En la era del streaming y el auge de los vinilos, ¿es posible encontrar el sonido perfecto?
Hoy se pueden encontrar distintos formatos y alternativas para escuchar música, las cuales prometen satisfacer los objetivos y necesidades de los oyentes.
Los avances tecnológicos han permitido que hoy figuren múltiples opciones de formatos para escuchar música.
Para muchos, la sensación de buscar entre una pila de discos de vinilo para luego poner los elegidos bajo la aguja es una sensación incomparable.
Otros se inclinan más por las múltiples aplicaciones de streaming, las cuales ofrecen sus catálogos a cambio de una suscripción mensual y con la facilidad de seleccionar títulos en la inmediatez.
También hay quienes recurren tanto a los vinilos como a las apps, además de a los CDs y los cassettes.
Ya sea si se escucha con audífonos o parlantes, en modalidad estática o mientras se está en movimiento, el común denominador más general es disfrutar de canciones y álbumes.
Y pese a que la distancia temporal entre el lanzamiento de los discos de vinilo y el estreno de las primeras plataformas digitales es amplia, en los últimos años se ha presentado un auge de los primeros.
Según cifras de la Recording Industry Association of America (RIAA), en 2023 se compraron más de 43 millones de discos de vinilo, es decir, 6 millones más que la cantidad de CDs.
Se trata de la segunda vez que esto ocurre desde 1987 y refleja un crecimiento constante de 17 años consecutivos en las ventas, según el informe estadounidense.
Aquello se tradujo en una recaudación de unos 1.400 millones de dólares, en comparación a los 537 millones de los CD’s durante el mismo periodo
Si bien los ingresos por estos últimos también aumentaron en relación al año anterior, se compraron alrededor de 700.000 unidades menos en 2023.
Como es de esperar, tales números no se acercan a los del streaming —que representan un 84% de las ganancias del año, un récord de 14.400 millones de dólares— , pero sí reflejan que el interés por los discos de vinilo es una tendencia.
Sin embargo, al igual que a la hora de elegir entre distintos formatos y modalidades para escuchar música, hay melómanos entusiastas que tienen preferencias específicas dentro del mundo de los vinilos.
No solo desde el coleccionismo, sino que también, desde lo audible. Generalmente, a través de equipos altamente especializados.
¿Son iguales dos copias de un mismo disco?
Una de esas personas es Tom Port, dueño de la disquería Better Records, quien asegura que no hay dos copias iguales de un disco.
Él dedica la mayor parte de su tiempo a escuchar distintos ejemplares en una habitación sin ventanas ni interferencias eléctricas, para así compararlos y determinar cuáles son los que suenan mejor.
En conversación con The Washington Post en 2022, afirmó que el número de copias que ha escuchado de obras como Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band de The Beatles y Dark Side of the Moon de Pink Floyd “son más de 100 o tal vez cerca de 200″.
El objetivo que tiene en mente es claro: “Encontrar los que son realmente buenos”.
“Puede que solo tengas cinco de ellos en toda tu colección. Pero esos cinco son como una droga. Son tan superiores a todo lo que hayas escuchado antes, y simplemente no puedes creerlo”, aseguró.
Para hacerse una idea, en su tienda en línea se puede encontrar desde una copia del debut homónimo de Lionel Ritchie por $39.99 dólares hasta una de The Soft Parade de The Doors por poco más de $1.499 dólares, es decir, más de un millón 400 mil pesos chilenos aproximadamente.
También figuran los mencionados álbumes de The Beatles y Pink Floyd, a $899.99 cada uno.
Según explicó Port, son múltiples los factores que pueden influir en el prensado de los discos, los cuales van desde la temperatura ambiente hasta la fracción de segundo en que se presionan los sellos.
Desde el citado medio hicieron la prueba de que escuchara tres ejemplares distintos de Quiet Kenny, álbum del trompetista y jazzista estadounidense Kenny Dorham.
Ninguna de ellas era una original de 1960, pero según el Post, todas afirman “estar a la vanguardia de la nueva tecnología de audio”.
El test se hizo sin revelarle a Port qué copia específica se estaba reproduciendo.
Primero escucharon una de Electric Recording Co., firma con sede en Londres que produce una cantidad limitada de álbumes al año con equipos antiguos y restaurados.
Cada reedición no pasa de las 300 copias y los valores están en los $376 dólares por unidad.
Luego, esas mismas son revendidas en la Internet por precios que pueden llegar a los $2.000 dólares.
En otras palabras, se trata de productos altamente deseados por los melómanos más exigentes, los cuales se agotan a la brevedad.
No obstante, Port criticó la intensidad de los bajos que se escuchaban en la grabación y se cuestionó abiertamente: “¿Quién quiere reproducir un disco que suene así?”.
Después pusieron una copia producida por Analogue Productions.
Previamente, Port había dicho que nunca había escuchado una de esa firma que sonara “bien”.
Aún así, al escuchar esta sin saber su origen, su impresión fue más positiva que la anterior.
Cuando le dijeron que era de dicha disquera, manifestó que “es el disco de Analogue Productions que mejor suena que he escuchado (...) porque no es terrible”.
La tercera fue una prueba de impresión realizada por Tom “Grover” Biery, quien trabajó para Warner Bros. Records (WBR).
