Asesinatos, abusos y una app de citas: así cayó el criminal que sepultó a una mujer y a su hija bajo su cocina
El asesino también abusó de la menor y de otra niña. Los policías encontraron un documento con datos de potenciales víctimas que tenía en la mira.
Andrew Innes parecía un hombre normal para las miradas externas. Este escocés de 53 años contaba con una exitosa carrera como ingeniero en software y vivía en una casa acomodada en la avenida Troon de Dundee, en Escocia, la cual tenía dos pisos y mantenía constantemente.
Lo que no se sabía, era que aquel sujeto pálido, alto, flaco y de ojos azules mantenía una serie de obsesiones y deseos de cometer crímenes violentos, los cuales incluso sorprendieron a los agentes policiales dedicados a investigar asesinatos.
Desde principios de febrero de este año se encuentra recluido en una cárcel de Reino Unido, cumpliendo una sentencia de cadena perpetua con un mínimo de 36 años de prisión efectiva.
Los cargos principales: haber asesinado a la filipina Bennylyn Burke (25) y a su hija Jellica (2), además de haberlas enterrado bajo su cocina y haber abusado sexualmente tanto de la pequeña como de una menor de 7 años.
El perfil del criminal
Innes nació a inicios de la década del 70 y cursó su carrera profesional en la prestigiosa Universidad de Aberdeen. Si bien, no era un estudiante muy sociable con el resto del entorno, sí destacaba por sus habilidades en la computación. De hecho, era tan sobresaliente como alumno, que rápidamente encontró trabajo y pasó por distintas empresas como creador de aplicaciones.
Tras construirse un nombre como ingeniero en Reino Unido, decidió irse a Japón por unos años, en donde se casó con una mujer y tuvo al menos una hija. Según informaciones rescatadas por Infobae, solo estuvo ahí hasta 2019, debido a que fue deportado por motivos que no se dieron a conocer públicamente.
Ya de vuelta en Dundee, volvió a su casa de la avenida Troon (la cual había puesto en arriendo mientras estuvo en Asia) y se asentó ahí.
A pesar de que Innes tenía una personalidad más bien solitaria, rápidamente se dio cuenta de que su residencia era demasiado grande para una sola persona, por lo que decidió ofrecer una de sus piezas a alguien que quisiera alquilarla.
Como resultado, llegó un hombre de 43 años llamado Christopher Smith.
Aquel sujeto relató, según el citado medio, que Innes mantenía una serie de conductas obsesivas. Por ejemplo, cada objeto tenía que estar siempre en el lugar que tenía asignado, mientras que los espacios debían estar siempre limpios y todas las etiquetas tenían que quedar mirando hacia adelante.
Eso no fue lo único que le llamó la atención. También, invertía todo su tiempo frente al computador y le sorprendía la cantidad de dinero que el ingeniero hacía rápidamente.
Pese a tales particularidades, decidió quedarse en la casa y aguantar sus inusuales actitudes.
Cerca de un año después, en marzo de 2020, Innes le solicitó que se fuera, bajo el argumento de que se había declarado cuarentena por Covid-19 y que él tenía enfermedad de Crohn, por lo que temía enfrentar otro padecimiento.
Eso fue lo que dijo, pero no necesariamente sus verdaderos motivos.
Mientras eso ocurría, Innes manejaba varias cuentas en aplicaciones de citas, hasta el punto en que llegó a tener más de 30 perfiles en distintas plataformas.
Cómo conoció a las víctimas
En febrero de 2021, el escocés conoció por una de esas apps a Bennylyn Burke, una filipina que tenía una hija de dos años, Jellica, y que vivía en Bristol.
La mujer de 25 años había llegado desde su país a esa ciudad en 2018, en compañía de su esposo y padre de la niña, Lexington Burke, un hombre 40 años mayor que ella.
Si bien, llegaron a Reino Unido con las intenciones de buscar más oportunidades para su hija, lo que parecía una historia de amor se fue convirtiendo progresivamente en una serie de discusiones y episodios de violencia doméstica, por lo que optaron por separarse y quedaron con custodia compartida de la menor.
