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Los ojos (y no los pies) de un maratonista chileno en Tokio

¿Qué se ve cuando se corre una maratón? ¿Se pueden disfrutar los paisajes al lado de la pista? Gonzalo Zapata -uno de los maratonistas amateur más conocidos de Chile, que acaba de publicar un libro- asegura que sí. Y recuerda la capital japonesa.


"Ganbare. Ganbare. Ganbare. Ganbare…".

Gonzalo Zapata escuchaba esa palabra una y otra vez. Como un rezo. La repetían con entusiasmo, entre sonrisas, todos los japoneses que lo alentaban desde las veredas ese frío domingo de febrero, cuando el chileno corría la maratón de Tokio 2018.

"Ganbare. Ganbare …".

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Gonzalo Zapata seguía escuchando esa especie de mantra. Sin perder el ritmo de sus pies, ni la concentración en la carrera, posaba los ojos en esas personas que lo saludaban de esa manera y con una alegría que parecía desbordada considerando el ambiente: la temperatura de la ciudad no llegaba a los cuatro grados.

Hoy, un año y medio después de esa maratón, ése es uno de los recuerdos que tiene más vivos. Es la escena que más se le repite al evocar las dos horas y 39 minutos que tardó en completar esa carrera.

Y claro, no es trivial.

"El encanto de este deporte es tener la oportunidad de viajar, de correr en circuitos maravillosos, con entornos increíbles, con miles de personas que te animan, con niños que te dan la mano porque te ven un segundo como un héroe. Yo corro conectado con eso".

Ganbare es un término que no tiene traducción única. Depende del contexto. Aún así, siempre gira en torno a la idea de dar o darse ánimos para conseguir o sobrellevar un asunto complicado. Algo así como dar lo mejor de uno mismo.

Es un verbo de vital importancia para entender a los japoneses.

Es un detalle en el que sólo podría reparar alguien que corre con los ojos y los oídos bien abiertos.

Correr y mirar

Gonzalo Zapata (40, ingeniero comercial) no corre desde siempre. Se puso a hacerlo recién en 2013, y se fascinó a tal punto que hizo un quiebre en su vida. Abandonó trabajos formales de gerente y creó distintas instancias -primero un blog, luego una fundación, hoy la plataforma wemove.cl- para incentivar a los chilenos a hacer deporte, a alimentarse sanamente, a vivir mejor. Mientras hacía todo eso, no dejó de correr. Actualmente acumula 15 maratones, todas con buenos tiempos debajo de las 3 horas. Fue un profundo cambio de vida, de mente y de cuerpo que escribió en el libro La felicidad de correr, recién llegado a librerías.

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En esas páginas cuenta cómo aprendió a correr sin mirar el reloj, sin esclavizarse con los tiempos. Él prefiere correr mirando la ciudad, acumulando los detalles urbanos y humanos que acompañan una carrera. "Al correr empecé a levantar la cabeza, a mirar donde estoy, a entender que es un privilegio el entorno, los paisajes, los árboles, la gente, las esculturas de los parques", escribe. Y cada una de esas palabras las vuelve a repetir ahora, sentado en una terraza del barrio Lastarria. En un viernes de agosto helado, aunque no tanto como ese gélido domingo de fines de febrero en Tokio.

-Dices que no miras el reloj, que miras la ciudad. ¿Se puede realmente disfrutar de eso en medio de una maratón?

-No tengo dudas que se puede, lo he comprobado en todas mis maratones. No hay que recordar sólo la partida y la llegada, sino también el durante. Hay que atreverse a hacerlo. No hay que perder de vista que llegar a correr 42 kilómetros es un premio, un regalo a todo tu esfuerzo de meses. El encanto de este deporte es tener la oportunidad de viajar, de correr en circuitos maravillosos, con entornos increíbles, con miles de personas que te animan, con niños que te dan la mano porque te ven un segundo como un héroe. Yo corro conectado con eso.

En 2018 Gonzalo Zapata se impuso un desafío. Correr las seis maratones más importantes en un solo año: Tokio (febrero), Boston (abril), Londres (abril), Berlín (septiembre), Chicago (octubre) y Nueva York (noviembre). Y hacerlas todas en menos de tres horas. Hoy, con ese desafío ya cumplido, le proponemos otro. Que nos muestre en una de ellas cómo funcionó esto de correr mirando. Esto de conectarse con los ojos y no sólo con los pies. Él acepta. Y fija entonces la mirada en la capital japonesa.

