¿Quién no desea un buen morir, libre de dolores y sufrimientos, en condiciones dignas y junto a sus seres queridos? Es una aspiración justa y legítima en especial en fases más avanzadas de la existencia.
Sin embargo, el debate en espacios legislativos y de medios de comunicación se ha centrado fundamentalmente en el concepto de Eutanasia. Este último significa "dulce muerte", pero a lo largo de la historia ha sido diferenciado el proceso natural que lleva al fallecimiento de una persona, de la acción u omisión que desencadene el fin de la vida.
Una situación que ha tenido diversas causas, desde una intención piadosa para aquellos que ya sea por la edad, estados de salud o de vida, les invitaban a abrazar la muerte como una válida alternativa para resolver sus padecimientos tanto físicos como mentales, hasta el propósito de generar una sociedad donde solo los más fuertes estaban mandatados a vivir y a regir los destinos de la población. Esto hizo que la discusión de la Eutanasia fuese evitada reiterativamente.
Hoy nuevamente este tema está en boga, y razones se esgrimen muchas, pero se resalta la necesidad de respetar la autonomía y dignidad de quien padece, y que en la libertad de adoptar una determinación, debe respetarse la intención de solicitar ese fin de vida. No obstante, esta controversia no debiera focalizarse en si la opinión del afectado tiene que respetarse como una voluntad, sino más bien lo que lo lleva a querer anticipar el deceso, e incluso, el por qué su entorno o la sociedad misma que no ha suplido esas necesidades y le ha fallado, como para cumplir dicho deseo.
Es pues necesario evaluar estos factores, y de qué manera estamos abordando estos aspectos: ¿Se suplen todas las necesidades sociales? ¿Hay un adecuado acompañamiento durante enfermedades crónicas degenerativas o complejas? ¿Si hay un estado depresivo, le hemos apoyado adecuadamente? ¿Tenemos un Plan de Cuidados Paliativos, interdisciplinario, que supla o complemente los requerimientos que tiene el paciente?
El debate entonces es mucho más profundo y nos lleva a preguntarnos cómo estamos preparándonos para un Buen Morir, a que si bien todos llegaremos a un mismo final, el camino es el que debemos pavimentar adecuadamente para que ese momento sea lo más digno y con el mejor bienestar posible, tanto para quien sufre como para su entorno, formulando no sólo leyes que así lo respalden, sino educando a la población en materia de envejecimiento positivo, relación médico-paciente, de cómo abordar en cada familia sobre Voluntades o Directrices Anticipadas, capacitar a profesionales de la salud para otorgar una mejor calidad de vida o de muerte.
Para la Sociedad de Geriatría Y Gerontología de Chile constituye una necesidad el poder avanzar en el diálogo y apoyar la gestión de instancias para implementar un sistema socio sanitario que acompañe y brinde dignidad al paciente y a su familia en estos difíciles y complejos instantes de la vida.
Jaime Hidalgo A es geriatra y Director de la Sociedad de Geriatría y Gerontología de Chile.