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Cascada Grande, uno de los imperdibles de Tacuarembó. Foto Isabella Pellegrino.

El otro Uruguay

Además de Montevideo, Punta del Este y Colonia del Sacramento, el país tiene otros atractivos con una fuerte presencia de flora y fauna. Lugares como la quebrada de Laureles, la Cascada del Indio e Higuerones son algunos de los destinos que se recomienda visitar.


Casi todas las notas periodísticas de medios de prensa de Chile sobre sitios de interés turístico en Uruguay remiten a tres lugares específicos: Montevideo, Punta del Este y Colonia del Sacramento, a la que suelen incluir en sus planes quienes visitan Buenos Aires, ya que esta ciudad se encuentra a solo una hora en barco de la capital argentina.

Pero en el interior profundo late otro Uruguay. El desconocido; poblado de valles y cerros, montes y quebradas, cascadas y arroyos. Un territorio sin los panoramas impactantes que ofrecen las Torres del Paine, el valle de la Luna en el desierto de Atacama o las cataratas del Iguazú, tres ejemplos de destinos majestuosos siempre atestados de turistas, urgidos por la siguiente instantánea o por el próximo mirador. Este Uruguay, en cambio, destaca por lo micro, por la belleza sencilla y profunda. Quienes la descubren se solazan con el aroma a monte, con el trinar de los pájaros y el color de su flora, con el hecho de interactuar con el entorno, sin interferencias.

En el departamento de Tacuarembó, a unos 450 kilómetros de Montevideo y colmado de tales atractivos, está la quebrada de Laureles, un lugar que primeramente sorprende con su singular topografía: en minutos pasa de un fértil valle a un cerro que por lo empinado se torna dificultoso ascender a la cima; o de un monte a la vera de un curso de agua a una depresión de 60 metros.

Este Uruguay, en cambio, destaca por lo micro, por la belleza sencilla y profunda. Quienes la descubren se solazan con el aroma a monte, con el trinar de los pájaros y el color de su flora, con el hecho de interactuar con el entorno, sin interferencias.

En el corredor biológico de las quebradas del norte uruguayo (unas 380 mil hectáreas) existen innumerables cañadas, arroyos (que bajan de la cuchilla de Haedo con dirección sudeste) y saltos de agua. Acceder a las cascadas, principal diferencial de la zona, es complicado. No existe señalización y, además, la mayoría se sitúan en campos privados, cuyos dueños los abren solo a algunas personas, con el fin de que estos orienten a los turistas interesados en conocer estos paisajes tan bellos como retirados. Hay que ir entonces con alguien baqueano, que conozca bien los caminos y sus secretos.

Así, los viajeros y su guía caminan primero por el valle, donde comienzan de a poco a sentir el rumor del agua. Se internan luego en la quebrada a través de las "pequeñas selvas" que abrazan al arroyo Laureles.

La vegetación de estos bosques de galería es frondosa. Hay para todos los gustos: laureles y guabiyúes, higuerones y Francisco Álvarez (especie muy particular, con nombre y apellido, según la leyenda por un matrero de la provincia argentina de Corrientes) en el que resaltan, en los primeros meses del año, sus delicadas flores, que combinan tonos de rosa, amarillo, marfil y violeta. También hay palo jabón y espina amarilla (su savia tiene pigmentos que los lugareños utilizan para teñir ropa y cabellos) y muchos, pero muchos plumerillos cuya floración roja e intensa embellece el paisaje en otoño y primavera. Fascina observar a picaflores y mariposas rondándolos.

El murmullo del agua, compañía durante casi todo el trayecto, se vuelve más intenso. Llegan a la cascada del Indio, que muestra un buen caudal tras las fuertes lluvias de los últimos días. La postal deleita. Aprovechan a relajarse y contemplarla un buen rato, en silencio. Pero lo mejor está por venir. Con cuidado cruzan el arroyo, y ascienden a un balcón natural desde donde aprecian, perfectamente, la figura del indio. Impacta ver sus arrugas en la frente, su nariz aguileña, sus ojos hundidos, sus pómulos salientes.

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Viudita blanca común. El avistamiento de aves es otro de los panoramas en esta parte de Uruguay. Foto: Jorge Cravino.[/caption]

Arroyo abajo, un kilómetro más adelante, descubren la cascada Grande. El monte y la laguna que la circundan son una maravilla; en la pequeña playita de canto rodado se sientan a descansar un par de horas… Y es en ese momento cuando perciben esa singular -y cada vez más infrecuente- sensación de estar a solas con el paisaje.

A la cascada Grande se llega luego de desandar otro bosque ribereño. Estos vergeles son una tierra floreciente en humus, a raíz de que la lluvia va lavando los suelos más altos. Esta capa va enriqueciéndose en lo orgánico y cayendo al fondo de las quebradas que, con el calor encajonado y aisladas del viento, genera un suelo profundo -un vivero natural de árboles inmensos, de entre 20 y 25 metros de altura, de copas bien desplegadas- bajo el cual se cobija un segundo estrato de árboles de menor porte, tolerantes a la sombra. Luego hay un sotobosque de arbustos y, como estrato inferior, un tapiz herbáceo con buena cantidad de helechos.