Bennylyn dedicaba todas sus energías a mantenerse a ella y a la pequeña en la ciudad británica, pero también estaba abierta a conocer otros hombres con los que eventualmente pudiese formar una relación.
Fue así como llegó a interactuar con Andrew Innes a través del sitio Filipino Cupid. En la web, el escocés se mostró educado, pudiente y amable, por lo que llamó la atención de la mujer. Y al mismo tiempo, él se obsesionó con ella: era oriental, de pelo largo y oscuro, tenía una hija y no poseía una extensa red de familiares en Reino Unido.
Le ofreció a Bennylyn un trabajo como community manager y que se fuera a vivir con su hija a Dundee, pero ella no aceptó. Después de todo, era un empleo que podía hacer sin problemas a la distancia desde Bristol y las restricciones de la pandemia harían la eventual mudanza mucho más difícil. Simplemente no convenía.
Innes no quedó conforme con su respuesta, así que buscó nuevas formas de acercarse a Bennylyn. Le pidió fotos íntimas de carácter sexual, lo que ella también denegó.
En otro intento, le propuso llevarlas a ella y a su pequeña de paseo por Escocia, una idea que después de varias semanas, la mujer aceptó.
El jueves 18 de febrero de 2021, Innes viajó unas siete horas en auto desde Dundee hacia Bristol. Una vez ahí, la convenció de que hiciera un picnic y luego —tras una velada en la que no despertó sospechas— de que fueran a pasear por la ciudad escocesa.
Partieron ese mismo día, bajo la promesa de que después las traería de regreso, pero aquello nunca sucedió.
Y ya cuando estaban en el auto, los acompañó una menor de 7 años, sobre la que no se saben mayores detalles de su identidad, debido a que se ha resguardado estrictamente su privacidad por las atrocidades que tuvo que vivir.
Para referirse a ella bajo anonimato, se utiliza el seudónimo A.
Durante el viaje por la carretera —en el que iban Innes al volante, Bennylyn, Jellica y A.— la mujer hizo una videollamada con su hermana Shela Aquino, quien estaba en Filipinas. En esa comunicación, le mostró la cara del ingeniero mientras iba manejando.
Cuando llegaron a la casa de la avenida Troon, ella y su hija durmieron solas en una habitación. Y al día siguiente, el viernes 19 de febrero, salieron a pasear.
En menos de 24 horas, serían víctimas de un macabro atentado.
Muerte en la cocina
Ese sábado 20 de febrero de 2021, Innes se despertó en la mañana y fue a una tienda comercial para comprar una serie de herramientas. Entre ellas, un gran martillo con un peso de medio kilo.
Luego, se dirigió a su casa y se encontró con Bennylyn de espaldas en la cocina, quien estaba preparando el almuerzo. Sin meditarlo demasiado, fue hacia ella y la empezó a golpear con el martillo.
A su hermana, Shela Aquino, le llamaba la atención el actuar de Innes. Si bien, aún no tenía rastros de ningún crimen, después de esa videollamada por la carretera él la contactó para decirle que había descubierto que Bennylyn hablaba con otros hombres, por lo que habían terminado su relación.
Si eso era cierto, ¿por qué ella no se lo dijo? Esa fue una de las primeras aristas que despertó sospechas, sumado a que Bennylyn, con quien tenía cercanía y hablaban todos los días, no le había mencionado nada al respecto.
Consternada, le pidió al escocés un video de su hermana, a lo que él respondió enviándole uno antiguo. A eso se le sumaba que ella no contestaba su teléfono, lo que era inusual. Nada parecía andar bien.
La detención
El 1 de marzo, poco más de una semana después del atentado en la cocina, el ex esposo de Bennylyn y papá de Jellica, Lexington Burke, se dirigió a una comisaría para poner una denuncia por desaparición. Al hombre le había llamado la atención que nadie sabía nada de ellas y que cuando fue a buscar a la pequeña por la custodia, ninguna de las dos estaba.
