Hace ya tres años, Alejandra, una venezolana residente en Nueva York, andaba en bicicleta por la vereda de una avenida en Brooklyn, cuando un policía la detuvo. Era el Nueva York del alcalde Michael Bloomberg —el mismo que hoy está sonando como candidato presidencial independiente— y esas faltas se pagaban.
"A propósito ignoré el ticket que me sacaron", dijo Alejandra cuando la entrevisté, pues como muchos neoyorquinos, estaba cansada de la forma en se manejaban estos delitos de bajo nivel. Pero la situación está cambiando, luego de dos décadas: los concejales de la ciudad están intentando descriminalizar estas faltas.
Los llamados "delitos contra la calidad de vida", como tomar alcohol en la calle o hacer ruidos excesivos, comenzaron a tomar relevancia hace veinte años, cuando el ex alcalde Rudy Giuliani y su comisionado de Policía, Bill Bratton, los atacaron bajo la política de "ventanas rotas". En ese momento, dijeron, ir con dureza tras delitos como beber, orinar en la via pública o no pagar el metro tendría un efecto fundamental en la seguridad de la ciudad.
La frase "tolerancia cero", acuñada por Giuliani, se hizo célebre en todo el mundo mientras el crimen descendía en la ciudad. Tiempo más tarde, investigaciones académicas cuestionarían el éxito de esta teoría y hallarían que, en realidad, la mejoras se podrían haber debido a factores como el descenso en un 39% del desempleo en Nueva York.
En 2002, con la llegada del alcalde Michael Bloomberg estas políticas se mantuvieron y, según algunos, se intensificaron, debido a la aplicación de otra medida: el stop and frisk (también llamado "detención y cacheo"), que implicó un aumento de las inspecciones de peatones en toda la ciudad, buscando evitar delitos antes de que sucedieran.
Con el tiempo, las voces críticas frente al comportamiento de la policía se fueron haciendo cada vez más fuertes, pues se trataba a las personas detenidas por faltas de bajo nivel como si fueran criminales; más aún si la detención ocurría en las comunidades de bajos ingresos y de color.
La llegada del alcalde Bill de Blasio al poder, sin embargo, trajo cambios, aunque no tan drásticos como se podría esperar del primer demócrata a cargo de la Gran Manzana desde comienzos de los 90. De hecho, De Blasio designó al mismo Bill Bratton, el comisionado de Giuliani, para que estuviera a cargo de su policía.
Sin embargo, con este alcalde la práctica del stop and frisk disminuyó fuertemente. Además, se dejó de arrestar a las personas que consumían marihuana en la calle y se les empezó a dar multas como las que se les da a alguien que va a exceso de velocidad. Y ahora el Concejo Municipal —órgano legislativo de la ciudad— quiere ir más allá y pedir que este trato se aplique a otras faltas, como beber en la calle. "Lo que hace esto es cambiar la forma en que la policía maneja estas faltas de bajo nivel, enviando a decenas de miles de casos a tribunales civiles", dijo presidenta del Concejo, Melissa Mark-Viverito.
Porque, finalmente, estos "delitos" no sólo se transformaron en un problema de discriminación contra las minorías, sino que también colapsaron el sistema judicial y quizás esto está pesando aún más en la desmantelación de la tolerancia cero.
Por ahora, tanto la administración de De Blasio como la Policía se han mostrado interesados en el tema.
"Ya no se incluirá la posiblidad de ir a la cárcel. Crearemos un sistema donde el castigo se ajuste al crimen", dijo Mark-Viverito.