El boom de los libros de ciencia para niños
Mientras en estos días el Congreso del Futuro volverá a poner en relieve la ciencia, las editoriales y los investigadores celebran que el 2019 fue el año más prolífico para los libros de ciencia para el público infantil. El interés de los adultos por estos temas se expandió a los más jóvenes, de la mano de divulgadores e ilustradores que han usado como principal recurso las historias cotidianas. Algunas de estas publicaciones se editarán incluso en otros países.
Rodrigo Contreras (46), doctor en Astronomía, no sabía que le gustaba la ciencia. Recuerda que cuando estaba en el colegio pensaba que los investigadores eran gente extraña. Además, sus profesores le enseñaban ese ramo a la antigua: le dictaban la materia para que después de copiarla en el cuaderno, la memorizara. En ese tiempo, tampoco había libros que estimularan la curiosidad por la biología, la química y otras disciplinas. Y esa fría relación con la exploración de la mecánica del mundo y las cosas fue una motivación para lo que hizo muchos años después: escribir sobre ciencia para niños.
"Si cuando chico hubiera leído los libros de Gabriel León o los que escribí, yo habría estudiado ciencia de inmediato. Lo que quiero lograr con estos libros es precisamente eso: romper el estigma de que la ciencia es complicada o que sólo algunos la pueden entender, que es lo que viví", dice.
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Rodrigo Contreras. Foto: Javiera Gandarillas
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Contreras se acercó a la ciencia cuando estaba en la universidad estudiando -no muy convencido- Ingeniería Civil. En esa época, tomó algunos cursos electivos de física cuántica y de relatividad, y su curiosidad despegó. Lo que siguió a eso fue estudiar un máster de Astronomía en la UC y un doctorado en la Universidad de Boloña. Dice que en Italia consiguió un trabajo para llevar turistas a visitas guiadas a los telescopios y en ese momento se dio cuenta de que era un buen contador de historias.
"Uno aprende en el camino que hay que dejar de lado los tecnicismos y aterrizar los conceptos. Hacer de la ciencia algo coloquial, simple y con analogías de la vida diaria. Así la gente empieza a entender y a entusiasmarse", dice. Contreras volvió a Chile en 2013, y se convirtió en investigador del Instituto Milenio de Astrofísica y en divulgador científico. Por ejemplo, a través de la cuenta de Instagram @pildorasdeastro enseña sobre el universo "en pequeñas dosis" y hoy tiene más de seis mil seguidores. Esa experiencia activó luego el desafío de escribir.
En un trabajo conjunto con la ilustradora Carolina Undurraga, Contreras publicó dos libros el año pasado: Bruno y el Big Bang, en marzo -que va en la segunda edición-, y Bruno y la luz, en noviembre. Esos dos títulos –protagonizados por un niño y personajes como su camaleón Bowi- fueron parte de un boom de libros de ciencia dedicados al público infantil que ocurrió en 2019 y que tuvo a varios científicos chilenos como autores.
A las obras de Contreras, que abordan preguntas como por qué titilan las estrellas, también se sumaron la adaptación infantil de Somos polvo de estrellas, del astrónomo José Maza, publicado en diciembre, y los dos títulos del bioquímico Gabriel León: ¿Qué son los mocos? -publicado en mayo y que ya va en la cuarta edición- y ¿Por qué los perros mueven la cola?, lanzado en noviembre.
A estos títulos se suman otros de editoriales pequeñas y de centros de investigación, como Con ustedes… el Sol, un libro de SERC-Chile que incluye la realidad aumentada, elaborado por la productora BigBang, la misma que lanzó el libro Chile en la Era del Hielo con esa tecnología.
Estos libros no sólo han tenido éxito en Chile. En Penguin Random House cuentan que ¿Qué son los mocos?, ¿Por qué los perros mueven la cola? y Bruno y el Big Bang serán editados en México durante este año y que también existe interés por lanzarlos en Estados Unidos y Argentina. Además, el primer libro de Contreras será traducido al chino y al coreano, y ¿Qué son los mocos? será editado también en Perú.
En modo ciencia
En la encuesta Percepción y Apropiación Social de la Ciencia y la Tecnología en Chile 2018, de Conicyt, el 61,9% de los consultados dijo tener interés por los temas científicos, superando a otros ítems como el cine, el teatro o la política. Un interés que se reflejó en las editoriales y en las librerías hace unos años. "Había una barrera, porque tanto los libros como la ciencia compartimos la mala fama de ser una lata, comparados con otras actividades", dice María Teresa Ruiz, astrónoma y Premio Nacional de Ciencias Exactas, quien publicó en 2011 su primer libro de ciencia para escolares, llamado Universo: Ciencia y Ficción... ¡que (no) te cuenten cuentos!, escrito junto a la filósofa Margarita Schultz.
