Fotografía tomada el 16 de mayo.
La Alameda se llenó de colores y de pancartas denunciando la violencia de género, los abusos, la violencia patriarcal que existe en la educación. Así fue la marcha estudiantil del 16 de mayo, que marcó un hito este 2018. Más de 150 mil personas caminaron en Valparaíso, Valdivia, Concepción, Copiapó, Temuco, Iquique, Antofagasta, La Serena y Santiago, que es donde se tomó esta fotografía. En todos lados la consigna era la misma: "Contra la violencia machista, educación no sexista".
La marcha estuvo repleta, sobre todo de mujeres cansadas de callar, mujeres sacando la voz, mujeres reivindicando la expresión de sus cuerpos, cargando consigo la lucha de tantas otras que estuvieron antes que nosotras y de quienes somos herederas. Participaron estudiantes de casas de estudio tan conservadoras como la Universidad Católica, quienes transformaron su furia en fuerza, sus dolores en gritos nuevos y sus cuerpos en una forma distinta de expresarse.
En la Universidad Católica, a la cual pertenecen las chicas encapuchadas que participaron en esa marcha, se discutió el tema previamente. Durante semanas. Yo estuve ahí; como vicepresidenta de la Federación de Estudiantes (FEUC) me tocó coordinar todas las acciones con ellas. Hubo espacios para que pudiésemos cuestionarnos nuestra situación en la sociedad, en nuestros espacios educativos, nuestras relaciones personales, en el trabajo, en la calle. Son incontables los espacios que pararon para hacer esta reflexión y las asambleas de mujeres en que encontramos espacios de participación seguros para mirarnos a los ojos, abrir nuestras experiencias, sentirnos reflejadas en los relatos de nuestras compañeras y amigas, dejar de sentir miedo.
De esa forma, durante esas semanas, encontramos el apoyo en nosotras mismas para salir a la calle a gritar con fuerza "no es no". Una de las imágenes que más atesoro fue ver a mis compañeras de la Facultad de Artes de la UC entendiendo que el arte puede ser una poderosa herramienta para comunicar, emocionar, sensibilizar y humanizar. Salir de los fríos pasillos de la UC hacia la Alameda con el torso desnudo constituyó un acto de rebeldía, porque reivindica lo que nuestra cultura nos había quitado sobre el significado de estar con las "pechugas al aire". Es la liberación del cuerpo contra lo que nos han hecho creer desde niñas: que nuestras pechugas son objeto de deseo, de consumo, de goce para el macho. Salir a la calle con los torsos desnudos quedará para siempre en la retina popular como una de las imágenes icónicas de nuestro mayo feminista.
Sin saberlo, estábamos siendo parte de un momento histórico y el inicio de un cambio cultural, de una nueva mirada para la sociedad chilena. Por primera vez, las demandas de las mujeres dejaron de ser un tema secundario. Lo que se estaba planteando venía a reconfigurar cómo entendíamos el movimiento estudiantil, porque no estábamos siendo escuchadas y no podíamos seguir permitiendo que el sueño de un nuevo modelo educativo dejara de lado algo tan importante como combatir el machismo, la misoginia, la opresión sobre mujeres y disidencias sexuales, y la desigualdad de género. La fuerza y adhesión de esta marcha fueron el puntapié inicial hacia la profundización y masificación del feminismo como tema prioritario para las mujeres de este país.
*Ex vicepresidenta FEUC y ex vocera Confech