¿Qué harías si es que no pudieras saber cuándo es de día y cuándo de noche? ¿Te imaginas la vida sin un reloj o celular que te indique la hora? A un experimento así se sometió voluntariamente un joven científico, llamado Michel Siffre: se encerró en una cueva para entender cómo el humano podría sobrevivir a esta situación.
Era la década de 1960 cuando Siffre, geólogo francés, observaba con curiosidad la carrera espacial entre Estados Unidos y la Unión Soviética, y quedó sorprendido cuando el soviético Yuri Gagarin fue el primer humano en viajar al espacio.
Fue así cómo a sus 23 años, el joven se preguntó qué pasaría con los humanos si es que tuvieran que estar más tiempo en el espacio.
Y, como viajar fuera de la atmósfera no es tan fácil como simplemente comprar un boleto, Stiffre decidió encerrarse en una cueva para “simular” estar en el espacio, un experimento que se convirtió en uno de los más famosos en la historia.
Esto fue lo que pasó después.
Michel Siffre, el hombre que se encerró en una cueva sin reloj
Michel Siffre fue un espeleólogo, es decir, un científico que estudiaba las cuevas.
Era 1962 cuando, después de ver los avances de los humanos llegando al espacio, le despertó la curiosidad de la cronobiología humana: quería saber cómo el ser humano y sus ritmos biológicos pueden responder ante situaciones extremas, como no saber si es que es de día o de noche.
“Decidí vivir como un animal, sin reloj, en la oscuridad, sin saber el tiempo”.
Según rescató BBC Mundo, el entonces joven geólogo decidió ir a una cueva en un glaciar subterráneo en los Alpes, a 130 metros de profundidad, sin ninguna compañía más que su lámpara de minero —que iba a ser su única fuente de luz—, comida suficiente, unos libros y su diario.
Allí, en esas condiciones, se quedó un total de dos meses.
En la entrada de la cueva, había un equipo de personas que estaba atento a las acciones del científico. Según explicó él mismo, en una entrevista de la revista Cabinet, el joven llamaba a sus compañeros al despertar, comer y justo antes de dormirse para que lo ayudaran con las anotaciones para verificar si efectivamente tenemos un “reloj biológico” y no necesitamos tener la hora a mano.
“Mi equipo no tenía derecho a llamarme, para que yo no tuviera ni idea de qué hora era en el exterior”.
¿Qué fue lo que descubrió después de los dos meses del experimento?
Para entenderlo, hay que recordar que los humanos nos regimos por un horario de 24 horas: usualmente hacemos uso de alarmas para despertar, aunque la luz solar también suele ser nuestro mejor indicador de que es hora de levantarse de la cama.
El científico quería saber si es que el ser humano tiene un reloj biológico que, sin alarmas ni sol, hace que podamos despertar e irnos a dormir en un horario específico.
Dentro de la cueva, Siffre comía y dormía solo cuando su cuerpo se lo exigía. También le anunciaba a su equipo cada vez que hacía estas actividades, para que ellos pudieran tomar nota, comparando sus acciones con los horarios “normales” de afuera.
Adicionalmente, el geólogo se medía el pulso cada cierto tiempo y, además, contaba del 1 al 120.
Algo sorprendente fue que cuando él contaba a 120 (que podrían ser dos minutos), Siffre se tardaba un total de cinco minutos. Es decir, el registro de tiempo dentro de la cueva era mucho más lento que estando afuera.
Incluso, cuando salió de la cueva a los dos meses, él juraba que había estado solo un mes: “Mi tiempo psicológico se había reducido a la mitad”, aseguró.
Pero el gran hallazgo es que efectivamente los humanos tenemos un reloj biológico interno, independiente de los mecanismos externos que hemos ido creando desde hace años.
No obstante, este reloj interno, en plena oscuridad, no se rige por un día de 24 horas. Sin los ritmos circadianos del cuerpo que se generan gracias a la salida y puesta del sol, el ciclo de nuestro cuerpo parece ser de 48 horas.
Después de salir de la cueva por primera vez, el científico quiso volver a comprobar su teoría y realizó cinco experimentos similares y con voluntarios —incluida una mujer—. En lugar de durar dos meses, esta vez determinó que las personas estuvieran en cuevas entre tres y seis meses.
Y todas las personas que se sometían a este experimento comenzaban a tener un ciclo de 48 horas en lugar de uno de 24: 36 horas de actividad continua y entre 12 y 14 horas de sueño.
El experimento de la cueva que despertó el interés de los gobiernos y la NASA
Según reveló en la misma entrevista, Michel Siffre comenzó a recibir un sinfín de propuestas después de su impresionante descubrimiento al salir de la cueva.
Por ejemplo, el ejército francés le entregó una “gran financiación” para analizar cómo podrían duplicar la actividad de un soldado en estado de vigilia.
El Ministerio de Defensa francés también lo contactó, pues habían lanzado un programa de submarinos nucleares y querían estudiar cómo podría verse afectada la salud de los pasajeros durante misiones largas bajo el agua.
Incluso la NASA quiso colaborar con Siffre, para continuar analizando los efectos sobre los astronautas que van a misiones espaciales de larga duración.
Fue así cómo pudo llevar a cabo su segundo gran proyecto: el francés volvió a adentrarse en una cueva, pero esta vez en Estados Unidos, en la Cueva de Medianoche en Texas. La idea era pasar seis meses dentro y estudiar “los efectos del envejecimiento en el tiempo psicológico”.
“Mi plan era hacer un experimento cada diez o quince años para ver si se habían producido cambios en la forma en que mi cerebro percibe el tiempo”, dijo.
El hombre permaneció un total de 205 días en la oscuridad y sin reloj. Allí, tenía 36 horas de vigilia continua y 12 horas de sueño.
“No podía distinguir la diferencia entre esos días largos y los días que duraban sólo veinticuatro horas. A veces dormía dos horas o dieciocho horas, y no podía distinguir la diferencia”.
Continuó: “Creo que esa es una experiencia que todos podemos apreciar. Es el problema del tiempo psicológico. Es el problema de los humanos. ¿Qué es el tiempo? No lo sabemos”.