Fernando Pérez
Fotografía por: Reinaldo Ubilla.

El (tremendo) director del Bellas Artes

“Fernando Pérez ha tenido la capacidad de apostar por los arquitectos jóvenes de la Universidad Católica, los hacedores que también pueden ser pedagogos. Apuesta, junto a Montserrat Palmer, por el arquitecto del futuro. Me refiero a Alejandro Aravena, Mathias Klotz, Smiljan Radic, Sebastián Irarrázaval y Guillermo Acuña”, me explica el arquitecto Pablo Altikes.


“Le debo mucho a mi profesor, Fernando Pérez. Él no sólo me enseñó a pensar con cuidado y a respetar las capas de conocimiento acumuladas por la historia de la arquitectura, el equilibrio entre ser humilde y seguro de uno mismo, a la vez, frente a ese conocimiento. También me dio mi primera oportunidad. Apostó por mí para hacer mi primer proyecto, la Escuela de Matemáticas de la Universidad Católica. Incluso, de donde vengo, nunca habría tenido la oportunidad de conseguir ningún tipo de encargo de mi círculo. Por lo que la única manera era obtener esta confianza ciega de alguien, y ese fue mi profesor”.

Las palabras que acaba de leer las pronunció el arquitecto Alejandro Aravena el 4 de abril de 2016, en el Edificio de las Naciones Unidas de Nueva York, en su discurso de agradecimiento por haber recibido el Premio Pritzker, el más importante reconocimiento que puede lograr un arquitecto. Casi un minuto de discurso para agradecerle a Fernando Pérez Oyarzún, un profesor que marcaría a Aravena para siempre y que hoy es el flamante director del Museo Nacional de Bellas Artes. Juntos, de hecho, escribieron el libro Los hechos de la arquitectura (1999), de Ediciones ARQ, que siempre está agotado. Y juntos diseñaron la Facultad de Medicina de la Universidad Católica.

“Fernando Pérez ha tenido la capacidad de apostar por los arquitectos jóvenes de la Universidad Católica, los hacedores que también pueden ser pedagogos. Apuesta, junto a Montserrat Palmer, por el arquitecto del futuro. Me refiero a Alejandro Aravena, Mathias Klotz, Smiljan Radic, Sebastián Irarrázaval y Guillermo Acuña”, me explica el arquitecto Pablo Altikes. Y agrega que “de hecho, cuando la U. de Harvard le pregunta a la Facultad de Arquitectura de la Católica acerca de qué docente puede dar clases allá, Fernando Pérez propone a Alejandro Aravena. Lo que habla, además, de su generosidad, algo no tan habitual en el mundo de la arquitectura. Es un erudito, un gran arquitecto que ha hecho muy buenos proyectos, que ha hecho clases en muchas universidades del mundo, que ha publicado fuera de Chile y es una de las personas que más sabe sobre la Universidad Católica de Valparaíso y su Ciudad Abierta en Ritoque”.

Me consta. Cuando hace dos años me tocó hacer un reportaje de ese increíble espacio de arquitectura experimental, poesía y arte público, fue Fernando Pérez el vocero que me ofreció la Comunidad de la Ciudad Abierta de Amereida. Y escucharlo fue un verdadero placer. Ex director de la Escuela de Arquitectura de la UC (1987-1990), ex decano de la Facultad de Arquitectura y Bellas Artes de la UC (1990-2000) y ex director del programa de Doctorado en Arquitectura y Estudios Urbanos de la UC (2014-2016). Fue desde ese último cargo donde Fernando Pérez impulsó el programa “La Ciudad y las Palabras”, ciclo que ha convocado desde 2007 a importantes pensadores, escritores y creadores nacionales e internacionales, entre los que se cuentan ganadores del Premio Nobel. Gran conocedor de la historia del arte, músico en sus años de juventud, este arquitecto PUC y Doctor Arquitecto de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, se maneja con altísima transversalidad en el mundo de la cultura y, por si fuera poco, tiene la capacidad de administrar, fruto de sus años como director y decano universitario.

¿Saben cuál fue el taller semestral que hizo en Harvard, cuando fue invitado como Visiting Design Critic? “Vicente Huidobro y la ciudad de Cartagena”. La idea del curso era “mostrar las relaciones interculturales, porque Huidobro vivió mucho entre Europa y Chile. Fue un gran transportador de toda la vanguardia cultural a Chile y terminó muriendo en Cartagena. Era perfecto para hablar de las vanguardias, de poesía, de arquitectura. Y todo eso se concretaba en un edificio para la Fundación Huidobro”, me contó hace algunos meses en el programa Santiago Adicto, de Radio Duna. Un grande. Un profesor que ha impactado con profundidad en sus cientos de alumnos. Un investigador incansable que acaba de publicar el tercer tomo de la Arquitectura en Chile del siglo XX. Un sabio. Y, por qué no, un lujo que se merece un museo tan importante como el Bellas Artes.

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