Dentro de la estancia Bichadero hay otro bosque de quebrada subtropical que bordea a un pequeño curso de agua, sin nombre, afluente del arroyo Las Cañas. El sendero, denominado Higuerones, es de dos kilómetros y lo corona la cascada de la Cueva, que en dos grandes escalones -el de arriba iluminado y el de abajo dominado por las sombras- ostenta una caída de unos 20 metros.

En el bosque, además de una enorme variedad de árboles centenarios, destaca un área semejante a un mar de helechos: son decenas y decenas, pegados unos a otros, sin intersticio alguno.

En el bosque, además de una enorme variedad de árboles centenarios, destaca un área semejante a un mar de helechos: son decenas y decenas, pegados unos a otros, sin intersticio alguno. Esta imagen de continuidad, que no se observa en la mayoría de las quebradas del área ni tampoco en otras de Uruguay, se da porque Darío Fros, el dueño del predio, tiene vedado el acceso al ganado con el objetivo de preservar y mejorar la biodiversidad.

Emprendiendo el regreso a la llanura, saliendo en forma gradual y -casi sin advertirlo- de la hondonada, llama la atención una especie de bolsa alargada de color negro que pende de una rama y cuya textura es parecida a la de una esponja vegetal. "Es el nido de un pájaro al que se lo conoce popularmente como boyero alas amarillas, para el que emplean fibras vegetales entretejidas. Construye sus nidos colgados en el fino extremo de ramas altas (muchas veces sobre el propio curso de agua), por lo que quedan a cubierto de los depredadores", explica Jorge Cravino, jefe del Departamento de Fauna de la Dirección de Medio Ambiente de Uruguay (Dinama). "El boyero, al igual que la viudita común y la viudita copetona (de plumaje negro con alas blancas), es una de las aves que 'marca la quebrada'; cuando se las divisa, si no es dentro de ella, es claro que ha de haber una cercana."

Además de las mencionadas, hay otras dos aves que tienen fuerte presencia en la zona: la bandurria baya, que aparece dibujada en los billetes de 2.000 pesos, y que se la reconoce por su grito estentóreo, muy fuerte y particular; y el chimachima, pariente del popular chimango, al que se lo suele ver posado sobre el lomo de caballos o vacas, limpiándolos de las garrapatas.

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La naturaleza es uno de sus principales atractivos de este lugar. Foto: Jorge Cravino.[/caption]

La ascensión de Higuerones finaliza. Los visitantes están otra vez en la pradera, a una altura casi similar a la del casco de la estancia, que se divisa a lo lejos. El sol brilla en lo alto y el calor aprieta. Hay unos 30 grados. Gotas de sudor, corriendo por la frente y por la nuca, dan cuenta de la canícula. Es que el grupo viene de pasar un par de horas quebrada adentro, la que por sus características (topografía, humedad, espesura vegetal y entrada de luz) siempre ofrece un microclima. En ella había unos veintipocos grados, que contribuyeron a que el paseo fuera muy agradable.

"La quebrada te aísla del calor pero también del frío", asegura Fros, nacido y criado en la zona. "En algunas ocasiones hemos medido la temperatura: llegaron a haber hasta 10 grados de diferencia. En invierno, si en la cercanía de la casa hay 12 grados, en la quebrada se aproxima a los 22 grados; y cuando hay 35 grados arriba, en la quebrada hay unos 25 o 26 grados".

Como con la amplitud de la temperatura, Laureles nos asombra a cada tranco. Con su geografía ondulada y su vegetación variada, con los cauces de arroyos y cañadas que discurren entre rocas, con sus peraos, tal como llaman aquí a los paredones de piedra. Cualquier descripción queda chatita ante la realidad. Es otro turismo. Hay que vivirlo.

Entre el boyero y el coatí

El llamativo nido del boyero es tejido con fibras negras de un hongo del género Marasmius. Estos hongos participan en la degradación de la hojarasca y la formación del suelo del bosque, que van colonizando mediante largos cordones filamentosos negros, que semejan finísimas crines. Con este material el boyero entreteje una larga y delgada bolsa, péndula, resistente a la carga y la humedad, de un largo de entre 50 y 70 centímetros. La boca, estirada por el peso de huevos o pichones, está en la parte superior, y mide unos 15 centímetros de alto y unos 7 de ancho. La parte inferior, lo que sería la bolsa propiamente dicha, tiene un diámetro de unos 12 centímetros.

En una breve parada, al tiempo que los turistas observan atentos la vibrante naturaleza que los rodea, se escucha un leve crujir de ramas y hojas. "¡Ahí va un coatí, lo ven!", vocifera Darío, a tiempo que señala las partes altas de las copas de los árboles. El animal, omnívoro, pasa por el lugar exacto en el que pende el nido del boyero. Pero altivo sigue su camino. Sabe bien que allí no puede obtener su alimento.

Cómo llegar

En Uruguay Secreto conocen bien la quebrada de Laureles y otros lugares "ocultos" de un territorio que sorprende y seduce. Ellos saben acceder y guiarte por estos sitios, donde cada paso es una experiencia que trasciende la foto y supera el relato. Con el sentido humano como premisa, realizan viajes para grupos pequeños, en pos de mantener la pureza de estos espacios naturales. Por eso decidieron tener muy baja visibilidad en las redes sociales y contar con el tradicional boca a boca como uno de los principales medios de difusión.

Se los puede contactar escribiendo al whatsapp +598 98 939601

O al correo electrónico:

uruguaysecreto5@gmail.com

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