¡Se cumplió el acuerdo! Fue una de las primeras ideas que se le vinieron a la cabeza a Maya Fernández Allende (PS, 46 años) el domingo 11 de marzo, cuando por las pantallas del hemiciclo se leía que había obtenido 79 votos a favor para convertirse en la nueva presidenta de la Cámara de Diputados. Hasta ese día todo era incertidumbre, pues nadie sabía —tampoco Maya— si el acuerdo alcanzado por la extinta Nueva Mayoría, la Democracia Cristiana y el Frente Amplio se cumpliría.
Tras el alivio, por su mente pasaron dos cosas: primero, la alegría que sea una mujer que la que por cuarta vez lidere a los diputados, y segundo, la siempre presente imagen de su abuelo Salvador Allende. Un apellido que lleva con orgullo y que con el paso del tiempo sigue marcando hitos en la política chilena; primero con una hija al mando del Senado (Isabel) y ahora con su nieta sobre la testera de la Cámara de Diputados. El apellido Allende una vez más dice presente.
Podemos consensuar temas, pero es importante dialogar. Lo que espera la ciudadanía de este Congreso es justamente que exista diálogo
Maya es una persona más bien reservada, hija de Luis Fernández Oña, personaje ícono del régimen cubano que falleció en la isla el 2016, y de Beatriz Allende (la Tati) quien se suicidó en La Habana en 1977. Pese a esta historia familiar dolorosa, nunca dejó de lado la lucha por las causas políticas familiares. Y en eso Maya no se pierde. Desde que aterrizó en Chile en 1992, su domicilio ha sido el socialismo. Esta médico veterinario comenzó su travesía política como concejala, para luego ser diputada y ahora presidenta de la Cámara. Siempre desde Ñuñoa, su barrio, su vida. Desde el clásico restaurante Las Lanzas es desde donde emergen muchas reflexiones sobre el estado actual de la izquierda chilena. Con unas humitas o un plato de porotos granados debate con los comensales. Los que lleguen cuando va sola. En Ñuñoa también participa como voluntaria de la Segunda Compañía de Bomberos. Espera poder seguir realizando estas actividades, en la medida de lo posible, pues su nuevo cargo le demandará gran parte de su tiempo.
Por estos días, en su celular se han multiplicado los mensajes que no puede contestar, porque debe pasar de una reunión a otra, sin parar. Aún no se asienta del todo en el cargo, no entiende algunas cosas propias del protocolo. Se nota cansada y con el tiempo en contra, con la agenda retrasada por varias horas. En medio de ese loco ajetreo, nos cuenta cómo proyecta su gestión y sus deseos de que la oposición logre una plena y real convergencia.
—¿Qué fue lo primero que se le vino a la cabeza cuando el domingo la proclamaron como nueva presidenta de la Cámara?
—¡Qué difícil! No sabría decirlo. La primera cosa fue una sensación de que cumplimos. Había un acuerdo y se concretó. Siempre sentí que había incertidumbre respecto de si se cumplía o no. Entonces sentí, más que en lo personal en lo colectivo: ¡qué bien que se haya cumplido la palabra empeñada!
—¿En algún momento temió que esa palabra empeñada no se cumpliera?
—Obviamente, soy muy respetuosa de lo que decidan las bancadas, pero claramente ellos estaban en conversaciones internas y era importante esperar esos tiempos. Yo nunca parto de la desconfianza. Ahora claro, hubo emoción.
—¿Cuándo comenzó a aparecer su nombre dentro del PS como candidata para presidir la Cámara?
—Lo hemos planteado desde hace bastante tiempo y es la necesidad de que las mujeres también estén presentes no sólo como diputadas, sino que en las mesas. En el período pasado de cuatro años, sólo tuvimos una vicepresidenta mujer. Entonces veíamos que no bastaba con la ley de cuotas para incorporar más parlamentarias. Una de las cosas buenas de este acuerdo es que durante los próximos cuatro años vamos a tener presencia de mujeres en la mesa. Y ese es un hecho importante.
—¿Cómo han sido estos tres primeros días de trabajo?
—Muy intensos. Esto es como todo, nadie toma una responsabilidad sabiendo la primera vez. Estamos aprendiendo y estamos con todas las ganas. Somos 155 y todos quieren hablar, hay que respetar eso, pero claramente los tiempos son cortos. Algo han podido ver ustedes, he corrido todo el rato, en la mañana reuniones, almuerzos con las bancadas, de comité, después reunión con el ministro (Gonzalo) Blumel, todo es muy intenso.
—¿Cómo se mejora la mala imagen que tiene el Parlamento y sus parlamentarios entre la ciudadanía?