El equilibrio

"La clave es la planificación", dice Gonzalo Zapata. Si uno va a disfrutar de una ciudad que no conoce, como era su caso con Tokio, lo importante es armar un plan previo que combine las ansias del turista con los requerimientos del maratonista.

"Corría por la ciudad y la iba conociendo. Tokio, eso sí, tiene la dificultad de la cantidad de gente que anda por la calle. Hay que salir a correr muy temprano o muy tarde".

Aunque antes de todo eso, hay otro ejercicio: lectura. Al menos en el caso de Gonzalo Zapata. Dice que leyó libros que hablaban sobre correr en Japón. En su lista estuvo por supuesto Murakami -De qué hablo cuando hablo de correr- y también Adharanand Finn con La senda del corredor, un texto contundente que narra desde la experiencia personal lo que significa el exigente running japonés.

Con los libros leídos y una ruta definida de qué ver en la ciudad, Gonzalo Zapata llegó a Japón un martes en la mañana. Había dormido bien -en el vuelo tomó melatonina- y había comido liviano. Faltaban cinco días para la maratón.

"Esta es la única maratón donde no se permite botar los vasos plásticos en el suelo. Y te lo advierten desde un principio. Debes botarlos en contenedores; y si no le achuntas, aparece un japonés que en dos segundos a recoger el vaso".

-¿Qué hace un maratonista en esos días previos y en una ciudad como Tokio? ¿Qué mira?

-Tokio es una ciudad llena de estímulos, que vale la pena conocer. Me quedé en el barrio Ginza, porque está cerca de la meta, que es algo que siempre recomiendo. Después de que uno termina de correr, quieres estar cerca de tu lugar: para la recuperación es bueno caminar. A diferencia de otras maratones, a esta ciudad llegaba sin conocerla. La ansiedad es distinta. Si la ciudad ya la conoces, sugiero dedicarse sólo a la maratón. Pero no era el caso. Además en una ciudad como Tokio está la incertidumbre si vas a volver o no. Había tensión.

-¿Cómo se guarda el equilibrio entre querer conocer y seguir una rutina deportiva?

-No fue tan fácil. Yo tomé la decisión de conocer, pero partes cercanas a Ginza. Usaba los entrenamientos para eso. Estaba a cinco minutos corriendo del Palacio Imperial, por ejemplo. Corría por la ciudad y la iba conociendo. Tokio, eso sí, tiene la dificultad de la cantidad de gente que anda por la calle. Hay que salir a correr muy temprano o muy tarde.

-Imposible entonces un turismo intensivo.

-Claro, porque tenía que combinar el conocer la ciudad con no desgastarme demasiado, no gastar energía innecesaria. Debía ocupar mucho Metro, que en Tokio es muy bueno. Además hay horarios para un maratonista. No es recomendable pasar seis horas sin comer. Hay que evitar la grasa. No puedes comer en cualquier lado. Por eso es tan importante una buena planificación; y también porque hay mucha ansiedad, mucho nerviosismo por la carrera.

Obsesiones

-La alimentación es un tema crítico en la preparación de un maratonista. En tu libro dices que te costaba encontrar restaurantes. Me pareció raro: en Tokio los he visto por todos lados.

-La mayoría de mis comidas fueron en Ginza, que es un barrio bastante comercial, de grandes marcas, más sofisticado. Yo necesito arroz, un poco de proteínas y un poco de ensalada; y esa mezcla es difícil de encontrar en ese barrio. Además, los locales comerciales de esa área, al menos los que están a la vista, no son restaurantes. Este barrio sirvió porque estaba cerca de la meta, porque estaba cerca del Palacio Imperial, que es un buen circuito de entrenamiento, pero no tanto para la alimentación más rutinaria, que sí puede existir en otras zonas de la ciudad.

-En el libro hablas con admiración de los baños japoneses. Imposible no hacerlo: tienen botones que se encargan de todo.

-Sí, son una maravilla.

-Santiago Roncagliolo, escritor peruano, decía que nunca un artefacto lo había tratado con tanto amor como un WC japonés.

-(Risas) O sea, yo nunca más hice pipí parado. Sí, amé esos baños. Son un spa.

"El japonés es estoico y está siempre ahí, pese al frío. Gritándote el famoso ganbare, que es casi espiritual. Todo eso te envuelve y te energiza".

-¿Lograste percibir lo obsesivamente ordenada que es esta ciudad? No hay basura en las calles, no se come en el Metro.