"Con la astronomía, una disciplina aparentemente dura y que genera cierta resistencia en la gente, existía la idea de que no iba a 'pegar'. Pero a la hora de probar el público interesado existía, estaba ahí', explica Josefina Alemparte, directora editorial de Planeta, quien recuerda que la primera edición de Somos polvo de estrellas, de José Maza, publicado en abril de 2017, salió con sólo dos mil ejemplares. "Era una apuesta bien piola: 'Probemos con esto que a lo mejor prende', y hemos vendido, no sé, 80 mil... Es una locura".
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José Maza: Foto: Marcelo Segura
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Alemparte recuerda que cuando llegó a Planeta, hace 10 años, estaban muy de moda los libros de autoayuda, pero con el tiempo el público lector fue demandando contenidos más exigentes. Para Macarena Figueroa, editora infantil y juvenil de Penguin Random House, los adultos tienen en la actualidad la necesidad de culturizarse y eso se demuestra con la demanda de ciencia y de historia: "La no ficción está pegando muy fuerte, en todo ámbito. La cultura general, la historia, la ciencia, los libros de Yuval Noah Harari. Siento que los adultos están con la necesidad de la no ficción y de afirmar ciertos conocimientos que van de la mano de sus opiniones políticas o de lo que puedan conversar en una mesa. Y sin duda que estos libros atrajeron a un público no lector y el boca a boca va haciendo que a la gente le pique el bichito".
En las editoriales cuentan que el fenómeno infantil fue muy de la mano de lo que ocurrió con los adultos. "Hoy hay un boom de literatura infantil de ficción y no ficción muy potente, porque son los mismos papás que quieren que sus hijos lean y los que fomentan el acceso a este tipo de contenidos", agrega Macarena Figueroa.
A Josefina Alemparte le llamó la atención que cuando José Maza y el matemático Andrés Navas -autor de Un viaje a la ideas (2017) y de Lecciones de Matemáticas para el recreo (2018)- iban a librerías y lugares públicos a firmar sus libros –que no estaban pensados inicialmente para un público infantil y juvenil- mucha de la gente que llegaba eran adolescentes. Fue así, dice, que se les ocurrió adaptar el libro de Maza para ese público. "Fue una demanda que se vio en el minuto, una vez que salieron los libros de ciencia para adultos y nos dimos cuenta de que había un público escolarizado que estaba interesado en estos temas", explica.
Esto coincidió con otro factor: la aparición de científicos con habilidades narrativas y capaces de relatar historias que funcionan, pese a que el desarrollo de esa habilidad no está en ninguna malla curricular de las carreras científicas. "Apareció gente que apretó la tecla precisa para saber cómo contar la ciencia y para que los libros no fueran un manual de científicos para científicos", dice Figueroa.
Convertido en un rockstar de la divulgación científica, el astrónomo José Maza juntó cerca de seis mil personas en la Medialuna Monumental de Rancagua en 2018, llenó el Teatro Caupolicán y convocó a ocho mil personas en el estadio La Portada de La Serena el año pasado, pero dice que publicar para niños es un desafío aparte. "Estoy explorando un cambio que no es conocido para mí, estoy entrando en tierra incógnita, pero tengo mucho interés de entrar ahí y de tener éxito en esa empresa, poder comunicarme con los niños, así que espero que después de este libro puedan venir otros para ese rango".
Maza tiene la convicción de que se debe hacer libros de ciencia para niños chicos, de 5 o 6 años, porque hay que partir enseñando desde la edad más temprana posible: "Que los niños aprendan a pensar cuando están en primero, segundo o tercero básico. No tengo estrategia, tengo sólo interés, y en la medida de que los libros sean exitosos, y me parece que este libro va por ese camino, lo iremos perfeccionando", dice.
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Gabriel León. Foto: Patricio Fuentes
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Las mejores preguntas
-Gabriel, ya que los libros de ciencia para adultos están funcionando bien, ¿qué pasa con los niños?, preguntó Macarena Figueroa. Era 2017 y en Random House veían el vacío en el público infantil. Revisaron en los catálogos de otros países, como España y México, pero no existía lo que buscaban y como León tenía buenas ventas con La Ciencia Pop 1 y 2 -libros de historias de ciencia- apostaron por él.
-Está listo, fue la respuesta de León.
