Aunque el desastre de la planta nuclear de Fukushima data del terremoto y tsunami de 2011 en Japón, alrededor del mundo todavía es posible ver sus devastadores efectos en el medio ambiente.

Uno de los aspectos más llamativos tiene que ver con la presencia del isótopo radiactivo cesio-137 en los vinos de California, descubiertos en las cosechas Cabernet Sauvignon de 2009 a 2012 por el físico experimental francés Michael Pravikoff, del Centre d'Études Nucléaires de Bordeaux-Gradignan.

Lo primero es precisar que de acuerdo a los expertos, los rastros de las partículas radiactivas en absoluto representan un riesgo para la salud humana, y que el estudio sólo intenta dar cuenta de cómo sucesos como un accidente nuclear son capaces de alcanzar algo tan común como una viña. De hecho, el haber descubierto este tipo de rastros no es nuevo: hasta el 6 de agosto de 1945, el cesio-137 no existía en el planeta, y fue generado por la explosión de la primera bomba atómica. Aprovechando este factor, los científicos pueden comprobar sin abrir la botella si un vino es de antes o después de esta fecha, algo usual cuando se trata de falsificaciones de vinos antiguos.

En el caso de las botellas de Fukushima, los científicos intentaban saber si el vino tenía o no este tipo de isótopos, y en qué cantidad. En el experimento se utilizó una técnica que involucra la espectrometría gamma para la detección, y al no tener resultados concluyentes, decidieron quemar el vino a 500°C durante varias horas, reduciendo el contenido de la botella a unos pocos gramos de ceniza. Y aunque se encontraron mínimas diferencias con los rastros de 1945, sí eran mayores que lo que se esperaba. Es decir, los vestigios del desastre nuclear de 2011 estaban ahí, en el vino.

Según declaró Pravikoff al New York Times, el propósito del experimento sólo era comprobar si los isótopos estaban presentes en el vino y si habían cruzado los más de 8 mil kilómetros de distancia que separan a la planta de Fukushima de California.

De acuerdo al científico, no hay necesidad de preocuparse, ya que los resultados son sólo de interés científico, dada la debilidad de las huellas radiactivas. "Los niveles son muy bajos, muy por debajo de la radioactividad natural que existe en todas partes del mundo", dijo al New York Times.

Este aspecto es uno de los más consultados en la OMS sobre los riesgos de consumir alimentos cultivados en países cercanos al desastre de Fukushima.

"Se pueden encontrar cantidades mínimas de cesio radiactivo y yodo usando métodos de detección muy sensibles", indica el estudio.

"Sin embargo, esto no debería afectar a los alimentos producidos en otros países, ya que las cantidades involucradas estarán muy por debajo de los niveles aceptables y no plantearían problemas de salud a quienes la comen", finaliza.

Fuente: The New York Times