Las redes sociales han llegado para quedarse. Cada vez es más complejo imaginar una vida sin conexión, especialmente porque las plataformas hace tiempo que dejaron de ser solo una vía para comunicarse con los cercanos o entretenerse. Se han convertido en un espacio para trabajar, compartir historias, aprender nuevas actividades e incluso, en algunos casos, conocer otros rincones del mundo.
La trampa, bastante conocida a estas alturas, está en que nos vemos insertos en el celular haciendo scrolling sin parar durante varias horas. Con tan solo apretar apretar la pantalla podemos atravesar una especie ventana hacia el mundo del otro y somos testigos de qué está escuchando, qué está comiendo, dónde anda de fiesta e incluso acompañarlo en su lugar de vacaciones, pese a que no estamos con él. Puede que ni siquiera conozcamos a esa persona de la que hemos visto su contenido en las plataformas, pero sabemos unas mínimas cosas sobre su vida solo con lo que publica.
Si bien esa conectividad diaria con el resto puede parecer algo poco dañino, hay veces en que podría convertirse en un problema. Y es que, ¿quién no ha sentido una pequeña inquietud casi imparable por revisar el teléfono y observar lo que está pasando en otro lugar, dejando de lado la propia realidad que se tiene al frente?
Aquella sensación de vacío está estrechamente vinculada con el FOMO, un fenómeno psicológico que no se originó hace pocos años, pero que se ha visto más acentuado con la masividad y el desarrollo cada vez más refinado de las redes sociales.
Pero, ¿Es una patología? ¿Hay personas que se podrían ver más expuestas al FOMO? ¿Cuáles son los principales indicios para detectarlo?
Qué es el FOMO
FOMO proviene del término en inglés Fear of Missing Out, por lo que en español se traduce como el miedo a perderse algo. Se puede describir como una sensación intensa de ansiedad, angustia e inseguridad cuando una persona cree que se está ausentando de un evento presuntamente importante que está ocurriendo en ese instante, pero que en realidad podría no ser de tanta relevancia.
Esos sentimientos negativos impulsan querer estar conectado constantemente en las plataformas digitales, ya que entrega pertenencia por el momento, sin considerar que se está dejando otras cosas de lado.
“El peligro es que termina convirtiéndose en un círculo vicioso”, expresa Alejandra Rossi, académica de la Facultad de Psicología de la Universidad Diego Portales. Cabe destacar que el FOMO no se trata de una patología ni se diagnostica, sino que más bien un fenómeno de la psicología.
El término no es nuevo, ya que fue acuñado en la década de 1990 por Dan Herman. En ese entonces era más bien usado para el temor a perderse experiencias donde se podía estar físicamente, pero hoy el concepto se ha enfocado más en lo que se relaciona con las redes sociales.
“Lo ejemplifico como el miedo a quedarse con 1% de la batería un viernes en la noche, cuando el grupo de amigos se organiza para salir y como te quedas sin batería, no sabes qué hacer”, cree Guillermo Bustamante, académico de la Facultad de Comunicación de la Universidad de los Andes y doctor en Comunicación.
El profesor añade que eso conlleva a que los usuarios, aún más los más jóvenes, estén siempre en línea viendo qué cosas están subiendo otros: “También las publican, porque parece que ahora es casi tan importante ir a un evento social como publicar el contenido sobre él”.
Para Rossi, el FOMO también se refleja cuando una persona siente aprehensión por algo que presuntamente sucederá en el futuro y sabe que no podrá hacerlo por distintos motivos.
“Ese ‘fear’ del término no es realmente el miedo que conocemos como respuesta de supervivencia, no es ese tipo de señal que está súper ligada al estrés. Es más bien un factor de ansiedad y angustia”, recalca Rossi.
Luego, agrega: “Yo diría que desde la llegada de Facebook esto se ha acentuado. Probablemente siempre ha estado, es parte de la complejidad de la naturaleza y las interacciones humanas, pero no me cabe duda que aumentó a partir de la explosión de las redes sociales”.
Cómo identificar el FOMO
Tener FOMO en algún momento específico o seguido no es algo tan difícil de determinar. El primer indicio más patente es el uso excesivo de redes sociales en la cotidianidad y la dificultad para desconectarse de ellas, hasta el punto en que siempre se debe estar utilizando algún tipo de dispositivo con conexión a internet varias veces al día, lo que incluso se puede prolongar por horas.
“Es común que ese medio sea el celular o algún dispositivo portable, como el tablet o computador. Por lo mismo, siempre estará pendiente de la carga de su dispositivo y es posible que tenga consigo un cargador o más de uno. Pasa mucho tiempo publicando o mirando contenido”, dice Bustamante.
El FOMO también se refleja cuando el estar revisando constantemente las actividad digital de otros llega a distraer de las actividades de la vida cotidiana, ya sea en los estudios o el trabajo. Incluso, puede que se vea impactado negativamente el rendimiento en esas áreas.
