Primero hay que explicar qué es el goalball. Se trata de un deporte diseñado para personas ciegas y con baja visión. Se juega con dos equipos, de tres personas cada uno, que deben lanzar la pelota al arco contrario, como una especie de bolos. La pelota tiene un cascabel en su interior y cada jugador debe usar una antiparra que impide el paso de la luz.
Cada encuentro está dividido en dos tiempos de 12 minutos cada uno y un entretiempo de tres, pero si pasa una ambulancia, llora una guagua o suena un teléfono, hay que parar el tiempo hasta que el ruido pase. Los sentidos más importantes en este juego son el sonido, por el balón, y el tacto, por la demarcación de la cancha que les permite orientarse en ella. Cuando el balón está en movimiento, el único que habla es el árbitro y los jugadores.
¿Cómo llegué a esto? ¿Cómo me convertí en entrenador de este deporte que se parece en algo a los bolos? Cuando estaba en la universidad y participé como monitor en talleres de senderismo y bicicleta para personas ciegas. Pero al goalball llegué de casualidad. A fines de 2014 vendí mi parte de una tienda que puse en Valdivia, que no funcionó y quedé cesante. Como soy profesor de educación física, postulé a varios colegios y tiendas deportivas en esta ciudad, pero no me llamaban. En mi desesperación fui a la escuela donde había hecho mi práctica, que es para personas ciegas, y ofrecí un taller deportivo para los alumnos. Pensé que me serviría para hacer contactos. La directora me dijo que no había problema, pero primero debía enviar una comunicación a los apoderados porque era una actividad que implicaba riesgo para los alumnos. Me llamó tres días después. Me dijo que me tenía una buena y una mala noticia. La mala era que el Instituto Nacional del Deporte (IND) había ofrecido el mismo taller; la buena era que ella había pedido que yo fuera el profesor.
Comencé con un curso para chicos entre 7 y 13 años. Entre todos los deportes que hicimos, incluimos un poco de goalball. No conocía mucho de él. A los meses me llamaron del IND para ofrecerme un taller con todo pagado en Santiago para ser árbitro de goalball. La idea era que trajera este deporte a la región de Los Ríos. Acepté y lo hice. Luego volví entusiasmado al sur para enseñarles a mis alumnos.
A los pocos días me contactaron del IND para invitarme a los Juegos Paranacionales de goalball, que serían en tres semanas más. Querían saber si había un equipo para participar en nombre de Los Ríos. Les dije que sí, que tenía a mis alumnos de 7 años, pero las bases eran de 15 años para arriba. Yo no tenía a nadie de esa edad. Igual les dije que sí participaríamos como fuera.
La directora del colegio me dio contactos y empecé a llamar uno por uno diciendo: 'Hola soy Carlos Castro, profesor de educación física. No me conoce y yo tampoco lo conozco, pero le vengo a ofrecer representar a la región de Los Ríos en un nacional de goalball. Todo pagado por el comité paralímpico y le dan los permisos para presentar en su trabajo'. Algunos me dijeron que no, otros creyeron que era el cuento del tío y otros prendieron de inmediato. Logré juntar cuatro varones y tres damas. En ese campeonato terminamos penúltimos.
Después se bajaron algunas personas del equipo, pero los que seguían empezaron a invitar amigos, se empezó a correr la voz. Además, cada vez que veo a una persona ciega en la calle paro la bici, me presento y le muestro los videos de goalball que tengo en mi teléfono. ¿Cómo les muestro un video si son ciegos?: normalmente andan con un lazarillo que les cuenta y hay algunos con baja visión que pueden ver una pantalla a centímetros de su cara. Les cuento que no tienen que pagar, sólo llegar al gimnasio, donde los entreno. Que si le pone empeño, puede llegar a la selección nacional de goalball. Dos de mis jugadores están ahí: tienen que ir una vez al mes a Santiago a practicar con los otros seleccionados y han viajado fuera del país representando a Chile.
Ahora somos tres entrenadores de goalball en la región. Samuel en Lanco, Gabriela en Valdivia y yo en Estación Mariquina, cerca de San José de la Mariquina. Allí mi equipo es el Centro Deportivo Ainil. Entrenamos los fines de semana y lo hago gratis. Tengo 18 jugadores, pero sólo siete hombres y cuatro mujeres lo hacen de forma constante.
La técnica para jugar la aprendí en base a ensayo y error y muchos videos. Al año siguiente del curso de árbitro hice uno de monitor nivel 1. Ahí te enseñan la jugada, pero la técnica depende mucho de los jugadores. Cada uno la adapta a su biotipo o sus habilidades. En este deporte, donde una rotación de muñecas puede darle un efecto o más velocidad o rebote, hay que adaptar la técnica. Les enseño cómo usar sus cuerpos para darle más potencia al balón.
Hay algunos jugadores que pueden distinguir personas que estén cerca o luces. Cuando llegan al club les pregunto la capacidad visual que tienen y si pueden ver les muestro las instrucciones. Para los que tienen baja visión es más fácil aprender porque pueden formarse un esquema mental de la cancha, el ejercicio y el movimiento. Aunque depende del jugador cuánto se va a demorar en aprender goalball, alguien que entiende las reglas y va interiorizándose puede jugar bien en un mes.
Los entreno como en cualquier deporte. Cuando no hay periodo competitivo, hacemos preparación física. Hacen flexiones de brazos, planchas, corren. Como ahora estamos en periodo precompetitivo, estamos entrenando más fuerte y después hacemos más juego táctico, prueba de jugadas, partidos amistosos con otros equipos. Aunque no vean, pueden escuchar la pelota y comentamos los resultados de las jugadas.
He hecho el ejercicio de taparme los ojos. Lo sentí cuando me vendaron los ojos para mi cumpleaños. Y la verdad es que es superdifícil, uno se siente muy vulnerable. Atreverse a entrar a una cancha donde hay un balón pesado, jugadores que lo lanzan muy fuerte y ocupar tu cuerpo para atraparlo, pararse y volver a atacar, lo encuentro admirable. Su motivación es la mía. Es una enseñanza constante ver cómo han avanzado en estos tres años.
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