Cuatro días más tarde, los agentes revisaron las cámaras de las calles y las carreteras. Ahí notaron un automóvil que había ido y regresado de Dundee a Bristol dentro de un mismo día. Como no había mucho movimiento por las cuarentenas, dedujeron que ese vehículo podría estar relacionado a la desaparición.
El dueño: Andrew Innes, un hombre sin antecedentes penales.
Con esas sospechas, fueron a la casa de la avenida Troon. Él les abrió la puerta, pero les dijo que no podía dejarlos entrar, debido a que temía enfermarse. Los policías insistieron. Luego, les aseguró que su hija se estaba dando una ducha, pero tampoco pudo despistarlos.
No le quedó otra que permitirles pasar. Y una vez ahí, les llamó la atención que la niña —A.— estaba con el pelo seco, sentada frente al televisor.
“Ella es mi pequeña Lorna”, les dijo, pero a los agentes les pareció extraña la situación y las actitudes del ingeniero. De hecho, justo en ese momento estaba terminando de cambiar el piso de su cocina.
Sin dejar pasar mucho tiempo, empezaron a interrogarlo. Innes dijo que había llevado a Bennylyn y a su hija a Glasgow, para así dejarlas con otro sujeto. También aseguró que terminaron su relación porque había descubierto conversaciones de la filipina con otros hombres. Ellos no le creyeron.
No había registros de ese viaje, mientras que tampoco cuadraban sus relatos y ni siquiera tenían seguridad de quién era la niña que estaba sentada frente al televisor. Fue por ello que se acercaron para preguntarle.
A., la pequeña de 7 años, relató que llevaba dos semanas secuestrada en esa casa.
Asombrados con el escenario, volvieron con Innes y le preguntaron por Bennylyn y Jellica.
Después de negarse en un inicio, el escocés admitió: “Está debajo de la cocina”. La pequeña de dos años había enfrentado el mismo acto de violencia extrema.
Qué descubrieron los policías
Tras la detención de Andrew Innes, el escocés dio múltiples versiones de lo que había ocurrido. Incluso, dijo que asesinó a Bennylyn en defensa propia y que había sido afectado por unos medicamentos, entre otras declaraciones que no cuadraron para los investigadores.
De hecho, en su computadora —la misma en la que pasaba la mayor parte del tiempo— encontraron numerosos signos que sugerían que el crimen había sido premeditado: buscaba actos sexuales con menores de edad y mujeres asiáticas, con características similares a las de Bennylyn.
Además, tenía cuadros similares a los de un Excel, en donde enumeraba los datos de distintas mujeres según sus características físicas, tales como su peso, altura y edad.
Junto con ello, descubrieron que Andrew Innes no solo era un asesino, sino que también un depredador sexual. Abusó tanto de la niña de dos años como de A., según relató ella misma a los peritos.
Posteriormente, aquello fue comprobado por los investigadores policiales.
Respecto a los asesinatos, Bennylyn fue víctima de martillazos y ataques con una espada de Samurái que tenía en su pieza, mientras que tres días después asfixió a Jellica, debido a que lloraba por ver a su madre.
En su defensa, Innes hizo una serie de declaraciones que desconcertaron al jurado. Una de ellas fue: “Yo cavé una tumba respetable. Les di cristiana sepultura y luego cambié el piso (de la cocina). Es todo lo que hice”.
Por su parte, A., además de haber sido víctima de abusos sexuales, también fue testigo de los violentos crímenes, por lo que las autoridades han mantenido su identidad bajo estricta reserva.
Y a pesar de la extensa lista de pruebas en su contra, Innes siguió insistiendo en su inocencia.
Finalmente, este controversial juicio terminó con una condena de cadena perpetua con un mínimo de 36 años de prisión efectiva, pena que el escocés ya está cumpliendo en una cárcel de Reino Unido.
No obstante, las autoridades todavía sospechan que pudo haber cometido más crímenes de los que aun no se le ha inculpado.
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