Columna de Ciencia: Quintero, la zona de sacrificio
Casos como el de Quintero, como el del smog en Londres a mediados del siglo pasado, y la extrema situación de la contaminación en China en la última década, requieren soluciones que implican un cambio cultural, virando desde el crecimiento de corto plazo y el consumo contemporáneo, hacia la sustentabilidad social y ambiental.
Hasta la década de los setenta la zona costera de Quintero y Ventanas era una bella secuencia de caletas pesqueras y playas que disfrutábamos los habitantes de la 5ª Región. Desde esa época, en que la fundición de Ventanas ya amenazaba la calidad ambiental y empañaba la visión de la naturaleza, la alta concentración industrial ha ido acumulando riesgos de contaminación con la consecuente generación periódica de episodios de desastres ambientales.
La situación ha llegado a tal nivel de deterioro que hoy es conocida como la zona de sacrificio, refiriendo al doble sacrificio de la naturaleza y la población.
Este sacrificio, demasiado tolerado, debe avergonzar a toda nuestra sociedad a tal nivel que nos obligue a buscar soluciones para restaurar el equilibrio ambiental y social. Quiero decir que no basta con encontrar los culpables de este episodio porque vendrán otros.
El tema de fondo es que no hemos tomado en serio el problema ambiental, lo que se puede constatar en cifras y relatos durante los últimos días. Esta actitud ocurre, porque hemos priorizado el crecimiento económico como valor dominante de la sociedad, en desmedro de la calidad de vida y la sustentabilidad ambiental que son los valores sacrificados.
Esto se ha observado en otros países, como se recuerda el caso emblemático de Londres en 1952 conocido como Great Smog y la situación extrema que ha vivido China en la última década. Como en esos casos, la solución requiere de un importante ajuste de prioridad de nuestros valores, lo que implica un cambio cultural, virando desde una dominante valoración por el crecimiento de corto plazo y el consumo contemporáneo, hacia una mayor valoración de la calidad de vida global, es decir hacia la sustentabilidad social y ambiental.
Se requiere madurar, como sociedad, en nuestra responsabilidad con el medio ambiente y en la aplicación de una justicia social con los sacrificados. En este cambio de actitud, debemos aceptar que todos somos tanto culpables como responsables, para levantar nuestros estándares ambientales y terminar con la actitud de postergar nuestra responsabilidad de asumir los costos del mayor desarrollo.
Aún tenemos una naturaleza privilegiada, cada vez más valorada como lo revelan los indicadores de incremento del turismo internacional, por lo que es necesario tomar medidas drásticas y definir políticas de acuerdo con la escala y con la naturaleza del problema definiendo nuevos estándares ambientales.
Reconozcamos el caso Quintero como nuestro nunca más, que sea nuestro lavado de la cara sucia hacia una sociedad sustentable.
Francisco J. Martínez es ingeniero civil en trasporte de la Universidad de Chile, master y doctorado en la U. de Leeds, Inglaterra, especializado en funcionamiento y evolución de la ciudad. Es académico y actual decano de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile..
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