El depredador más letal de la humanidad
Las enfermedades que transmiten las distintas especies de mosquito han aniquilado a 52 mil millones de personas, la mitad de todos los humanos que alguna vez han vivido en la Tierra. Los patógenos que portan también han hecho caer imperios, han decidido guerras e, incluso, incidieron en la extinción de los dinosaurios. Un nuevo libro del historiador Timothy C. Winegard recrea su mortífera campaña de aniquilación.
Alejandro tenía apenas 10 años cuando un caballo cambió su vida. El enorme animal de pelaje negro había sido abandonado por su amo y vagaba por las calles de Pella, donde desafiaba a quien quisiera controlarlo. El niño le rogó a su padre, el rey macedonio Filipo II, que comprara el semental pero el soberano se rehusó. Alejandro no se rindió: ante la mirada atónita de la multitud, se acercó al caballo hasta que logró montarlo. El sorprendido y orgulloso monarca se enteró y le dijo: "Oh, hijo mío, busca un reino digno para ti mismo, porque Macedonia es muy pequeño".
El niño siguió su consejo y sobre el lomo de su caballo Bucéfalo creó uno de los mayores imperios del mundo, hazaña que lo llevó a ser recordado por la historia como Alejandro El Grande. El conquistador ascendió al trono cuando tenía sólo 20 años y lideró una campaña militar imparable que le permitió dominar desde Grecia hasta el noroeste de la India. Nunca fue derrotado en batalla.
Pero en el año 323 a. C., su avance se detuvo abruptamente en la antigua Babilonia. Alejandro murió el 11 de junio. La culpa no la tuvo una espada, sino que el parásito de la malaria transmitido por uno de los miles de mosquitos que merodeaban en los húmedos pantanos de la ciudad. "Si este mosquito no le hubiera robado la vida a Alejandro, todo señalaba un avance hasta el Lejano Oriente, lo que habría unido realmente el este y el oeste por primera vez. Eso habría cambiado el curso de la historia y de la humanidad hasta el punto en que la sociedad moderna sería, literalmente, irreconocible. El intercambio sin precedentes de ideas, conocimientos, enfermedades y tecnologías, incluyendo la pólvora, habría sido demasiado grande como para dimensionarlo", escribe el historiador Timothy C. Winegard en su nuevo libro El mosquito: una historia humana de nuestro depredador más letal.
"Si este mosquito no le hubiera robado la vida a Alejandro, todo señalaba un avance hasta el Lejano Oriente, lo que habría unido realmente el este y el oeste por primera vez".
Timothy C. Winegard
El febril e inesperado final del conquistador es sólo uno de los ejemplos que el autor -quien es académico de la Universidad Colorado Mesa (EE.UU.)- incluye en su obra para mostrar que las cerca de tres mil especies de este insecto han tenido un rol esencial en el desarrollo del mundo y la sociedad. Winegard usa numerosas biografías, textos médicos e incluso obras de escritores como Shakespeare -que incluyó la malaria en ocho de sus creaciones- para reconstruir la mortífera acción de una criatura a la que él llama "la parca". En su crónica, la malaria, la fiebre amarilla y otras enfermedades transmitidas por el mosquito hacen caer imperios, deciden guerras y motivan episodios sociales tan oscuros como la esclavitud estadounidense.
"Estamos en guerra con el mosquito. Un avasallador ejército de 110 trillones de enemigos patrulla cada centímetro del globo, salvo la Antártica, Islandia, las islas Seychelles y un puñado de microislas de la polinesia francesa. Las hembras guerreras, que son las que pican en esta zumbadora población de insectos, están armadas con al menos 15 armas biológicas letales (…) Nuestro presupuesto anual de escudos personales, sprays y otras medidas disuasorias ha hecho crecer las ganancias de la industria hasta los mil millones de dólares y aun así las mortales campañas de los mosquitos siguen adelante", escribe Winegard en su obra que ya es best seller en Amazon.
[caption id="attachment_812174" align="aligncenter" width="1000"]
Un escuadrón anti malaria del ejército británico, en plena preparación a comienzos del siglo XX. (Crédito: Wellcome Trust)[/caption]
Según el autor, aunque los contraataques nacidos de la ciencia están reduciendo el número anual de bajas, el mosquito "sigue siendo el cazador más mortal de humanos en el planeta. Sólo el último año mató a 830 mil personas". En comparación, en ese lapso los humanos aniquilaron a 580 mil miembros de su propia especie y el temible tiburón mató apenas diez.
