Cómo fue el experimento soviético que pobló el Cáucaso con roedores sudamericanos y provocó un problema ambiental
El coipo, especie protegida en Chile, fue introducido en el Cáucaso con el fin de dar más valor a sus paisajes. A varias décadas de esa iniciativa, el roedor se ha transformado en una amenaza para los animales autóctonos de esa zona.
En la década de 1930, el zoólogo ruso Nikolai Vereshchagin llevó a cabo un curioso proyecto que pretendía modificar los paisajes de Cáucaso, la región situada al sureste del continente europeo.
El propósito, a grandes rasgos, era introducir varias especies no nativas en países de esa zona, bajo la creencia de que estas podrían aportar más valor a los ecosistemas y ser usadas en la caza y la confección de abrigos o sombreros de lujo.
Según reporta la BBC, los intentos de Vereshchagin y otros científicos soviéticos terminaron dando frutos. Lograron introducir alrededor de nueve especies de mamíferos oriundos de Sudamérica, Asia y otras zonas del mundo, de las cuales hubo una que destacó por adaptarse y prosperar rápidamente en Azerbaiyán.
Se trata del coipo (Myocastor Coypus), roedor que suele habitar en humedales y que es considerada una de las 100 especies invasoras más dañinas en el mundo.
Cómo es el coipo, el animal sudamericano introducido en el Cáucaso
El coipo, también conocido como coipú o quiyá, es un roedor semiacuático que es nativo de Sudamérica. Se le puede ver en Chile, Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay.
En el caso de Chile, Myocastor Coypus es una especie protegida por la Ley de Caza.
Puede llegar a medir de 40 a 60 cm, su cola suele ser de medio metro y su peso varía entre los 5 y 10 kilos. Todo eso lo convierte en uno de los roedores más grandes de todo el mundo.
Su pelaje largo, grueso y de tonalidad café oscuro con algunas variaciones de amarillo, es uno de los aspectos que más lo distinguen. Gracias a esto, tiene impermeabilidad y protección térmica.
Sus orejas y ojos son de diminuto tamaño, mientras que sus incisivos se caracterizan por ser naranjos y poderosos, con lo cual puede cortar la hierba que come. En todas sus patas cuenta con membranas natatorias que le permiten desplazarse con facilidad por el agua.
Humedales, pantanos, ríos, lagunas y esteros donde haya abundante vegetación semiacuática, son los ambientes favoritos de este mamífero. Cuando está en el agua puede nadar rápidamente con la ayuda de sus patas y su cola, que usa como si fuera un timón. En el caso que a su alrededor hay una amenaza, se sumerge por varios minutos. En los rincones de esos ambientes acuáticos también busca alimento, construye madrigueras y se dedica a criar.
Por qué es difícil erradicar al coipo del Cáucaso
Según reporta el medio británico, Vereschagin se encargó de supervisar la introducción de más de 200 de estos roedores semiacuáticos en Azerbaiyán en la década de 1930, desconociendo que el experimento que lo enorgullecía tanto podía poner en riesgo a la biodiversidad de la zona y terminaría siendo un problema ambiental.
Esto se debe a que el coipo cuenta con una alta capacidad de reproducción: una sola camada puede estar integrada por 13 crías, y como las hembras pueden volver a quedar preñadas días después de parir, podrían tener hasta tres camadas por año. Eso, sumado a su fácil adaptación al entorno, ha permitido que tengan una expansión descontrolada y que sacarlos del Cáucaso no sea una tarea sencilla.
A varias décadas de esa introducción, los coipos se pueden encontrar ampliamente en cualquier humedal de Azerbaiyán. Los expertos creen que en otros países cercanos como Armenia y Georgia hay may más poblaciones.
“No recuerdo ningún humedal en el que haya estado y no haya visto sus huellas”, señaló el investigador Zulfu Farajli.
“Vereshchagin menciona que en cinco años su número aumentó a 400-500 animales y sólo liberaron algo más de 200 animales. Así que se duplicaron en cinco años”, agregó.
El Cáucaso no ha sido el único lugar donde este roedor fue introducido. A lo largo del siglo XX, cientos de ejemplares fueron enviados desde Sudamérica hasta granjas peleteras de otras zonas de Europa, como Francia, con el fin de usarlos en el comercio de pieles.
Después de que muchas granjas pusieran fin a esa actividad, los animales terminaron escapando a la naturaleza, donde lograron sobrevivir y acomodarse al entorno.
El impacto del coipo en el Cáucaso
El coipo, al ser una de las especies invasoras más peligrosas, representa un gran riesgo ambiental para el Cáucaso, dado que compite con otros animales autóctonos por el hábitat, la vegetación acuática y otros recursos que requieren para subsistir.
Los expertos dicen que uno de los impactos más notorios de este animal ha sido en la Reserva Estatal de Gizilagaj, que es una reserva de varios humedales cercana al Mar Caspio y donde habitan varias aves que están bajo amenaza. Entre ellas, la malvasía cabeciblanca y el porrón pardo.
También se ha visto que este roedor representa un peligro para las aves al aplastar sus huevos, especialmente cuando se sienta en las áreas de nidificación.
Aunque hay casos donde se logró erradicar con éxito, como ocurrió en el Reino Unido, en otras áreas donde la población ha crecido a niveles impensados y hay menos recursos, es mucho más complejo llevar a cabo esa tarea.
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