Lo conocemos como ‘pataleta’ o ‘berrinche’, pero el nombre acertado es desregulación emocional. Esto es lo que muchos niños experimentan en la infancia porque, a diferencia de los adultos, están en una edad donde no saben cómo lidiar con ciertas emociones o estímulos.
“Tratamos de no hablar de pataleta ni berrinche porque tiene cierta estigmatización negativa”, comienza a explicar a La Tercera Isidora López, psicóloga infantojuvenil y profesora de la Escuela de Psicología de la Universidad de los Andes.
Y es que, a propósito de la discusión que se generó por el podcast Ni tan distintas de la influencer Beatriz Bravo — quien fue ampliamente criticada por afirmar que no era una mala alternativa tranquilizar a los niños con una “ducha con agua helada”— existen personas que consideran que los niños están preparados para autorregularse como un adulto.
Pero esto no es así. La psicóloga asegura que, cuando los niños son pequeños, es normal que presenten cierta cantidad de desregulaciones emocionales.
“A veces los papás no saben, pero entre los 2 a 6 años, nosotros esperamos que los niños presenten desregulaciones porque es parte del desarrollo mismo. Ya nos preocupamos cuando estas son muy intensas y frecuentes”, dice López.
Entonces, ¿cómo debe actuar un padre, madre o cuidador frente a una desregulación emocional? ¿La sociedad necesita ser más empática con los niños y niñas que se desregulan en público?
Cómo tratar a un niño que está teniendo una desregulación emocional
Cuando un niño comienza a tener una conducta agitada con gritos, llantos y muchas veces golpes, es porque, por su edad, “no tiene las herramientas necesarias para poder autorregularse solo”.
“Le es muy difícil gestionar o tramitar esas emociones, por lo tanto acude al adulto como un corregulador de estas emociones. Y es que el niño no sabe cómo manejarlo, porque no puede identificar lo que le pasa”, explica la psicóloga.
Esto, bajo ningún motivo, significa que los padres no deban poner límites. Sin embargo, deben procurar entregarle las herramientas al pequeño para que éste pueda aprender a sobrellevar estos sentimientos con el tiempo.
Sin embargo, la experta descarta completamente los castigos más severos como una ducha con agua fría. “A veces dicen, ‘estos niños de cristal que no les ponen límites’. Pero no, la idea es poner un límite después de que pasó la desregulación emocional. Ahí es cuando uno educa”.
“Si yo meto a un niño al agua fría, el niño se va a quedar callado por miedo al castigo y porque no quiere seguir viviendo esa consecuencia, no porque esté generando herramientas de autorregulación, que es lo que nosotros esperamos”.
En el podcast, también se habló del típico castigo arcaico de encerrar a los niños en sus piezas: “Si yo al niño lo mando a ‘reflexionar’ a su pieza y lo encierro, el niño obviamente no tiene esas herramientas para hacer ese ejercicio reflexivo solo. Al final se va a callar y pedirá perdón, pero no habrá comprendido qué fue lo que pasó o cómo puede gestionar cuando se enoje en el futuro”.
Pero, ¿cómo se puede enseñar y poner límites a un niño que se desreguló emocionalmente?
López explica a LT con un ejemplo: “Se le puede decir al niño ‘yo entiendo que estás frustrado porque tu primo te quitó tu juguete’. Ahí traducimos para que el niño de a poco pueda identificar sus emociones e ir generando herramientas para que él ya en la etapa escolar pueda autorregularse solo”.
“Pero lo más importante es que el papá o la mamá antes de ayudar y acompañar a este niño, esté tranquilo, porque sino es apagar fuego con fuego. El padre, madre o cuidador responsable tiene que mantener tranquilidad y tolerar su propia frustración para poder atender y estar disponible emocionalmente para el niño”.
Si es que el niño o niña no quiere acercarse a sus padres en ese momento de sentimientos intensos, se puede decir “okay, estás enojado, lo entiendo. Yo te voy a estar acompañando acá al lado para cuando tú quieras venir y me necesites. Yo voy a estar aquí”.
Después, cuando esté más tranquilo, viene el paso de la reflexión: “Aquí uno le dice al niño ‘está bien que te enojes, está bien que te sientas frustrado, a todos nos pasa a veces, pero uno no le puede pegar a la mamá cuando se enoja o uno no puede llevarse el juguete de alguien’”.
Según la psicóloga, este paso es importante hacerlo cuando ya todo está en calma, porque durante el estado emocional intenso, “el niño no va a poder entender ni integrar lo que la mamá, papá o cuidador le está diciendo porque está muy enojado”.
Ya en este punto es cuando se pone el límite o la consecuencia: “Por ejemplo, decirle ‘no iremos a la plaza porque no está bien que le hayas pegado a tu hermano chico, etc’. Aquí es una inversión a largo plazo, porque sí le estamos ayudando a generar herramientas de autorregulación, no que el niño se quede callado por miedo, esa es la diferencia”.
“Debemos ser más empáticos con los niños y niñas que se desregulan en público”
“La crianza respetuosa está muy malentendida, porque los límites siempre son necesarios. Los niños necesitan límites, porque es como estar en un puente colgante sin barreras”, dice la psicóloga López.
Sin embargo, resulta muy fácil juzgar a un niño o niña que está desregulado emocionalmente en público, gritando o llorando, porque el ruido puede ser muy molesto. Es en estos casos donde “es superimportante que nosotros como sociedad seamos empáticos y entendamos que no sabemos cuál es la realidad de esa mamá, papá y del niño”.
“El niño podría tener una condición, tener trastorno del espectro autista, y nosotros no lo notamos a primera vista. No sabemos cuál es la realidad socioeconómica, la red de apoyo de la mamá y del niño, ni las herramientas que tiene esa familia para hacerse cargo del niño”.
“Yo creo que como sociedad, tenemos que respetar los espacios de maternidad y paternidad”.