Esa copia era parte de una apuesta para producir una alternativa más económica en comparación con las reediciones más costosas.
Cuando Port la escuchó, dijo que su sonido era “tonalmente correcto”, pero criticó que fuese una grabación mono y no estéreo.
Su veredicto final fue que no le gustó. De hecho, ninguna de las tres copias de Quiet Kenny pasó el test del dueño de Better Records.
Más bien, según el citado medio, en las conversaciones se mostró resistente a la idea de valorar ediciones recientes o que tengan una fuente digital, un fenómeno que es usual entre los amantes de lo analógico en el ámbito musical.
Sin embargo, eso es un reflejo de sus preferencias. Y estas pueden variar entre distintos individuos, incluso dependiendo de factores como la ocasión en la que se está.
Un ejemplo puede verse en un caso que vivió T-Bone Burnett, músico y productor estadounidense galardonado en los Premios Grammy.
Como dato, él fue parte de la banda de Bob Dylan en la gira Rolling Thunder Revue, realizada entre 1975 y 1976.
Burnett pasó años trabajando con científicos en la elaboración de un disco especial que capturara una sesión de grabación de una manera no tradicional, con el apoyo de materiales especiales.
Para ese proyecto, recurrió a Dylan para que volviera a grabar “Blowin’ in the Wind”, uno de los himnos más icónicos del extenso repertorio del también ganador del Nobel de Literatura.
Según contó, capturó el registro tanto en una grabadora de cinta Nagra restaurada como en una digital.
Posteriormente, al comparar las muestras y elegir cuál iría al disco, optó por esta última.
En sus palabras, la prefirió porque “no había ruido ni silbido de cinta”.
Y más en concreto, porque esa fue “la forma en que consideramos que era mejor”.
Solo se hizo una copia de esa grabación y fue subastada por una cifra de $1.78 millones de dólares.
¿Es posible encontrar el sonido perfecto?
A pesar de que se pueden invertir grandes cantidades de dinero en equipamiento de alta fidelidad para conseguir resultados específicos, la idea del “sonido perfecto” puede variar dependiendo de las preferencias de cada oyente.
Y por supuesto, de sus necesidades, lo que espera escuchar y de aristas más subjetivas como su estado de ánimo.
Al ser consultado por el periódico estadounidense sobre este tópico, David Byrne —el reconocido artista y exlíder de Talking Heads— recordó cuando escuchó a Jimi Hendrix por primera vez cuando era adolescente.
Para esa oportunidad, oyó la música del mítico guitarrista en una radio de transistores.
Afirmó que “los teléfonos celulares (actuales) suenan mejor que esas cosas y, sin embargo, fue una experiencia que cambió mi vida”.
“Incluso un sonido de mala calidad puede cambiar la vida y, de hecho, puede conmover a las personas emocional y socialmente”, agregó el también autor de libros como How Music Works, publicado originalmente en 2012.
Desde el Post fueron al estudio de Oswalds Mill Audio (OMA), que cuenta con un sistema para reproducir discos que está valuado en más de $360.000 dólares. El monto se traduce en más de 340 millones de pesos chilenos.
Ahí, su fundador Jonathan Weiss utiliza parlantes que superan los dos metros de altura y que prometen vivir una experiencia única.
Cuando le preguntaron sobre este tópico, planteó que “no existe el sonido perfecto”.
Sin embargo, se cuestionó: “Pero, ¿cómo se explica qué es este sonido? Es como el budismo, donde cualquier verdad real, tienes que experimentarla de alguna manera. Probarla. De lo contrario, no lo sabes”.
El aclamado rapero y productor de Public Enemy, Chuck D, sugirió que variables como las características del ambiente pueden influir en cómo se percibe la música.
Para él, depende de “qué quieres hacer con el sonido”.
“Esa es la pregunta más importante. Quiero bailar con él. ¿Te vas a sentar? ¿Vas a responder o simplemente te relajarás y te irás a dormir? ¿Quieres hacer varias cosas a la vez? Oh, tengo el sonido perfecto. ¿Sonido perfecto para qué?”, preguntó abiertamente.
El jefe de marketing de productos de la firma especializada Cambridge Audio con sede en Londres, Tony Stott, dijo al citado medio que “lo que puede ocurrir a veces es que parte del placer de la música se vea superado por el placer de construir un sistema (para escucharla)”.
Hizo una analogía a modo de ejemplo: “Escuchar audio de buena calidad es un poco como tener un equipo de Fórmula Uno. Te costará un millón de libras dar una vuelta a la pista en dos minutos. Te costará 10 millones de libras dar una vuelta a la pista en un segundo menos de dos minutos”.
Aunque reconoció que ciertas aplicaciones populares pueden ser convenientes en precio y para escuchar mientras se está en movimiento, sugirió que “cuando comienzas a tomar un archivo de alta resolución y lo introduces en un buen convertidor digital a analógico, hay un gran cambio”.
Por otro lado, en cuanto a las plataformas de streaming, algunas opciones como Tidal y Qobuz operan bajo la premisa principal de ofrecer música en alta fidelidad.
Otras como Spotify se centran en ofrecer contenidos más variados, tales como numerosos podcasts, programas y playlists.
Por lo tanto, cada uno de estos sistemas, aplicaciones y formatos no son excluyentes y pueden convivir entre sí, bajo los criterios que busque cada oyente.
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.