—Tenemos un tremendo desafío y uno de ellos es también comunicacional. Yo siento que siempre sale algo malo en los medios, que se debe conocer, pero lo que no se conoce es lo bueno que hacemos acá y eso falta comunicarlo. En el Congreso pasan cosas buenas, se legisla, se trabaja. Las comisiones tienen una ardua labor y de alguna manera tenemos que buscar los canales para que todo eso les llegue a nuestros vecinos y vecinas. Sobre todo ahora, teniendo en cuenta que los distritos cambiaron, son mucho más grandes. A diferencia de los alcaldes, que están permanentemente en la comuna en contacto directo con sus vecinos, para nosotros es más complejo. Tengo que pasar tres días en Valparaíso, el lunes tenemos trabajo de comisión en el ex Congreso... Yo les tengo que contar cómo es la vida de un parlamentario: el lunes en el centro, martes, miércoles y jueves, en Valparaíso, y nos queda para el distrito viernes y sábado. El domingo hay que dedicárselo a la familia, todos tenemos vida. Y también la semana distrital, pero son muchas comunas
—¿Cómo se debe dar la relación entre esta nueva oposición y el gobierno?
—Nosotros tenemos que dialogar, esta es una Cámara política, y a lo que vinimos es a hacer política. Y creo que como fuerza opositora debemos ser un contrapeso, que, si bien va a tener convicciones, es importante, desde el punto de vista interno, construir convergencia. Más allá de un acuerdo político es importante que construyamos esa convergencia en distintos temas. Yo quiero que trabajemos y para eso el diálogo y la coordinación son fundamentales. Para mí, ese es el inicio, y con el Ejecutivo, por supuesto, hay que dialogar. Hay muchos temas ciudadanos en los cuales tenemos que avanzar y eso no significa dejar de lado nuestras convicciones. Podemos consensuar temas, pero es importante dialogar. Nunca hemos dicho que no se debe dialogar y no cerrar las puertas. Lo que espera la ciudadanía de este Congreso es justamente que exista diálogo.
La gente siempre me dice que él (Salvador Allende) fue el presidente del pueblo, por sus convicciones, su lealtad. Incluso hay quienes me dicen: 'Yo no pensaba como él, pero era un hombre leal'
—Las miradas están sobre el Congreso, porque hay mayoría opositora. ¿Cómo se logra construir convergencia para que esa mayoría ejerza un rol?
—La construcción tiene que ver con que logremos identificar esos temas en que somos capaces de ponernos de acuerdo y hay que apostar a que esa fuerza progresista se coordine, encontremos el camino para los temas en los cuales convergemos y ahí sí, ojalá, construir una fuerza política. Somos una mayoría política y vamos a defender las transformaciones y los derechos conseguidos.
—¿Cómo ve ese escenario con la llegada del Frente Amplio?
—Ellos han sido parte de este primer gran acuerdo, por lo tanto, hay que partir de esa base y dialogar. Fuimos capaces de estar todos en una misma mesa, y ahora debemos seguir conversando, nadie ha cerrado las puertas a eso.
—Acaba de salir de una reunión con el ministro Segpres, Gonzalo Blumel. ¿Cómo fue ese primer encuentro?
—Fue una reunión protocolar. Uno parte por presentarse y generar un espacio de coordinación, dado que ellos van a estar permanentemente en el Congreso. Pero hoy fue una reunión más bien formal.
—De todas maneras, duró una hora esa reunión...
—Sí, pero compartimos muchas experiencias.
—¿Cómo ve esta postura del nuevo gobierno de llegar a grandes acuerdos?
—Nosotros coincidimos en que hay temas de demandas ciudadanas que nos tienen que convocar a todos, como la infancia, que es un tema país. Los niños tienen que ser siempre esa prioridad. Vamos a avanzar, espero, en este acuerdo pensando en los niños. Y en otros temas hay que ver, hemos conocido los titulares, pero falta ver los detalles sobre cómo ingresan los proyectos. No nos podemos adelantar a eso. Hemos dicho, por ejemplo, que el tema pensiones tiene que ver con la dignidad de las personas, y no puede esperar. La ciudadanía lo ha colocado como tema país.
—O sea ¿hay que ver la letra chica?
—Hay que ver cómo vienen los proyectos. Por tanto, esperaremos a conocerlos. Hay proyectos como el de identidad de género, que solo falta la comisión mixta, y queremos que salga, que sea ley pronto.
—¿Lograron con Blumel establecer un cronograma legislativo?
—No, estamos esperando que se formen los comités, las jefaturas de bancada y, por lo tanto, eso viene luego y ahí partiremos este año legislativo como corresponde. Hay que ver las urgencias, ahora las áreas serían las que ya ha planteado el presidente, en esas líneas.
