La revisión del fútbol chileno encuentra variadas crisis en su cúpula. El conflicto amateurismo–profesionalismo y la representación internacional levantaron el telón. Con posterioridad, la extinta Asociación Central de Fútbol enfrentó conflictos económicos que impidieron el desarrollo de los clubes. La carencia de estructura y el voluntarismo fueron compañeros inseparables. El mayor ejemplo ocurrió al estallar la crisis del dólar, en 1982. Una quiebra maquillada por el tanque de oxígeno que puso la dictadura en 1984, generándose la llamada "Deuda Histórica", que terminó de pagarse al Banco Estado en 2007.
La ausencia de administraciones coherentes retornó a fines de los 90, cuando llegó la plata grande de la televisión. Hubo mala gestión, pero también robos de dirigentes y funcionarios (varios de ellos que oficiaban de intermediarios). El resultado fue un nuevo escenario institucional con las actuales sociedades anónimas deportivas, con una ley tramitada a la carrera que permitió el ingreso o legitimación de aventureros, tránsfugas y aprendices.
La realidad es que ha habido de todo, aunque nada comparable a Sergio Jadue. Trepador y corrupto, desde su irrupción supimos que estábamos en presencia de un personaje de novela.
Justo en 2015, el año que más plata ingresó al fútbol chileno, las arcas de la ANFP ofrecen un descalabro reflejado en más de nueve mil millones de pesos en déficit, deudas de premios con los seleccionados campeones de la Copa América, una situación que se repite en el actual proceso de la Roja rumbo a las clasificatorias de Rusia 2018.
Con este panorama lidia Arturo Salah y su directorio. Una tarea compleja, aunque con la sensación de que asoma la normalidad.
El desafío
Era necesario un remanso después de la tormenta veraniega. Nunca es fácil instalarse y cambiar a un entrenador exitoso. Por sus brillantes resultados, encontrar al sucesor de Jorge Sampaoli implicaba riesgos. El nombre de Juan Antonio Pizzi fue una jugada rápida, sin filtraciones, con una recepción positiva. El tema es que a partir de esta noche, cuando Chile salga a medirse ante Argentina, y el martes, al visitar a Venezuela, arrancará un ciclo que suele ser traumático. Se demandan resultados inmediatos y el recién llegado carece de tiempo para trabajar. Vencer a la vinotinto en Barinas es fundamental para mantener el crédito del técnico trasandino.
Un segundo conflicto era comenzar y concluir el torneo de Clausura, sobre todo por la violencia descontrolada de las barras bravas de los clubes grandes y Wanderers. Los incidentes del 6 de diciembre en el "Elías Figueroa" de Valparaíso estaban frescos.
Superado este verano, los retos de la mesa de Quilín son variados. Regularizar la situación con el Ministerio de Justicia y persistir en los procesos judiciales en contra de los anteriores administradores de la corporación es un imperativo. Sergio Jadue es el responsable principal, pero Nibaldo Jaque, su secretario general, no puede irse impune. Mauricio Etcheverry, ex presidente de Deportes La Serena, quien en la administración del actual delator ante la justicia estadounidense actuó con plenos poderes, debe explicar a la Fiscalía si es cierto que su patrimonio y el de su círculo cercano crecieron de manera exponencial.
Cristián Varela, quien hizo uso y abuso del evidente conflicto de interés que surgía de su condición de directivo de la ANFP y controlador de Chilefilms (la productora que arrienda los camiones al CDF para transmitir los partidos del torneo), tendría que ser castigado por el Tribunal de Honor. Los otros integrantes de la mesa han de responder por su ineptitud.
Acá surge una de las obligaciones del directorio de Salah. Modificar el código de ética de la ANFP, transformándolo en un cuerpo que regule de manera íntegra el comportamiento moral y administrativo de los dirigentes. Con la normativa actual, los colaboradores de Jadue sólo pueden ser sancionados con una amonestación o censura por escrito.
En otro plano, la demanda es conseguir que la gente vuelva a los estadios. Sobre todo en Santiago, porque clubes como Deportes Temuco —en la Primera B— exhiben sus tribunas repletas. El directorio necesita convencer al Ministerio del Interior y su Plan Estadio Seguro, a Carabineros (hoy parte del problema, por la carencia de criterio de su personal en terreno y las decisiones lamentables del mando), que salvo los partidos de Colo Colo, Universidad de Chile, Universidad Católica y Wanderers, el resto de los encuentros no ofrecen riesgos.
No se puede endosar a Palestino, Cobresal, Antofagasta, San Marcos, Ñublense, Deportes Temuco, Huachipato o la Universidad de Concepción, por mencionar algunos clubes, la misma carga que a los cuadros que generan inseguridad y disturbios. Ellos están respondiendo por un problema donde no tienen velas en el entierro. Se les carga financieramente con operativos de seguridad que terminan siendo ridículos.
Resolver la propiedad y el destino del CDF es una interrogante. Enajenarlo sería un error histórico de consecuencias irreparables e incalculables. El modelo del actual controlador, Jorge Claro, tocó techo y el fútbol exige algo más que el cheque a fin de mes. Las políticas de Claro escondieron el producto, hoy con escasa visibilidad.
El fútbol precisa abrirse, explorar la posibilidad de incorporar a la televisión abierta, sin olvidar que el dinero grande está en el Premium de la TV pagada. Urge encontrar una fórmula que permita exhibir los goles en todos los canales y plataformas a un precio razonable.
Esta industria no resiste más partidos con las tribunas desiertas, por más que el cheque del CDF sea suculento. En esta misma línea, mejorar las bases de los campeonatos, con propuestas de torneos atractivos, entendibles, que privilegien lo deportivo y premien a los mejores (futbolística y económicamente) también debe formar parte de la agenda.
¿Otra cosa? Una declaración pública del Consejo de Presidentes, ofreciendo excusas al país por su notable abandono de deberes, que permitió a Jadue y su pandilla hacer lo que hizo.