De hecho, agrega el historiador, a lo largo de los siglos los patógenos que transmite el mosquito han masacrado a más personas que cualquier otro organismo, evento natural o conflicto bélico: "La extrapolación estadística señala que las muertes infligidas por los mosquitos abarcan a casi la mitad de todos los humanos que alguna vez han vivido. En números simples, durante nuestra breve existencia de 200 mil años los mosquitos han acabado con cerca de 52 mil millones de personas".
Una cifra que está lejos de ser igualada. Si se suman los fallecimientos provocados por ambas guerras mundiales, la gran epidemia de la gripe española de 1918 y la peste negra del siglo XIV, el total no supera los 380 millones.
La génesis del enemigo
La mortífera influencia del mosquito partió mucho antes de la aparición del hombre, ya que la teoría científica plantea que los primeros especímenes surgieron hace 190 millones de años. "Los dinosaurios dominaron la Tierra durante 165 millones de años. Pero no estaban solos en el planeta. Los insectos y sus enfermedades existieron antes, durante y tras el reino de los dinosaurios. Ellos aparecieron hace 350 millones de años y rápidamente atrajeron un ejército tóxico de enfermedades, hasta crear una alianza letal sin precedentes", escribe Winegard.
Las evidencias son concluyentes. Especímenes de mosquitos atrapados en ámbar han mostrado contener sangre de dinosaurio infectada con malaria, además de un antepasado de la fiebre amarilla y gusanos similares a los que provocan la elefantiasis en humanos. Un vaso sanguíneo de un Tiranosaurio Rex también presentaba señales de malaria y gusanos parasíticos. Según explica Winegard, la acción de los mosquitos en la delgada piel de algunas especies de dinosaurios y en los tejidos expuestos entre las escamas de otros ejemplares superó cualquier capacidad de resistencia de su sistema inmune. Incluso contribuyó a su extinción, desatada finalmente por el asteroide que cayó en Yucatán hace 65 millones de años.
"Los dinosaurios ya experimentaban un drástico declive. Se cree que hasta el 70% de las especies locales (del Yucatán) ya estaban extintas o en peligro de desaparecer. El impacto del asteroide, su subsecuente invierno nuclear y el cambio climático cataclísmico fueron el golpe de knockout", escribe el historiador. A comienzos de este año, un equipo liderado por George Poinar, entomólogo de la Universidad Estatal de Oregon, identificó precisamente a un predecesor del mosquito Anopheles que transmite la malaria en una pieza de ámbar de 100 millones de años encontrada en la nación asiática de Myanmar.
"Los dinosaurios ya experimentaban un drástico declive. Se cree que hasta el 70% de las especies locales (del Yucatán) ya estaban extintas o en peligro de desaparecer".
Timothy C. Winegard
Poinar (83) conoce de cerca el tema, ya que sus hallazgos inspiraron a Michael Crichton a escribir el libro Parque jurásico, que planteaba la idea de revivir dinosaurios a partir del ADN extraído de la sangre atrapada en insectos fosilizados. El investigador es claro al referirse al rol de sus sujetos de estudio favoritos: "Los patógenos que portaban contribuyeron a la aniquilación de los dinosaurios", señala a Tendencias.
El científico agrega que incluso en América hay indicios de la presencia de un antiguo tipo de malaria. "Encontré un mosquito portador de malaria en una pieza de ámbar en República Dominicana y sé que este mal ya estaba en el continente hace unos 15 a 20 millones de años. Era un tipo de malaria aviar que eventualmente pasó a los mamíferos y los humanos. Creo que los incas padecieron la enfermedad, pero no se dieron cuenta que la transmitía el mosquito", cuenta Poinar.
[caption id="attachment_812192" align="aligncenter" width="527"]
El mosquito atrapado en ámbar descubierto en República Dominicana. (Crédito: George Poinar)[/caption]
En su libro, Winegard relata que este tipo de infecciones potenciaron el desastre causado por las nuevas enfermedades que trajeron los europeos, como la viruela y el sarampión. Cuando Colón llegó a América en 1492, había cerca de 100 millones de indígenas y luego de 250 años ese número se había reducido a cinco millones. Un registro maya da cuenta de la devastación: "Grande era el hedor de la muerte. (…) Todos estábamos así. ¡Nacimos para morir!".
El general Anopheles
El registro escrito más antiguo de las enfermedades transmitidas por mosquitos se remonta al 3.200 a. C. "Estas tabletas sumerias, desenterradas en la 'cuna de la civilización' entre los ríos Tigris y Éufrates de la antigua Mesopotamia, describen cuadros febriles de malaria atribuidas a Nergal, el dios babilonio del inframundo que era retratado como un insecto con apariencia similar a la del mosquito", relata Winegard.