—Viendo el estado del PS, ¿cómo ve el rol que le tocará jugar?
—Tenemos una bancada de 19 parlamentarios. Creo que el PS tiene un rol importante en el diálogo y en la construcción de este debate de las fuerzas progresistas.
—Se aprecia una pugna entre los más progresistas y los más moderados...
—No siento eso. Los socialistas tenemos nuestras convicciones, hemos tenido congresos donde hemos acordado temáticas comunes como la Asamblea Constituyente, en migraciones. De ahí que tengamos una bancada tan grande. Vamos a seguir trabajando para eso.
—¿La Nueva Mayoría como tal se acabó esta semana?
—Creo que va más allá de un nombre. Acá nos olvidamos de que existe una historia común, una historia política con sus partidos, que la sigue habiendo. Pensamos el Congreso como un lugar donde se hace la política, pero no es el único, están los territorios y ahí hay un trabajo permanente de los militantes de los partidos respecto a muchas demandas ciudadanas. Se le da mucha relevancia al nombre, yo le doy mucha relevancia a la historia política.
—Una historia que ha transitado desde la UP y la Concertación a la NM, ¿cómo compara estos tres procesos?
—No hay que comparar. Hay que reconstruir ahora a través de un debate.
—En términos personales, ¿cómo toma que el apellido Allende siga siendo protagonista de la política, ahora con usted como presidenta de la Cámara?
—No sé si lo vea en términos familiares o personales. Lo veo en términos políticos. Esta es una familia, y obviamente la familia Allende es un tremendo orgullo y nosotros también tenemos una trayectoria. Partí siendo concejala de una comuna, hay un camino. Tengo mucho que aprender, porque tampoco llevo muchos años de parlamentaria y, por tanto, claro que mi familia es un orgullo, pero sobre todo, y lo que más he pensado estos días, es en la lucha de tantas mujeres para que ocupemos espacios en que antes no existíamos, como en la política.
—El apellido Allende en la izquierda sigue siendo una materia de debate, algunos lo defienden más que otros, ¿su figura divide posturas?
—No creo que divida posturas. Es que ¿sabes lo que pasa? Yo lo pongo al revés. Yo no hago un análisis. Yo recibo mucho el cariño de la gente, mucha historia, mucha anécdota. La gente siempre me dice que él fue el presidente del pueblo, por sus convicciones, su lealtad. Incluso hay gente que me dice: "yo no pensaba como él (Allende), pero era un hombre leal". Yo me quedo con eso. Por lo tanto, eso es lo que más recibo. Es una figura importante. Si tú lees las 40 medidas de su gobierno, muchas son demandas ciudadanas de hoy. Es como si el presidente Allende se adelantara a su época y lo ves en las marchas, en los jóvenes, con fotos. Siempre está presente y yo me quedo con eso.
—Usted mantiene un acento cubano, ¿cómo fue vivir y educarse en la isla?
—Siempre he dicho que fue una gran experiencia. A propósito del debate sobre la reforma educacional, en Cuba el colegio era el del barrio. Todos vivíamos ahí. En Chile hoy todos tienen que viajar mucho para ir al colegio.
—¿Cómo se puede cambiar la educación en Chile?
—Tenemos que rescatar la educación pública, eso es vital y es importante a propósito de que estemos preocupados de los niños, de la infancia.
—¿Cree que este gobierno puede dar un giro y cambiar parte de esta reforma?
— No, porque se ha avanzado en pos de mejorar la calidad educacional.
—¿Están dadas las condiciones para que salga una nueva Constitución de este Congreso?
—Lo último que se pierde es la esperanza. Esperemos que sí.
—Con todo este ajetreo, ¿va a tener menos tiempo para ir a Las Lanzas?
—Sí claro, es un emblema, los lanceros. Aunque vayas solo, siempre hay alguien conocido. Se conversa, es como parte también de nuestro patrimonio. Seguiré yendo, una de las cosas que valoran los vecinos es que uno siga siendo como es. Espero seguir mi vida de vecina. Tengo dos hijos, de 17 y 7 años, que requieren atención.
—Al más grande, ¿le interesa la política?
—Cada quien tiene sus tiempos, todos en la familia en los almuerzos hablamos de política y sigue siendo una tradición. Pero una de las cosas que sigue teniendo mi familia es que nunca nadie ha obligado a nadie. Cada cual elige su camino.
—¿Y hay de varios colores, o todos son del mismo?
—Todos de la misma línea. Ningún disidente.
—Sobre Punta Peuco, ¿qué le parece todo lo que ha pasado?
—Prefiero tener los antecedentes para poder opinar. Es un tema muy sensible. Esperemos que se aclare bien.