Gabriel León (44), bioquímico que cambió los experimentos en el laboratorio por la divulgación científica, tenía trabajo adelantado. Dos años antes, su hija le preguntó por qué se arrugan los dedos cuando están mucho tiempo bajo el agua. León no tenía una explicación y se puso a investigar para encontrarla. La de su hija no fue la única pregunta infantil que lo sorprendió y por eso se dedicó a recolectar las inquietudes que los niños le manifestaban en sus charlas. Cuando Macarena Figueroa lo llamó, se acordó que tenía una carpeta en el computador con decenas de interrogantes que le habían planteado los niños. Pensó entonces que sería una buena idea de libro.
"Las preguntas de los niños son lejos las mejores, porque vienen de la curiosidad pura. No buscan tirar pinta, les importa un comino hacer el ridículo o decir algo que pueda ser considerado como algo propio de un ignorante. No. Ellos hacen la pregunta simplemente porque quieren saber", dice María Teresa Ruiz, quien marcó la pauta con Universo: Ciencia y Ficción... ¡que (no) te cuenten cuentos!, donde utilizó la misma fórmula que después siguió León a través de las preguntas de los niños.
"Me acuerdo que fue un poco tirarse a la piscina, no sabíamos cómo nos iba a ir", dice. Les fue bastante bien y publicaron una segunda versión para niños más grandes, pero sus colegas no le siguieron la idea. Hasta ahora.
Dice Ruiz: "Me encantaría que fueran más pero la escena nacional está bien. Mirémoslo positivamente, es más de lo que había antes. Y son libros no baratos, porque siempre he insistido que los libros tienen que ser bonitos y los libros bonitos son caros".
León explica que el mayor desafío de escribir libros de ciencia para niños es romper el estigma de que el libro es fome y si es de ciencia, más fome aún. La fórmula, dice, es convertirse en un buen panorama para que el niño deje el celular y las aplicaciones durante un rato, y se enganche con el libro, ya sea porque lo encontró entretenido, interesante o porque la pregunta que leyó es la que alguna vez también se le ocurrió a él. "Mi afán nunca ha sido enseñar, siempre ha sido contar historias, y en la ciencia hay muy buenas historias. Las historias cotidianas, por ejemplo, que tienen elementos súper divertidos, que tienen anécdotas, que tienen información y que además están narradas desde el espacio más cotidiano, entonces además hay cercanía. No sé cómo funciona, pero funciona. Debe ser la suma de estos ingredientes".
Un desafío adicional pensando en el público infantil es cómo contar ciencia en un lenguaje simple y atractivo, pero sin desvirtuarla y sin que deje de ser ciencia.
-¿Hay un límite para el ejemplo y para la explicación simplificada?
-Sí, la narrativa no puede curvar los hechos. Creo que se puede simplificar el contenido científico cuando tú explícitamente adviertes que eso que dices no es así tal cual, sino que es una aproximación. 'Ojo, esto es mucho más complejo, pero si uno reduce los elementos, se puede entender así'.
León dice que esa explicación es clave porque hay estudios que muestran que cuando el científico no advierte que está contando una explicación científica simplificada, el lector puede tomarlo como toda una realidad. "Las personas que leen difusión científica sin esa advertencia se sienten súper informadas y dicen '¿sabes qué? Esto ya lo sé, ya lo leí, y ya no necesito al experto'. Y eso en vez de conectar la ciencia con la sociedad, provoca una mayor lejanía".
Rodrigo Contreras cuenta que testea sus libros con sobrinos e hijos de amigos –y también los papás- y tiene apoyo de sus pares del Instituto Milenio de Astrofísica y de su grupo de divulgación llamado Observe Más –junto a Manuela Zoccali y Álvaro Rojas- para la explicación científica.
Contreras adelanta que ya tiene "el esqueleto" de su tercer libro, también con Bruno y el universo como protagonistas, y las ilustraciones de Carolina Undurraga. Por su parte, Maza espera que después de Somos polvo de estrellas puedan venir otros "para niños aún más chicos, de 6 o 7 años". Y León dice que le gustaría ver a otros científicos en esta línea. "A Cristina Dorador -microbiología antofagastina-, que tiene una poética súper linda y escribe muy bien además. Creo que sería súper exitosa escribiendo un libro sobre microbiología para niños, por ejemplo". Él ya tiene avances de su tercer y hasta cuarto libro de ciencia para niños. "No puedo adelantar mucho, pero será el mismo formato... Pachi, Lucas y su papá van a seguir teniendo aventuras durante 2020".
3 consejos para leer ciencia
-Olvidarse que tienen en sus manos un libro de ciencias.
-Cuando se pueda, leer junto a sus padres: ambos aprenderán y pasarán un momento entretenido.
-Si algo les resulta complicado o quieren saber más sobre algún tema en especial, pueden escribir a los mismos autores: brunoyeluniverso@gmail.com y a Gabriel León en otraspreguntasraras@gmail.com.
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