“Es posible que una persona pierda la noción del tiempo, que sienta que el día pasa más rápido y que incluso se aísle y se quede solo en algunas reuniones o espacios comunes porque está en su mundo digital”, enfatiza el profesor de la Universidad de los Andes.
De acuerdo a un artículo publicado en la revista World Journal of Clinical Cases en 2021, durante este síndrome se pueden ver exacerbados los problemas para conciliar el sueño, como el insomnio. La soledad es otro factor a tener en cuenta, pues las formas de comunicación con menos señales verbales “pueden resultar en menos calidez y cercanía entre aquellos que interactúan en medios verbales”, lo que a su vez conduce a interpretaciones equivocadas que hacen experimentar más insatisfacción y soledad, dice la publicación.
Al mismo tiempo están las rumiaciones, es decir, no poder parar de pensar en algo, asegura Rossi: “Es esta vocecita interna que nos habla mucho más de lo que queremos que nos hable. Nos hace rumiar con respecto a por qué no fuimos invitados a un evento que vimos o por qué no pudimos ir”.
Este síndrome también se le ha vinculado a otros problemas como una autoestima baja y problemas de salud mental. Rossi explica que se puede presentar con patologías que tienen un componente ansioso importante, como el síndrome de ansiedad generalizado, depresión, trastorno adaptativo y trastorno depresivo ansioso. Sin embargo, la experta advierte que el FOMO no siempre está acompañado de esos y otros problemas de salud mental, ya que lo más común es que este se presente por sí solo.
Por último, los individuos que poseen un nivel más agudo de este síndrome pueden tener un estilo de vida menos saludable, según la publicación de la revista. “Los sentimientos de envidia y exclusión social también se relacionan con malos hábitos alimentarios. Además, FOMO promueve un alto uso de las redes sociales, lo que conduce a un estilo de vida sedentario que influye en la epidemia de obesidad en adultos jóvenes”, plantea el estudio.
Quiénes tienen más riesgos
Como los adolescentes y los jóvenes son quienes suelen consumir contenido en múltiples plataformas y en cantidades mucho más grandes en comparación a otros grupos etarios, eso produce que sean los más afectados por el FOMO.
Durante los últimos años, distintos estudios han buscado explorar la relación entre el uso excesivo de redes sociales y los problemas de salud mental entre los adolescentes, aún más en tiempos donde los niños están con los dispositivos y las plataformas prácticamente desde que nacieron. Hay países que están tomando medidas para aminorar este problema: China, por ejemplo, ha propuesto que los niños y adolescentes estén frente a la pantalla un tiempo limitado, donde el máximo es de dos horas.
“También hay adultos ‘más grandes’ que también experimentan esta sensación de no querer perderse cosas o sentirse muy mal por esto. Probablemente se ve más en personas de menor edad o que tienen menos responsabilidades y más tiempo libre”, recalca la académica UDP.
Cómo controlar el temor a perderse de algo
Según los especialistas, si alguien está sospechando de tener un FOMO muy exacerbado y desea afrontarlo, el primer paso es reconocer que se tiene una dependencia alta del celular y el contenido basura que se consume en línea.
“Es necesario revisar cuánto tiempo usamos nuestro teléfono, por ejemplo, equipos como iPhone tiene un ‘tiempo en pantalla’ que indica cuánto tiempo pasamos usando nuestros dispositivos. Hay mucho ‘consumo innecesario’ que queda registrado”, asegura Bustamante.
Una vez que se ha hecho ese paso, se deben poner los límites de tiempo para pasar en las plataformas: “Le puedes pedir a la misma aplicación de tiempo en pantalla que restrinja el uso cuando ya ha pasado tiempo, pero para ello hay que estar consciente de querer hacerlo, porque siempre se puede saltar”.
Rossi recomienda que si bien hay que controlar el tiempo para evitar este “temor” por ausentarse, no es necesario tener cero contacto con las redes sociales. Una medida clave que podría servir es diversificar el tipo de contenido que consumimos en las redes sociales, dejando de dar prioridad a las cuentas más desechables o de personas que no conocemos, para dar más paso a las que tienen que ver con nuestros hobbies, por ejemplo, la música.
“Es con el fin de que las redes sociales me sirvan para nutrir aspectos más de gustos míos, no solo lo que tiene que ver con un grupo de personas a nivel de interacción social, sino que donde yo pueda aprender o desplegar otras facetas mías”, explica.
“Es una forma de disminuir esta vigilancia en la vida de los otros. Prácticamente no tiene ningún beneficio estar tan pendiente de la actividad del resto. Tampoco lo es que uno exponga su vida día a día o cada hora en redes sociales, eso también es indicador de que algo está pasando”.
Otra práctica que posibilita dejar de lado esta dependencia es distraerse más con actividades que se pueden hacer en la vida real. Lo ideal sería acompañarse de otras personas, pero también se puede hacer en solitario. Buscar algún hobbie en el que concentrarnos, hacer actividad física al exterior y valorar cuando estamos teniendo una interacción social física con una persona, prestándole atención en lugar de mirar el teléfono, son algunas de las medidas que pueden servir para combatir este fenómeno.