Desde hace décadas y en distintos países del mundo, las drogas están dañando profundamente a sus sociedades. Un claro ejemplo de ello es Estados Unidos, cuya gran crisis por los narcóticos ha matado a millones de víctimas, pero también dejado a miles de supervivientes.
Ahora, estamos ante a una generación de adictos sobrevivientes que está comenzando a envejecer, una situación también preocupante, por los efectos que han tenido las drogas sobre su salud mental y física.
Según las cifras entregadas por el gobierno estadounidense, más de 2 millones de personas mayores de 65 años son adictas a las drogas. De ellas, tres cuartas partes podrían recuperarse, encontró un estudio federal realizado en 2023.
Y mientras los jóvenes tienen más alternativas para rehabilitarse, a los adultos les puede costar mucho más “empezar de nuevo”.
Este es el preocupante panorama que estamos comenzando a enfrentar por las drogas.
La generación de adictos que está comenzando a envejecer
En conversación con The Wall Street Journal, un hombre de 72 años, Jerry Schlesinger, contó su experiencia con las drogas. La primera vez que probó heroína tenía tan solo 15 años.
Y después de décadas sin poder salir de allí, acaba de cumplir dos años sobrio.
Pero las consecuencias que dejaron estos químicos en su cuerpo son graves: tiene los pulmones y dientes destrozados y su hígado comprometido.
Aunque el gobierno de Estados Unidos ha gastado millones de dólares para encarcelar a personas como él para después rehabilitarlos, el nuevo desafío de las autoridades y los profesionales de la salud es tratar a los cuerpos envejecidos no solo por el tiempo, sino también por las sustancias.
Schlesinger dijo que no puede ni quiere empezar de nuevo. Como ya no es joven, le cuesta pensar en mudarse a otra ciudad para evitar a las personas, lugares y recuerdos que pueden desencadenar su adicción nuevamente.
Los adultos mayores que consumen drogas pasaron a ser al menos el 5% de los pacientes que atiende Healthright 360, una clínica que presta servicios médicos a personas sin hogar y de bajos recursos en Los Ángeles.
“Se enferman cada vez más. La vida se hace cada vez más difícil”, dijo Vitka Eisen, directora ejecutiva del recinto.
La difícil vida de un adulto mayor drogadicto
El hombre de 72 años le relató a WSJ que creció como un niño “regordete y cohibido”.
Sin embargo, en su adolescencia probó por primera vez el alcohol y la marihuana, dos drogas que se hicieron recurrentes en su vida y que comenzaron a causarle problemas.
Tanto así, que se fue de casa a vivir con unos hippies a una ciudad en Los Ángeles donde vendía barbitúricos —medicamentos que deprimen el sistema nervioso central— y estimulantes.
En ese ambiente, una vez un hombre le ofreció intercambiar sus productos por pastillas de heroína. “Todavía recuerda el olor a vinagre, mientras preparaba su primera inyección de heroína en un baño”.
Una vez que la droga estaba en su interior, sintió que “por primera vez en mi vida, todo estaba bien en el mundo”.
De una droga, pasó a muchas otras: comenzó a probar peyote (un cactus alucinógeno), mescalina, metanfetamina, pero de todas, la heroína era su favorita.
Cuando comenzó a tener poco dinero, tal era la necesidad de consumirla que empezó a robar en tiendas y falsificar cheques. Por estos delitos, y por la compra y venta de drogas, estuvo un total de 35 años en prisión.
“Uno pensaría que podría dejar de consumir en prisión, pero las drogas también están ahí”, contó.
Cuando estaba fuera, le pagó a un médico para que le recetara opioides pero no para consumirlos, sino para venderlos y poder pagar su heroína.
Pero todo cambió cuando el fentanilo llegó al mercado. Los traficantes de este opioide le ofrecieron a Schlesinger venderlo, pero él se negó porque “no quería matar a los amigos que tenía”. Y es que esta droga es potente y muchas veces, su concentración puede matar de sobredosis a un adicto en tan solo minutos.
El hombre ya tenía 65 años cuando decidió tratar su adicción. Estuvo en tres hogares de rehabilitación, pero lo expulsaron de todos y no pudo recuperarse.
Pero era algo que necesitaba a gritos: su cuerpo ya no era el mismo de antes. Tenía lesiones en su hombro, cuello y espalda cuando lo arrestaron en una redada de heroína en 2008 y en 2012, un compañero de habitación lo golpeó hasta romperle sus costillas.
Además, en 2022, él y su novia de toda la vida estaban consumiendo drogas juntos cuando a ella le dio una sobredosis. Schlesinger le dio tres dosis del fármaco que revierte este estado (naloxona) y le realizó maniobras de reanimación durante 30 minutos. La salvó.
Después del incidente, el hombre decidió dejar de consumir y buscar recuperarse a toda costa. Fue así cómo ingresó a otro hogar de rehabilitación afiliado a Healthright 360, pero su entonces novia se enfureció y quemó toda su ropa.
“Comencé a perseguir la sobriedad como perseguía la heroína. Es la única forma que conozco de mantenerla”, contó el hombre, sobre el camino que decidió seguir.
Incluso, está pensando en volver a la universidad y se presenta a las personas más importantes de su vida como una “persona sobria”. Por ejemplo, quiere hacer las paces con su familia y sus exparejas, pues está “agradecido de no tener que seguir contando todas las mentiras que les he dicho a todos”.
El adulto mayor ahora es líder en la comunidad de rehabilitación del lugar en donde vive. Según le comentó a WSJ, trabaja como gerente en un hogar de “vida sobria” donde es mentor de jóvenes adictos y, en su tiempo libre, graba contenido sobre la sobriedad y mima a su perra rescatada, Matilda.
“Siempre trato de compartir mi experiencia, fortaleza y esperanza”.
El número 1412 corresponde al Fono Drogas y Alcohol que es un servicio gratuito, anónimo y confidencial, que funciona las 24 horas del día y que SENDA pone a disposición de las personas que se ven afectadas por el consumo de alcohol y otras drogas, ya sea personalmente o por sus familiares, amigos o cercanos.