En enero de este año, Mark Fisher se suicidó. Tenía 48 años. Su condición de intelectual melancólico era conocida por quienes seguían su blog (k-punk.org) o sus textos publicados en The Wire o NewStatesman. El sitio Jacobin, a manera de obituario, señalaba en enero que Fisher "le otorgó a una izquierda moribunda la sacudida que necesitaba para despertar de la pesadilla de la complacencia neoliberal". Y es que si bien Margaret Thatcher afirmó en los ochenta que ya no había alternativa al neoliberalismo, luego de la crisis subprime de 2008 Fisher, por el contrario, nos presenta una salida.
Compuesto por nueve capítulos,
Realismo capitalista
(Caja Negra Editora) trata sobre la capacidad del modelo actual para absorber y apropiarse de la realidad mediante la asignación de un valor monetario, describiendo la atmósfera que nos ha definido durante las últimas cuatro décadas, la que, fundamentalmente, ahoga la cultura, el trabajo y la totalidad de la esfera social. Es, para su autor, "una barrera invisible que impide el pensamiento y la acción genuina". Un ejemplo que da cuenta de esta condición "aparente" en la cual el capitalismo nos subsume sería, entre otros, el "chantaje ideológico" de iniciativas como Live 8: Fisher cuestiona la idea de que individuos solidarios pueden acabar con la pobreza sin la necesidad de ninguna solución sistémica y 15.
Presentando una contundente profundización a la advertencia realizada por Fredric Jameson y replicada por Slavoj Žižek de que en la actualidad resultaría más fácil pensar el fin del mundo que el fin del capitalismo, es interesante la manera en que Fisher aborda la mutación que el régimen capitalista ha desarrollado en los últimos cuarenta años al cuestionar, entre otras, algunas de sus más insignes contribuciones: el sinsentido de los focus group, la perversidad que constituyen los call centers así como la consolidación de una burocracia y una "cultura de la auditoría". En vez de responder a quienes elogian el neoliberalismo (F. Fukuyama) desde una óptica como la ejercitada por algunos críticos de izquierda en la última década, Fisher piensa más bien en estrategias contra el realismo capitalista (la "politización" de la salud mental, terminar con el "régimen de inspecciones" que controla el trabajo y el diario vivir), de manera que las sociedades puedan confrontar, repolitizadas, un modelo económico que tiene, por sobre todo, la capacidad de reconfigurarse infinitamente. ¿De qué modo? Mediante la emergencia de "un nuevo sujeto político (colectivo)", a la manera del Occupy Wall Street, Podemos o el Frente Amplio.
Fisher —quien fuera profesor secundario y universitario— ofrece, en suma, un conjunto de estratagemas que responden a las inquietudes y demandas que durante la última década han surgido como expresión del malestar social, poniendo en crisis —con fina ironía— la legitimidad, hasta entonces incuestionable, del modelo neoliberal.