Un hemograma o una ecografía suelen ser los exámenes médicos que nos muestran cómo se encuentra nuestra salud. Y es que hay muchas enfermedades o condiciones que, a simple vista, no se pueden detectar.

No obstante, pareciera ser que sí hay algo en el rostro que le puede indicar a un doctor que algo anda bien o mal.

Al menos así lo comprobó el oncólogo Raymond Mak que, en conversación con el Wall Street Journal, contó que al ver la cara de un paciente de 90 años que tenía cáncer, pudo determinar que estaba lo suficientemente sano para soportar un tratamiento agresivo con mejor pronóstico.

¿Qué detalles en su rostro le hizo pensar en aquello?

El médico contestó que basó su hipótesis en los rasgos más joviales del rostro de su paciente: pese a tener casi un siglo de edad, el hombre aparentaba tener a lo más 70 años. Y “tomé la decisión de tratarlo como una persona más joven”.

Es decir, las facciones joviales le indicaron que la persona tenía una buena salud.

Pero para asegurarse de su decisión, subió fotografías de la cara del paciente a una herramienta de Inteligencia Artificial (IA) llamada FaceAge que compara los rostros de millones de personas y estima una edad biológica acertada.

Su paciente de 90 años en realidad tenía una edad biológica de 66 años. Eso lo hacía el candidato ideal para un tratamiento más adecuado, con mejores posibilidades de supervivencia.

“El rostro refleja el desgaste de la vida”, aseguró el oncólogo que trabaja en el Brigham and Women’s Hospital. “Lo consideramos una forma de cuantificar la intuición clínica de un médico”.

A partir del hallazgo de esta herramienta, el médico hizo un grupo con otros investigadores para estudiar de forma preliminar este modelo de IA, que permite reconocer problemas de salud con una simple fotografía del rostro de un paciente.

Y concluyeron que el algoritmo encuentra con mayor precisión y facilidad cuánto tiempo podrían vivir los pacientes con cáncer.

Con este resultado, Mak sueña con que se pueda utilizar esta IA en todos los hospitales y consultas del planeta y que se convierta en un elemento estándar para evaluar la salud de las personas.

Según la bióloga de sistemas computacionales de la Universidad de Pekín, Jing-Dong Jackie Han, las imágenes tridimensionales de rostros de personas muestran que “los rasgos faciales específicos cambian de manera confiable con la edad”.

Esto quiere decir que, efectivamente, existen rasgos o facciones que pueden indicar problemas de salud o, por el contrario, que la persona es más joven biológicamente, por lo que tendrá menos complicaciones en su adultez.

Y la ciencia es sencilla: si el rostro luce más envejecido, está más vinculado a peores resultados en materia de salud.

“Si una persona parece más joven, es muy probable que su sangre sea joven”, dijo la investigadora.

Es por esto que este tipo de herramientas podrían cobrar relevancia en el futuro. Todavía falta hacer una serie de análisis y revisión por expertos, pero podría, sin duda, marcar un antes y después en los diagnósticos médicos y en las guías de tratamientos de distintas enfermedades, no solo del cáncer.

Y es que los científicos están asombrados: por ejemplo, hubo un análisis de la IA donde, comparando fotos del mismo paciente en distintos años, encontró que la persona probablemente fumaba cigarrillo y sugería que le hicieran una prueba de detección de cáncer de pulmón.

Aunque son avances prometedores, los investigadores han advertido que antes de utilizarlos en la cotidianidad de las consultas médicas, esta IA que detecta el estado de salud en el rostro necesita más trabajo y pruebas.

Primero, porque puede que algunos grupos raciales estén subrepresentados en las imágenes públicas, por lo que podrían tener diagnósticos erróneos y desigualdades sanitarias.

Además, deben encontrar la forma de que la IA pueda detectar, por ejemplo, cirugías plásticas, para así no confundir los rasgos más jóvenes que han sido modificados estéticamente, pues podrían ocultar algún problema de salud.

“Las personas que utilizan pruebas de edad facial para estimar su edad biológica deberían tomar los resultados con cautela”, sugirió Andrew Beam, profesor asociado en Harvard.

Y es que, por el momento, “cuando la gente habla de predecir la edad biológica, la medida en sí es muy escurridiza y amorfa y a menudo no está muy bien definida”.