Si hace años la preocupación de los adultos estaba en los efectos de la televisión en los niños, sin duda alguna que ahora es el fácil acceso que tienen a los teléfonos inteligentes.
En plazas, centros comerciales, recintos de salud y en todos los escenarios posibles, se puede identificar con facilidad a niños y adolescentes absortos en sus celulares o tablets.
Debido a lo anterior, en los últimos años algunas investigaciones científicas han buscado estudiar cómo afecta el uso de esos dispositivos y la actividad digital en los más pequeños. Si bien es un fenómeno que aún sigue siendo explorado, se ha apuntado que puede impactar en el desarrollo cognitivo, el lenguaje, el sueño y las habilidades sociales.
Uno de los mayores obstáculos radica en que, a medida que muchas actividades han estado digitalizándose, es cada vez más complejo vivir sin el celular. El confinamiento por Covid-19, además, promovió que los niños tuvieran que recurrir a esa tecnología para poder asistir a sus clases remotas y realizar sus tareas.
Pero, ¿hay alguna edad más recomendable para que los niños accedan a un smartphone? ¿Qué dicen los expertos?
La edad idónea para comenzar a usar un celular
Leen d’Haenens, integrante de ySkills -iniciativa que busca mejorar las habilidades digitales en niños y adolescentes- explica al diario El País que cada padre debería “basar su decisión en las circunstancias individuales y en la preparación del niño para las responsabilidades que conlleva un móvil”.
En esto hay que considerar, además, que cada niño puede ser totalmente diferente a otro en su comportamiento. Por lo mismo, no se podría precisar una edad determinada si hablamos de entregarle un teléfono inteligente a un menor de edad.
D’Haenens explicó al medio español que existen algunos criterios que los padres deben tener en cuenta en esta decisión: la madurez que tiene el niño para controlar la seguridad y el tiempo que pasa en la pantalla, cuán necesario es el dispositivo para comunicarse con su círculo cercano, si es que será usado para el colegio o tareas, y por último, si es que lo usará cuando su seguridad esté amenazada.
A lo anterior se deben añadir medidas de control parental, por ejemplo, control de los sitios y aplicaciones que pueden utilizar, acceso a sus cuentas o restricción de determinados contenidos.
“Establecer reglas y límites sobre el tiempo de pantalla y el contenido es vital para fomentar hábitos saludables”, recalca D’Haenens.
Aunque algunos adultos podrían creer que ignorar la opinión de los más pequeños en ese tema es lo mejor que se podría hacer, la realidad es que eso podría no resultar del todo bien. “En general, un enfoque equilibrado es preferible para la mayoría de las familias”, apuntó la especialista.
Además, ciertas visiones plantean que es óptimo darle acceso a un teléfono a un adolescente solo cuando cumple los 16 años, pero no antes. Ellen Hespers, miembro de Global Kids Online, proyecto de investigación entre UNICEF y London School of Economics, sugirió al medio español que esperar hasta los 16 tiene ciertos peligros.
¿La razón? La prohibición que tendrán antes de cumplir esa edad podría provocar que a toda costa busquen acceder al contenido que no pueden ver, pero sin supervisión de los adultos.
“Restringir y prohibir no permite que los jóvenes comprendan los riesgos y les pone en mayor riesgo de sufrir daños cuando finalmente comiencen a interactuar con las tecnologías”, asegura la experta. En esa línea, para aminorar los riesgos, Hespers indica que la “mediación activa” podría resultar beneficiosa entre hijos y padres.