La recopilación de registros que hace el historiador le ayuda a recrear otros episodios como el que ocurrió en la Grecia del siglo V a. C., cuando atenienses y espartanos empujaron a los persas hasta una zona de pantanos antes de la batalla de Platea. En ese lugar, la malaria transmitida por el mosquito Anopheles y la disentería acabaron con el 40% de las legiones persas. Así el "general Anopheles" -como llama Winegard al insecto- permitió que los griegos se liberaran del dominio extranjero e iniciaran una era dorada de filosofía, ciencia y arte que marcó a la civilización occidental.
En sus inicios, Roma también se benefició de la letal eficacia de las hembras Anopheles. Las marismas Pontinas que rodeaban la zona de Lacio estaban infestadas por este insecto que resguardó la capital "del genio militar de Aníbal y sus conquistadores cartaginenses, alentando la construcción del imperio y la diseminación de los avances culturales, científicos, políticos y académicos de Roma". Siglos después, fue el turno de Gengis Khan de lidiar con los mosquitos: "El poder de la malaria frenó la conquista mongola y la apartó de Europa".
Las pestes transmitidas por estos insectos también marcaron las cruzadas -campañas en las que diezmaron a los soldados cristianos- y los conflictos que dieron origen a Estados Unidos. En el siglo XVIII, la centenaria exposición a la malaria ya había provocado un cierto grado de inmunidad en la población local, mientras que las tropas provenientes de Gran Bretaña estaban indefensas. En su diario, el general inglés Charles Cornwallis atribuye la crucial rendición en Yorktown a que casi el 35% de sus tropas estaban enfermas. "En este caso, el general Anopheles fue un revolucionario", escribe Winegard.
Algo similar ocurrió en la guerra civil norteamericana, donde los soldados eran cinco veces más propensos a morir de esa enfermedad que en una batalla. Un detalle clave para la derrota de los confederados es que las zonas más infestadas estaban en el sur de Estados Unidos. En paralelo, los mosquitos influyeron en el desarrollo de la esclavitud: el 95% de la población del oeste africano presenta una resistencia genética al patógeno de la malaria. Los dueños de las plantaciones norteamericanas se dieron cuenta de esa alta capacidad de supervivencia y financiaron el transporte forzado de los africanos a través del Atlántico.
Guillermo Acuña, infectólogo de la Clínica Las Condes, conoce el libro de Winegard y aporta otro episodio donde el mosquito fue clave. "Haití fue el primer país americano que se declaró independiente. Era la época de Napoléon y él se indignó, por lo que envió a su cuñado y a miles de soldados franceses que en esa época eran la élite de los ejércitos. Todos murieron por la fiebre amarilla. En esa época, Napoléon tenía una disputa con Estados Unidos por el territorio de Luisiana, que abarcaba desde Nueva Orleans hasta Canadá. Decidió venderlo a Estados Unidos y dejar de pelear con los mosquitos que vivían ahí", cuenta Acuña.
[caption id="attachment_812195" align="aligncenter" width="2256"]
Unidad estadounidense de fumigación contra la malaria, durante la campaña de Guadalcanal en la II Guerra Mundial. Crédito: Museo Nacional de la Marina de EE.UU.[/caption]
Durante la II Guerra Mundial, estos insectos alados incluso fueron usados como armas biológicas contra los aliados. Investigadores alemanes presionaron a los oficiales nazis para que abrieran los diques y represas italianas, con el fin de llenar las marismas y alentar la proliferación de los mosquitos. "La hembra ha merodeado en las batallas más cruciales (…) Ha burlado las tácticas de los generales y las mentes militares más celebradas, masacrando a muchos de ellos durante el curso de su carnicería", afirma Winegard.
En constante acecho
Para el historiador, el mosquito es una criatura narcisista: "A diferencia de otros insectos, no poliniza plantas de ninguna manera significativa ni tampoco procesa desperdicios (…) Ni siquiera sirve como una fuente indispensable de alimento para ningún otro animal. La hembra no tiene otro propósito más que propagar su especie y, tal vez, matar personas". Por eso, dice, su rol es ser una herramienta "contra el crecimiento descontrolado de la población".
