Arelis Uribe: "Tanto querer irme de Chile para ahora arrepentirme por no estar ahí"
El 2019 ha sido el año más exitoso y contradictorio de Arelis Uribe. Su primer libro Quiltras fue publicado en España y lanzó su propia editorial "Editorial Negra". También partió a estudiar un máster en Nueva York, justo en un momento en que Chile la tenía agotada. Pero luego vino el estallido social del 18 de octubre, las ansias por estar acá y la iniciativa por replicar la performance de Las Tesis en la Gran Manzana.
La tarde en que a través de una videollamada Arelis Uribe (32) inició este diálogo, se encontraba en Manhattan, Estados Unidos, en la ruidosa sala de estudiantes de la Universidad de Nueva York, donde cursa su primer año del Máster en Escritura Creativa. Frente a un ventanal, su primera acción fue girar su celular para mostrar que a lo lejos se divisaba el clásico rascacielos neoyorkino Empire State. "Cacha la vista", dijo con relajo antes de empezar a contestar preguntas.
Era 4 de octubre. Era otro el contexto de la conversación. Era otro el país que la escritora había dejado para vivir lo que ella, entonces, llamaba "un sueño".
En esa fecha, Arelis, autora de la premiada obra Quiltras y Que explote todo llevaba recién tres semanas en Nueva York, lugar al que llegó con una Beca Chile que la movilizó justo en el momento en que más hastío sentía por Santiago. "Tocaba siempre la misma tecla, me sentía abrumada allá", dijo y consignó: "Ahora estoy contenta. Me da nostalgia Chile, pero estoy cagada de la risa, no me quejo de nada. En verdad está todo bien", decía, haciéndose a sí misma un refuerzo positivo en la primera respuesta sobre cómo había sobrevivido a su primer mes en otro país.
Arelis siempre había querido estudiar afuera. Antes, cuando estudiaba periodismo en la Usach, había vivido en Argentina por un intercambio. Y al volver, tuvo ganas de salir de nuevo.
-Cuando me dieron la Beca Chile fue una locura, nunca pensé que me la iba a ganar. A los pobres no les pasan estas cosas.
-Esa aseveración es paradójica, porque saliste de acá, de Chile, para ir a vivir a Estados Unidos.
-Sí, pero acá me he dado cuenta de que cada lugar al que voy está mezclado. Conocí a una chica de Puente Alto y a otra de Concepción, ambas estudiando en Columbia. También he conocido gente de Europa que tiene muchas lucas.
Es bien diverso, dice Arelis, antes de hacer una metáfora más íntima: "Llegué acá pensando que no iba a encontrar ninguna quiltra, pero me he encontrado con muchas otras quiltras. Y a mí me gusta la mezcla. Acá está lleno de gente muy distinta y del país que se te ocurra".
Desde antes de irse, Arelis se dedicó por sobre todas las cosas al activismo feminista, a escribir un libro que partió siendo un ensayo y que terminó en historias más íntimas –todavía en etapa de edición-, y también, de vez en cuando, a escribir en medios de comunicación.
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"Editorial Negra" es el nombre de la editorial que el 13 de septiembre Arelis Uribe activó en Nueva York. Partió imprimiendo en su universidad, cortando papeles y repartiendo poesía de bolsillo en formato fanzine. Desde entonces se contactó con diseñadores y poetas que quisieran participar en el proyecto autofinanciado. "La poesía que me gusta la publicaré al inglés. Estoy trabajando ahora para una productora que se llama Alison Braden, que me tradujo a mí y va a traducir poesía que yo le vaya compartiendo. Mi búsqueda personal ahora es la poesía. Me interesa mucho leerla, crearla y publicarla".
Este año, durante esa misma fecha, Arelis alistaba su viaje a España para presentar Quiltras allá. El recuerdo que tenía sobre su libro en ese país era amargo. La emoción se remonta al 22 de septiembre de 2017, cuando junto a los editores de Los libros de la mujer rota, su editorial en Chile, Arelis partió a presentar Quiltras en Berlín, Alemania. El encuentro fue fluido, poco rimbombante y con gente de la comunidad latinoamericana. Sus vuelos de entrada y salida a Europa eran por Madrid, misma ciudad española en la que vive la escritora peruana Gabriela Wiener. Ella es su amiga y, al saber que Arelis pasaría unos días en dicha ciudad, le propuso hacer una improvisada presentación de Quiltras en Madrid con el acotado stock de los libros que Arelis había llevado desde Santiago.
-La Gabriela me dijo que lo presentáramos en un lugar llamado Vaciador, que es donde trabajaba Rosi, su pareja. Ese día llovió, no tan fuerte, pero Vaciador quedaba al otro lado de un río y era más difícil cruzar. Llegué yo. Y después de mí no llegó nadie.
-¿Nadie, nadie?
-Ah, sí, una chica que había ido a ver a Gabriela porque era su fan.
-¿Qué sentiste en ese momento?
-Fue triste y decepcionante. Lo escribí después: la soledad es a lo que más temo. Es una forma de desamor, carencia de compañía, falta de vínculos. Es triste estar solo y sentirse sola. Quiltras nunca me había traído soledad, siempre me había traído compañía. Pero pasó, pos. Y nada, luego nos fuimos a tomar, a bailar y chao. Pensé que quizá hago una literatura muy chilena, pero nada más.