-Sí. Esta es la única maratón donde no se permite botar los vasos plásticos en el suelo. Y te lo advierten desde un principio. Debes botarlos en contenedores; y si no le achuntas, aparece un japonés que en dos segundos recoge el vaso. El tema del reciclaje también es heavy. El embajador en Japón nos invitó a su casa a una recepción, y nos contó que tuvo un problema: sus vecinos le reclamaron formalmente en la embajada porque un día él recicló mal en su casa. Así se dio cuenta de que los vecinos le revisaban la basura. Es un grado de obsesión.

-Tanta perfección, tanto orden, debe explotar por algún lado…

-Sí. Me pasó que mucha gente en restaurantes no hablaban en inglés no porque no supieran hablarlo, sino porque no lo hablaban perfecto. O una vez me paré en un restaurante a servirme agua, y fue una locura porque se supone que deben servirme ellos. Es una cultura interesante, pero difícil de entender.

Claro, una cultura compleja. Porque esos mismos japoneses son los que días después, mientras Gonzalo Zapata corría la maratón, le sonreirían y le gritarían ganbare.

Una fiesta

-El circuito de la maratón de Tokio busca recorrer el pasado, presente y futuro de la ciudad: pasa por Shinjuku, por Asakusa, por el río Sumida, por parques.

-Exactamente. Y está muy bien pensado en ese sentido. Es un circuito muy lindo. Además, en esta maratón la gente es una energía en sí misma. Cuando uno se siente fatigado, lo mejor es mirarla y sentir cómo te apoyan. El japonés es estoico y está siempre ahí, pese al frío. Gritándote el famoso ganbare, que es casi espiritual. Todo eso te envuelve y te energiza.

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-¿Qué recuerdas de la ciudad mientras corrías?

-Mucho rojo y mucho blanco. Muchos japoneses corren de blanco entero, es un color muy presente. Pero lo que más recuerdo es la sonrisa amable y cariñosa, con una cercanía que no se da siempre en las maratones. Y es raro, porque si uno mira esta ciudad en primera instancia te parece fría; pero al correr me cambió esa perspectiva. Lo otro que me quedó es la cantidad de gente corriendo disfrazada. Nunca había visto tantos Mario Bros en una maratón. Genial.

-Escribes en un tu libro: "Hay que disfrutar la maratón, es una fiesta". ¿Cómo definirías la fiesta en Tokio?

-Fue como una fiesta de graduación. Me sentí muy conectado con la ciudad, y muy respetado.

"Lo otro que me quedó es la cantidad de gente corriendo disfrazada. Nunca había visto tantos Mario Bros en una maratón. Genial".

Gonzalo Zapata dice que después de cruzar la meta, sintió un frío terrible. La maratón de Tokio siempre es muy helada. A veces nieva los días anteriores. Recuerda que al finalizar le pasaron una manta térmica para calentarse el cuerpo. Ese cuerpo pequeño y liviano -un metro 62 de estatura; 50 kilos de peso- que da pasos veloces y eficientes en carrera.

Entonces se le viene a la cabeza un último recuerdo. Dice que ya iba camino a buscar sus cosas, antes de partir de regreso al hotel, cuando vio lo que nunca había visto antes en ninguna maratón del mundo.

"Ahí estaba: una zona donde podías sumergir gratis los pies en el agua, y unos pececitos se encargaban de mordértelos para relajarlos".

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Título: La felicidad de correr

Autor: Gonzalo Zapata

Sello: Aguilar

Páginas: 192

Precio: $ 14.000

Tokio: los datos de un corredor que mira

Entrenar: "Muy temprano o muy tarde para evitar el tráfico y las aglomeraciones. Un buen lugar es el entorno del Palacio Imperial, que son aproximadamente 7 kilómetros.

Conectarse: "Arrendar wifi portátil; hay diferentes planes y precios. Permite acceso a mapas y a traductores, que es importante: en Japón no es tan buena la señalización para extranjeros; además poca gente habla inglés".

Quedarse: "En el distrito de Ginza, en torno al Palacio Imperial y a la estación de trenes. Es el distrito comercial de Tokyo y, lo más importante, donde está la meta de la maratón. Además tiene acceso a todas las líneas de Metro".

Llevar: "Ropa abrigada para correr y poder botarla durante la maratón".

Visitar: "El cruce de Shibuya, junto con la estatua de Hachiko".

Comer: "Ramen y para eso recomiendo ir a Ippudo".

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