comité político, y en particular a Burgos. Varios senadores que estuvieron en el hemiciclo el miércoles reconocen haber preguntado por el nombre a los ministros Burgos y Díaz, y estos dijeron desconocer totalmente la decisión de la presidenta.
Finalmente la noticia que llegó desde Quito, desde donde la presidenta anunció que proponía a Jorge Abbott, se convirtió en una sorpresa transversal. Ahora la mandataria dejaba en una posición incómoda a su ministro del Interior, cuya influencia en la recta final quedó en entredicho.
Burgos había inclinado sus piezas a favor del académico de la UDP Juan Enrique Vargas, a quien incluso tuvo que convencer para que se postulara al cargo.
Las versiones previas a la propuesta final eran variadas. Una de ellas apuntaba a que la aprobación de Rajevic aseguraba un gesto de parte de la mandataria a favor del fiscal José Morales, quien en los días previos asomó como el candidato que generaba mayor consenso entre los senadores de oficialismo y oposición. Por otra parte, un escenario de rechazo del contralor, inclinaba, según varios, la balanza a favor del fiscal regional sur, Raúl Guzmán, e incluso no descartaban a Jorge Abbott, director ejecutivo de la Fiscalía Nacional, quien no tenía los respaldos suficientes en el Senado y asomaba en el papel como el más débil de la quina. Este último siempre fue la carta del fiscal nacional Sabas Chahuán, quien no escatimó en esfuerzos en la última semana para conseguir su designación. Mientras tanto, la opción del fiscal regional de Rancagua, Luis Toledo, asomaba como la más lejana, pero por el rol que jugó en el caso Caval, que afecta a la familia del hijo de la presidenta, Sebastián Dávalos.
Cuestión de personalidad
El episodio Rajevic va a marcar el futuro del comité de ministros políticos de La Moneda. Para algunos, la confianza que la mandataria depositaba en el titular de Interior se vio trastocada con una cruzada que todos consideran resultó ser más personal que colectiva.
El traspié tiene además una significación en relación al objetivo trazado originalmente por la mandataria: el arribo de Burgos a La Moneda generó la sensación de que su experiencia garantizaba la conducción política, extraviada en el gobierno tras la traumática salida del ex ministro Rodrigo Peñailillo, lo que fue reforzado luego con el arribo de Marcelo Díaz, y posteriormente de Nicolás Eyzaguirre a la Segpres.
"Es fundamental que el ministro del Interior entienda que tiene que articular con todos los actores y la conducción del equipo político de La Moneda tiene que ser inclusiva. No cuesta mucho trabajar en equipo", advirtió el senador PS, Alfonso De Urresti.
"Más allá de que consiguió los votos de la Nueva Mayoría, el resultado es una derrota y hay que aprender de esa derrota. Hay mucho que conversar", dijo tras la votación el presidente del PPD, Jaime Quintana, dando cuenta de este ánimo, en el que todos reconocen que cada uno de los ministros del comité político marca sus propios tiempos, espacios y tareas.
Prueba de ello es que, pese a ser el hombre de las relaciones entre La Moneda y el Parlamento, Eyzaguirre no participó prácticamente de la tramitación del contralor, a diferencia de Díaz, quien apareció en el tramo final para ayudar a contener a sus socios en el PS.
Otro tema en que el comité político terminó midiendo fuerzas fue el anuncio del proceso constituyente que hizo la presidenta el martes, donde para algunos la inclusión de la asamblea constituyente como una de las alternativas entre las que el próximo Congreso debe elegir es atribuible a la influencia del ministro Díaz. En tanto, otros apuntan a que la mano de Burgos se vio reflejada en lo que consideran como una "propuesta moderada" donde se incluyeron fórmulas de inevitable sello DC: la comisión bicameral, propuesta originalmente por el senador Andrés Zaldívar; y la convención constituyente, idea original del ex presidente DC Ignacio Walker.
"Es fundamental que el ministro del Interior entienda que tiene que articular con todos los actores, y la conducción del equipo político de La Moneda tiene que ser inclusiva, esa es la enseñanza que queda de este episodio. No cuesta mucho trabajar en equipo", cierra Alfonso de Urresti, vicepresidente del PS.
Esta madrugada de viernes Burgos entrega el cargo de vicepresidente cuando la mandataria llegue de su viaje a Ecuador. Seguramente habrá una conversación franca, donde todo comienza de cero, pues el nombre de Jorge Abbott y una nueva propuesta para contralor deben volver a pasar por el cedazo del Senado.
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