Columna de sismología: Predecir terremotos no salva vidas
Muchas veces se ha hablado que la predicción de terremotos ayuda a salvar vidas, y es casi el objetivo fundamental de la sismología. Sin embargo, esto no es cierto. ¿Por qué?
Si hay una frase cliché cuando se habla del quehacer de los científicos que estudian terremotos es que "Predecir Terremotos es el Santo Grial de la Sismologia". Esto implica un escenario donde lo que todos buscamos es llegar a ese método, a esa cura casi milagrosa de nuestros problemas, que va a permitirnos saber cuando ocurrirá un terremoto, el tamaño que tendrá, y sobre todo, donde golpeará. Uno de los principales argumentos en pro de esta frase es que, si es que llegamos a tener un método que predice de forma confiable terremotos, podremos salvar muchas vidas. Pero, ¿es tan así? Y además, ¿es realmente el objetivo final del trabajo de un sismólogo llegar a predecir terremotos?
Partamos por lo fundamental: predecir terremotos es una tarea titánica, que requiere un esfuerzo comparable quizás con Atlas sosteniendo al cielo. Esto, ya que uno esperaría que el descubrimiento de aquel método que permita predecir terremotos llevaría consigo un entendimiento de cómo se desencadenan en el detalle. Y eso no se ha conseguido, pese a una enorme cantidad de científicos muy talentosos que han tratado justamente entender esa parte de la generación de terremotos (no a predecir, notemos). Además, para predecir se necesitan tres trozos de información: el momento donde ocurrirá el terremoto, el lugar donde se generará, y su magnitud. El tema es que un terremoto no ocurre en un solo punto, sino que rompe parte de la corteza, generando lo que se llama una zona de ruptura. El tamaño de una está muy relacionada con la magnitud del terremoto, como pueden ver aquí: comparando terremotos de magnitudes 7.6, 8.8, y 9.5. La diferencia es tremenda.
¿Ven como la zona de ruptura de un sismo de magnitud 7.6 es casi insignificante respecto a la de un sismo de magnitud 8.8? Eso refleja la diferencia en poco más de un número en la magnitud. Recordemos que un sismo de magnitud 8.5 es unas 32 veces más grandes que uno de magnitud 7.5. Y como sabemos, se sienten muy pero muy distinto cuando nos afectan. Entonces, si por algún motivo pudiéramos acertar al lugar donde se inicia el terremoto, y al momento -aproximado- donde ocurre, pero predijimos un evento M4 y ocurre un evento de magnitud M8, ¡resulta que nos equivocamos por demasiado! Ni Higuaín en los penales de la Copa América 2015 erró por tanto.
El punto es que predecir terremotos es algo tremendamente difícil. Las probabilidades de equivocarse son altísimas, porque si vamos a predecir, hagámoslo en serio: con una magnitud híper acotada, una región con poco margen de error, y con el tiempo preciso. Nada de "se viene un sismo de magnitud entre 3.5 y 4.5 esta semana en el centro de Chile". Eso es equivalente a decir que en la próxima fecha de alguna liga europea alguien va a hacer un gol de cabeza.
Para añadir algo más a la mezcla, ocurre que los terremotos muestran comportamientos que son propios de sistemas que son impredecibles por naturaleza. Piensen en este ejemplo: imaginen que están tratando de romper una polera con sus manos, haciendo mucha fuerza. ¿Son capaces de predecir exactamente en qué momento se romperá la polera, qué tamaño tendrá la rajadura, y donde comenzará? Si me dicen que si, y que pueden hacerlo de forma consistente, y tienen un método, entonces los aplaudo. Pero hasta hoy nadie tiene algo que permita hacer lo de la polera o lo de los terremotos. Y en el caso de los sismos grandes de subducción (como los que tenemos aquí), una investigación reciente de Meier, Ampuero, y Heaton, muestra que los más grandes (magnitudes mayor a 7) parten todos de forma muy parecida, por lo que no se puede prever su magnitud sólo viendo como comenzaron. Esto es tremendo, porque si bien nos enseña más sobre la forma en que se desencadenan los terremotos, nos cuenta que dos sistemas que parten de forma muy similar pueden terminar en lugares muy distintos . Es decir, tampoco podemos predecir como se comportará un terremoto viendo sólo como comenzó.
Eso ha llevado a que varios científicos han simplemente asumido la complejidad de la tarea, y han tratado de usar los registros de sismos anteriores (e incluso mediciones de deformaciones del planeta), para ver si es que pueden reproducir algunos de los patrones de ocurrencia de los sismos. Nadie ha podido predecir. Lo que sí es que han podido reproducir comportamientos típicos de las ocurrencias de terremotos. Pero de ahí a predecir hay un trecho tremendamente grande.