A pesar de las muertes incesantes, los humanos han intentado combatir al insecto durante siglos. Ya en el siglo VIII, un criador de cabras etíope llamado Kaldi descubrió por accidente que ingerir berries que contenían cafeína le ayudaba a controlar sus cuadros febriles de malaria. Eventualmente, los granos fueron tostados, se les añadió agua y en el año 750 se sirvió la primera taza de café. Según Winegard, los insectos evitan sistemáticamente las plantas de café porque la cafeína altera su sistema nervioso: el árbol cinchona es parte de esa familia de plantas y fue la fuente de la primera droga antimalaria de la historia llamada quinina, un compuesto tóxico para el parásito que causa la enfermedad. "La quinina fue administrada como agente supresor por parte de los europeos, luego que los jesuitas la descubrieran a mediados del siglo XVII en Perú", escribe.
Ya en la II Guerra Mundial los soldados recibían un medicamento llamado Atabrine, que los protegía hasta cierto grado de las enfermedades transmitidas por los mosquitos, pero también provocaba vómitos y cuadros de sicosis. Eventualmente, los investigadores se dieron cuenta de que los mosquitos eran capaces de lidiar con cualquier cosa que les pusieran enfrente. Incluso el cancerígeno agente químico DDT, el cual por un tiempo arrasó con los mosquitos de la malaria en países como India y Sri Lanka, ya no es efectivo contra los insectos.
[caption id="attachment_812203" align="aligncenter" width="375"]
Autor:
Timothy C. Winegard; P
áginas
: 496;
Editorial
: Dutton;
Precio
: US$ 10 dólares en Amazon.[/caption]
Entre 1980 y 2010 la malaria mató entre 1.200.000 y 2.780.000 personas al año. Hoy la cifra es menor, pero sigue siendo masiva: según la OMS, en 2017 esta enfermedad -hoy presente en más de 100 países- causó casi medio millón de muertos. Por ahora, la única vacuna aprobada se llama RTS,S y su rendimiento es bajo. A esa crisis hay que sumar la aparición de otros patógenos como el virus Zika transmitido por el mosquito Aedes y que fue declarado una emergencia global en 2016: sólo en Brazil hubo más de 200 mil casos reportados.
La Fundación Bill y Melinda Gates, que ha invertido casi cuatro mil millones de dólares en estudios de mosquitos, investiga el uso de técnicas de edición genética que evitarían que los mosquitos porten enfermedades. Pero nadie está seguro de su eficacia: "Varios científicos han liberado un amplio rango de agentes de control biológicos y químicos. Pero, eventualmente el mosquito se adapta a través de mutaciones e intercambio genético", advierte George Poinar.
Winegard no es muy optimista sobre el futuro. Hacia el final del libro, afirma que la guerra sin cuartel continúa: "A medida que el calentamiento global consume nuestro planeta, la hembra del mosquito está expandiendo el campo de batalla hacia nuevos frentes y penetrando en áreas de operación que habían estado libre de sus enfermedades". Es la más reciente escaramuza en su imparable campaña de destrucción: "La historia ha demostrado que esta criatura es una superviviente obstinada. Por ahora, el infatigable mosquito sigue siendo nuestro depredador más letal".
El insecto en Chile
Guillermo Acuña, infectólogo de Clínica Las Condes, cuenta que a comienzos del siglo XX llegó a Tocopilla un barco proveniente de Ecuador. El navío traía a un marinero infectado con fiebre amarilla y al mosquito Aedes aegypti que la transmite y que, además, propaga el dengue, el zika y el virus Chikungunya. "Marcos Macuada era un interno de medicina y junto a su profesor Leonardo Guzmán fue a investigar el brote que se produjo. Macuada fue el último paciente que se infectó y murió. Le dieron el título de médico post mortem para honrarlo y por eso el hospital de Tocopilla hoy lleva su nombre", señala Acuña.
A comienzos de este año, las autoridades de salud confirmaron nuevamente la presencia del mosquito en la zona de Tarapacá, aunque no se hallaron casos locales: "Pero si alguien llega desde otro lugar con fiebre amarilla o dengue y es picado por un mosquito, ese insecto podría transmitir la enfermedad. Esa patología no se contagia de persona a persona", precisa Acuña. El Aedes aegypti también está presente en Isla de Pascua y regularmente produce brotes de dengue, como el ocurrido en mayo y que abarcó más de 20 casos.
Otro dolor de cabeza para las autoridades durante el siglo pasado fue la malaria. En 1925, el gobierno le encargó al doctor italiano Juan Noé Crevani que liderara una campaña de erradicación en Tacna y Arica, donde el 90% de la población padecía la enfermedad. En 1945 se acabó con el último foco y Chile se convirtió en el primer país de América en estar libre de la enfermedad. Ese estatus se mantiene hasta hoy, aunque anualmente se confirman entre dos y diez casos importados y sin letalidad asociada.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.