La historia de soledad en Madrid se reivindicó el 25 de septiembre de este año. Meses antes Tránsito, una editorial española, le ofreció a Arelis comprar los derechos de Quiltras. Ella aceptó inmediatamente. El lanzamiento fue un éxito. A Zaragoza llegaron casi 20 personas y en Madrid, lugar que le generaba mayor ansiedad y emoción, repletó el lugar en el que estaba junto a la presentadora y también junto a Gabriela Wiener. Su texto de presentación fue la historia de su lanzamiento fracasado: "Por lo mismo, en un momento les dije a todos que mostraran el libro para tomar una foto y mandársela a mi mamá porque no me iba a creer que había tanta gente".
-El prólogo de Quiltras que lanzaste en España lo hizo Gabriela Wiener, ¿te reconoces en su escritura? Te pregunto por la cercanía que tienen, pero también porque la cronista argentina Josefina Licitra la definió como una narradora más que antropológica. Es presencial, involucrada y analiza el feminismo desde la experiencia propia más que desde la exploración ajena. Algo como lo que haces tú, finalmente.
-Sí, pero ella hace mucho más periodismo que yo, aunque el periodismo y las crónicas que he hecho han sido en primera persona. Ella tiene un interés mayor por una literatura erótica, muy presente y que me encanta. Me cago de la risa leyéndola. Pero también ella tiene esa conciencia latinoamericana. En el prólogo que escribió dijo algo que me gustó mucho, que era algo así como "¿Cómo no me va a caer bien Arelis?, si de toda la literatura chilena es como una aparición marciana en medio de tantos Donoso, en medio de tanto blanco, tanto macho, tanto cuico. Una literatura tan cretina". ¡Cretina! Me encanta la palabra que usó.
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Antes de que el movimiento social en Chile estallara, Arelis habló largamente del primer 11 de septiembre fuera del país. Ese día fue su primer bajón. Por la muerte de su padre ocurrida hace casi dos años, que además estaba de cumpleaños cerca de esa fecha, y también por la historia del país. Ese miércoles conversó largo con sus compañeros de clase, que sólo asociaban la fecha a la caída de las torres gemelas, para explicarles la historia de su país natal y los 17 años de golpe militar. En la noche, en una cuneta, soltó sus lágrimas por la historia, aunque también por estar lejos.
Catorce días después la historia de Chile volvió a contrariar a Arelis. Esta vez, por la situación que hoy vive el país. El 19 de octubre, con estado de emergencia decretado, con los militares en las calles y manifestaciones a nivel nacional, a las 10 de la mañana en Chile, la escritora escribió en Twitter: "La historia no se repite, pero rima bastante". Tres días después, escribió por la misma red social: "No puedo creer lo que está pasando, ¿cuándo se acaba esta pesadilla?". Lo que veía desde Nueva York era un exceso de realidad. "Lo primero que pensé fue: por la mierda, tanto querer irme de Chile para ahora arrepentirme por no estar ahí". Entonces se empezó a organizar con los chilenos que viven allá.
-Se armaron chats de WhatsApp espontáneos de chilenos que viven en Nueva York. Se armó una asamblea espontánea y empezamos a trabajar cada cual desde su expertise. Yo entré al grupo de prensa y de performance (arte y política). Desde ahí hemos armado algunas cosas.
-¿Ahí surgió la idea de replicar la performance de Las Tesis en Nueva York?
-Cuando vimos que Las Tesis hicieron una convocatoria a todas las mujeres desde sus territorios, empezamos a trabajar. Una llevó vendas negras, otra armó los subtítulos en cartulinas de neón, otra armó el afiche y así. Fue colectivo y espontáneo, como los gestos más bellos de la política.
-Ya cumplió un mes y medio el movimiento. Hasta Las Tesis versión senior se reunieron en el Estadio Nacional. ¿Cómo se vive y cómo ven esto tú y otros chilenos desde afuera?
-No puedo hablar a nivel general sobre lo que pasa, pero sí de lo que piensan las personas con las que me topo o alguna gente gringa con la que hablo. Quizá es mi entorno, pero se ve con horror. El reportaje del New York Times sobre mutilaciones de ojos y acusaciones de abusos fue mucho más profundo que muchos otros contenidos locales en Chile. Al mismo tiempo, hay orgullo y admiración por el pueblo chileno. Hay gente que me ha dicho: te felicito por tu país.
-Acá en Chile siempre has sido bien abanderada, has dado hartas peleas sociales. Justo cuando te vas, en Chile hay un estallido. El primer día pensaste que ojalá hubieses estado acá, pero tal vez eso te da otra perspectiva.
-Me hubiera gustado estar allá, obvio. Me siento parte de las demandas. Soy hija de una familia proleta, estudié en colegios donde no había confort en el baño, me crié a punta de pan con mantequilla y té en bolsa, veo a mi mamá pedir hora al médico y que no le den nunca. Cuando se preguntan qué es la dignidad, pues es lo opuesto a la vida de la gente pobre. Chile tiene plata pero no está bien repartida. Ya aprendimos que el mercado no resuelve todo, menos los derechos básicos: educación, salud, vivienda.
Arelis Uribe ya no habla desde Nueva York. Está en México, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Y mientras ella se mueve por el mundo, las movilizaciones en Chile no cesan. Tal vez, es el lado de la historia donde ella sí estaría. O al menos eso esboza:
-No estoy en Chile, a cada cual la revolución le tocó desde su puesto de combate. Y el mío fue en el extranjero. Y aunque a veces me siento ajena por la distancia, donde voy soy chilena y hablo de lo que sucede y permito que esa revolución toque otros puntos, como una diáspora.
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