Pero, ¿para qué serviría predecir? Si nos ponemos en el plano académico, tratar de reproducir la forma en que un terremoto se incuba y desencadena nos puede ayudar a entenderlos mejor, pero la aplicación para la sociedad es realmente dudosa. Hay ciertos personajes no científicos que hacen anuncios grandilocuentes donde dicen poder predecir (o pronosticar, más bien) terremotos, con un bajísimo índice de "aciertos". Ellos dicen que predecir terremotos podría ayudar a salvar vidas, ya que mediante el pronóstico adecuado las personas se pueden preparar, y así saber qué hacer al momento del terremoto. Obviamente que si es que existiese un sistema que permitiera predecir terremotos con un 100% de precisión (al menos en tiempo de ocurrencia y lugar donde ocurre), una persona podría organizarse de alguna manera. Sin embargo, eso se cumple sólo en ese caso. Porque, ¿qué harían si hay un sistema, con un 90% de precisión, que avisa que viene un gran terremoto cerca de donde viven el próximo lunes a las 11 de la mañana? ¿Van a trabajar ese día? Seguramente muchos no, lo que acarrearía un costo tremendo para la región. Y mientras lo esperan, ¿cómo manejarían la angustia? Históricamente los terremotos han sido una fuente de terror para muchos, y no es para menos: el piso se mueve durante un rato, y puede llegar a hacerlo muy violentamente. Los terremotos son eventos sobre los que no tenemos control, y como personas eso nos genera mucho estrés. ¿Y qué pasa si es que la predicción falla? Sería una pérdida de recursos brutal. Además, sobre lo de estar preparados, especialmente todo en Chile, ¿no deberíamos estarlo ya? ¿con nuestra tremenda experiencia empírica sobre terremotos? ¿no deberíamos ya saber qué hacer frente a ellos?
La verdad es que lo mejor es trabajar en la preparación. Incluso aunque podamos predecir terremotos, si nuestra institucionalidad no está funcionando bien, o si es que tenemos problemas con la construcción y la forma en que crecen nuestras ciudades, vamos a sufrir la muerte de varios compatriotas. El terremoto va ocurrir igual, lo queramos o no. Desde el lado de la ciencia, lo fundamental pasa por comprender cuales son los potenciales escenarios para el futuro, y por fortuna ellos están bastante entendidos hoy. Lo segundo tiene que ver con desarrollar sistemas de alerta temprana que puedan responder a las necesidades de cada país. En el caso de Chile, nuestros grandes sismos ocurren muy cerca de la costa, por lo que se hace necesario instalar muchas estaciones bajo el mar, lo que no es barato, por supuesto. Y otra cosa interesante es poder encontrar una forma de identificar precursores, señales que ocurren antes de terremotos, para así poder avisar tempranamente. Eso no es predecir, ya que es sólo levantar la alerta poco antes de que ocurra el terremoto, lo que ayudaría a que las personas tengan algo más de tiempo para poder ejecutar el plan de emergencia. Pero tampoco es fácil: al día de hoy no hemos sido capaces de reconocer los precursores cuando los vemos, y sólo los identificamos como tales una vez que el gran sismo ya ocurrió.
Y llegamos al punto crucial: todo el avance científico sirve para establecer caminos de acción que lleven a tener un plan de emergencia adecuado. Si no hace eso, no está ayudando a salvar vidas. Como ciudadanos necesitamos que el plan que armamos antes que ocurra un terremoto debe ser uno que nos involucre a todos, y que lo entendamos. Ese es un trabajo constante con las autoridades y con los organismos técnicos, lo que también requiere que haya leyes que permitan a la oficina de emergencia fiscalizar sobre la forma en que se construye, y donde se construye, y que los mapas de peligro existentes sean vinculantes. Nuestra ley está entrampada hace 7 años en el Congreso. Señores parlamentarios, quiero usar este espacio para pedirles que por favor saquen esa ley adelante. La necesitamos ahora.
Así que, cerrando, lo fundamental es estar preparados. Eso se hace usando el conocimiento que tenemos, que debe ser puesto a prueba, para poder crear un mejor plan de emergencia que el que tenemos ahora, donde generemos confianza entre la academia, las autoridades, y la sociedad en general. Nada debe ser "por mandato divino". Y allí la predicción no entra. No nos sirve para salvar vidas, a menos que de verdad sea un 100% confiable. Con esto no digo que no valga la pena intentar predecir terremotos, porque hay mucho aprendizaje allí, esperando. Pero debe ser hecho con un método, donde de verdad aprendamos más sobre la forma precisa en que se desencadenan los sismos. Así que por favor dejemos eso del "Santo Grial" de lado. Hay mucho más por estudiar, que es mucho más útil para la ciencia, y para la sociedad.
Cristian Farías Vega es doctor en Geofísica de la Universidad de Bonn en Alemania, y además profesor asistente en la Universidad Católica de Temuco. Semanalmente estará colaborando con La Tercera aportando contenidos relacionados a su área de especialización, de gran importancia en el país dada su condición sísmica.
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