Más que en cualquier otro momento de la historia, hoy es más fácil que nunca acceder a contenidos en Internet. Las redes sociales, la inmediatez, los motores de búsqueda y la gran diversidad de sitios web pueden hacer que los jóvenes lean mucha información valiosa, pero también, que vean material inapropiado y dañino para su salud mental y física.
En este sentido, la pornografía ocupa uno de los puestos más altos. Según un informe de la organización Save The Children publicado en 2020, el 70% de los adolescentes visitan páginas de este tipo de manera recurrente, mientras que la edad de inicio tiende a ser —en promedio— a los 11 años.
Aquello no es de extrañar. No solo porque la adolescencia es una etapa de experimentación y autoconocimiento, sino que también porque la exposición frente a las pantallas tiende a ser común en ese rango etario.
Según aseguró a El País el investigador Lluís Ballester de la Universidad de las Islas Baleares, cerca de un 25% de los jóvenes pasan entre 1.000 y 5.000 horas viendo pornografía en la web antes de cumplir los 20 años, un escenario que se potencia con la adicción que pueden generar estos contenidos.
Así lo confirmó al citado medio el sexólogo José Luis García, quien acentuó que ese periodo es de “alto riesgo” por su susceptibilidad y que el impacto del material pornográfico puede ser altamente perjudicial.
“Nuestro cerebro más primario es especialmente receptivo a lo que tenga que ver con la supervivencia y a los estímulos sexuales, necesarios para iniciar y mantener el proceso de respuesta sexual a lo largo de la vida”, explicó, “recordemos que estamos hablando de jóvenes, con un cerebro en proceso de construcción, con menos recursos para hacer frente a estímulos tan poderosos como el porno, que excita y da placer”.
En este sentido, añadió que “es muy difícil discutir con un orgasmo y más a los 15 o 16 años”.
Los riesgos de que tu hijo vea porno y cómo enfrentarlos
La sexóloga Rosa Navarro fue enfática al decir que la pornografía puede convertirse en “una droga”, la cual genera “un patrón de dependencia que afecta a la tolerancia que los adolescentes tienen hacia los contenidos”.
Con esto se refiere a que a medida que ven más material de este tipo, su umbral de excitación se vuelve más alto, por lo que necesitan una cantidad más grande de porno para sentir placer, además de videos más intensos. Asimismo, pueden tener dificultades si no hay porno de por medio.
“Se altera la sensibilidad y la relación sexual real pierde capacidad excitatoria, es insuficiente para provocar esos umbrales necesarios”, detalló García.
Bajo esta línea, el sexólogo añadió que la mayoría del porno gratuito que se encuentra en internet contiene escenas violentas, en las que no se respetan los derechos de los participantes —generalmente mujeres— y en donde no se aplican los resguardos sanitarios más básicos. Como por ejemplo, el uso de preservativos.
“Hay dos ideas perversas que me preocupan enormemente y que transmiten los videos pornográficos: primero que es muy fácil tener relaciones sexuales con cualquier mujer y, segundo, que todas disfrutan con la presión, les gusta que las fuercen, lo están deseando, volviéndose unas lobas ‘sexuales’ para dar placer ilimitado al chico”, enfatizó el experto.
A ello se le suma, según Navarro que “en este tipo de contenidos, el uso del preservativos brilla por su ausencia, lo que puede llevar a pensar que es normal no utilizar métodos anticonceptivos durante una relación sexual, con el peligro que esto entraña”.
La educación sexual en el centro
Tales características tienen múltiples consecuencias, sobre todo cuando no hay educación sexual de parte de los adultos encargados o las escuelas.
En esos casos, la sexóloga Anel Martínez dijo que los adolescentes “utilizan el porno como medio educativo sobre la sexualidad, a pesar de que es la ciencia ficción” en este ámbito.
Aquello genera que piensen que el sexo en la vida real es igual a como se ve en la pantalla, un aspecto perjudicial que altera su percepción con otras personas y que podría desencadenar actos violentos e incluso ilegales.
“Las implicaciones que esto tiene son la normalización de las agresiones sexuales en grupo, las grabaciones de encuentros sexuales entre menores y su posterior difusión sin consentimiento”, explicó Martínez.
Tales casos no solo se traducen en graves riesgos para la salud mental de los jóvenes involucrados, sino que también en daños en el plano físico y en cómo se relacionan con otras personas.
“Puede propiciar algunos problemas de salud sexual tales como disfunción eréctil, eyaculación precoz, trastorno orgásmico, entre otros; también problemas de pareja y baja autoestima”, dijo su colega Andrés Suro a El País, para luego añadir que un estudio de la Universidad de Belgrano concluyó con que “el porcentaje de disfunción eréctil en hombres menores de 40 era del 3%; en la actualidad, se sitúa entre el 14 y el 35%”.
Las recomendaciones de los expertos
Es esto que los especialistas recomendaron a los padres que se sienten a hablar con sus hijos y les expliquen de manera adecuada que la pornografía disponible en internet no es la realidad y que deben cuidarse —tanto a sí mismos, como a la otra persona— en el momento en que lleguen a tener relaciones sexuales.
“Hay que adelantarse para que cuando vean las primeras imágenes tengan una mirada radicalmente distinta a lo que se encontrarán. Y no castigar ni prohibir. No culpabilizar”, manifestó García, para después agregar que es importante recalcarle a los jóvenes que la penetración nunca debe ser “sin placer, con dolor, por dar placer a su novio, porque sus amigas dicen que lo hacen o porque la chica del porno ‘se lo pasa muy bien y siempre goza’”.
De la misma manera, Navarro sugirió que hay que “orientarlos hacia otras alternativas audiovisuales con una visión menos agresiva, que les proporcione roles sexuales más positivos”.
“Existen alternativas, pero a veces como padres y madres nos puede costar recomendar a nuestros hijos e hijas material de contenido erótico. Hay que hacer un trabajo de campo previo e intentar mostrarles alternativas que visibilicen la diversidad y el placer de las personas que participan”, concluyó.
Cabe destacar que siempre es recomendable visitar a un terapeuta o médico especialista para evaluar cada caso particular.