-¿Cuál es tu definición de lo femenino?
-Una definición que me gusta mucho de lo femenino es la que hace J.A.Miller, un psicoanalista que dice que lo femenino es como la posición de la protagonista de la novela Zazie en el metro. A Zazie su tío le quiere enseñar la ciudad, mostrarle todos los emblemas patrios, militares, los grandes asuntos de la cultura, y la chica le responde ante cada propuesta ¡un culo!, Napoleón ¡un culo!, la torre Eiffel ¡un culo! Es decir, lo femenino lo entiendo como una posición existencial, independiente de la anatomía de un cuerpo, que implica la sospecha de que, bajo toda razón, toda construcción cultural, todo lo que se presenta como definido y cerrado y, sobre todo grande, oculta sus propia contingencia y fracturas. Lo femenino en este sentido es nuestra parte subversiva, la que es suspicaz con el ego de la historia.
-¿Cómo se relacionan lo femenino y lo masculino?
-Lo masculino en psicoanálisis lo entendemos como nuestra parte defensiva. El "yo soy", "esto es mío", "las cosas son así". En el fondo, lo femenino y lo masculino son dos formas de habitar el cuerpo y la relación al mundo. Ambas lógicas pueden coexistir en una misma persona, no somos siempre igual. Y por supuesto, en su extremo, lo masculino como lo femenino, en el sentido que propongo, son trágicos. Lo masculino es la tontería de aspirar a la potencia para sentirse orgulloso, por eso, en general para los hombres (en posición masculina) la humillación, la caída, es tan perturbadora. Mientras que el extremo de lo femenino es un ¡me importa un culo! permanente.
-¿Cuál es el estatus de lo femenino en el área en que trabajas?
-En psicoanálisis trabajamos entendiendo que no hay algo sustancial en ser hombre y mujer, sino que son maneras de nombrar lógicas de existir. Hoy podemos poner otros nombres más, infinitos nombres, LGTB, etc. Y que políticamente significa ampliar la democracia, sin duda. Sin embargo, desde el punto de vista del psiquismo, siempre habrá una brecha entre la propia definición de uno mismo y la experiencia con el cuerpo. Nadie es lo que declara ser. Hay que estar muy loco o tener un narcisismo patológico para creerse a sí mismo por completo. En este sentido, nuestro trabajo de alguna manera va a contrapelo de las lógicas patriarcales, pero también de la autoayuda, de todo lo que mercantilice la subjetividad, poniendo nombres a toda la experiencia, agrupándola en nuevas categorías generales que dejan sin palabra propia.
-¿Qué es lo fundamental que la lucha feminista no debe olvidar en sus demandas?
-Resistirse a ser capturada como un nuevo producto de mercado, donde todo pueda llevar el nombre de feminismo. Resistirse a quedar reducido a una fórmula de autoayuda, "sigue los pasos para ser una mujer empoderada". Elfriede Jelinek, escribió Lo que pasó cuando Nora dejó a su marido, ficcionando cómo habría sido la liberación de Nora de Ibsen. Ocurre en su ficción algo así: la Nora empoderada, burguesa de vanguardia, empuja a las mujeres proletarias a abandonar a su marido e hijos que las oprimen. Topándose, por supuesto, con algo que Nora no había calculado: para esas mujeres la opresión era trabajar en la fábrica y su deseo estar con su familia. ¿Existen hoy las condiciones para la liberación? Quizás para algunas. Por eso me parece que el feminismo no puede existir como una bandera de liberación del cuerpo, del sexo, como se acentuó en la revolución de los 60, como si las mujeres fuéramos fundamentalmente máquinas de follar (Dana Densmore). El grito de liberación es uno vacío sin análisis de las condiciones materiales. En ese sentido, salarios, aborto, entender la maternidad como asunto de la tribu y no como algo privado son todas cuestiones imperativas para la equidad.
-¿Qué mujer representa hoy lo femenino?
De las cosas interesantes que ocurrieron en las tomas feministas de 2018 fue que nadie encarnó una vocería estable, no hubo algo así como el Che Guevara de la causa. Y eso es lo más feminista del mundo. Precisamente porque desestabiliza las ideas propias de lo masculino: el héroe, el ego, la competencia. De todas maneras, hay cosas que se juegan en la arena política, y eso también implica actuar en lógica masculina. Y las mujeres cada vez más, con toda propiedad, ocupamos los espacios públicos que antes eran prohibitivos, o se vivían como si fuera algo ilegítimo para nosotras. No creo que haya una representante del feminismo, y si alguna se tomara esa bandera, creo que haríamos lo que Zazie con todo emblema: ¡mon cul!
*Constanza Michelson es psicoanalista y escritora.
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